Los 14 años de Techo en RD
Gracias a Techo he visto familias florecer y he sentido la esperanza en la sonrisa agradecida de un niño que va a dormir, quizás por primera vez en su vida, con un techo firme sobre su cabeza donde puede soñar con un futuro posible
Techo República Dominicana es una organización no gubernamental que desde hace 14 años trabaja con las comunidades más vulnerables de nuestro país, dotando a cientos de familias de soluciones de viviendas de emergencia, entre otros recursos vitales. Tiene presencia en muchos otros países de Latinoamérica, habiendo nacido en Chile hace más de dos décadas.
Quizás no te suena el nombre, pero seguro que cada cierto tiempo ves unas casitas azules que son su marca distintiva. Son alcancías. Es posible que hayas visto docenas de jóvenes, de esos que uno piensa que no salen del sofá, llamando la atención en las esquinas con sus alcancías en mano procurando los aportes. Su alegría y compromiso motiva la colecta y abre los ojos a una realidad apremiante.
Desde hace algunos años soy, a mucha honra, voluntaria de Techo. Sin la juventud de antaño, pero con muchísimo entusiasmo, he participado alcancía en mano en al menos tres colectas y bajo sol y lluvia he sido parte de las cuadrillas que han levantado viviendas y luego las han pintado junto a queridos compañeros de trabajo, voluntarios también.
Mucha gente me ha reconocido en la calle y a pesar del asombro y la sonrisa, han abierto sus carteras y han dejado caer sus monedas y papeletas. Nunca me ha dado vergüenza. Si puedo, pido más.
Gracias a Techo he visto familias florecer y he sentido la esperanza en la sonrisa agradecida de un niño que va a dormir, quizás por primera vez en su vida, con un techo firme sobre su cabeza donde puede soñar con un futuro posible. Por supuesto hay otras necesidades, pero una tan importante ha sido provisionalmente resuelta.
Al arribar a sus primeros 14 años en el país, Techo puede mostrar muchos logros, como más de 1,150 viviendas de emergencia construidas y entregadas a igual cantidad de familias, la conformación de mesas de trabajo comunitarias, la distribución de cientos de filtros para potabilizar agua, entre muchas otras soluciones que tienen un impacto enorme en esas comunidades donde no llega mucha gente, mucho menos ayuda.
Pero quizás su logro más importante ha sido convencer, con muy poco esfuerzo, a miles de jóvenes a ser parte de una causa mucho mayor que ellos. Están haciendo denuncia social, pero a la vez son parte de la solución, aportando su tiempo por un país con menos desigualdades. He escuchado el testimonio de muchos jóvenes voluntarios: la experiencia les ha cambiado la vida. No es lo mismo “leer” de pobreza e inequidad, que sentarse en un piso de tierra a comer con una familia que solo puede ofrecerte una sonrisa y un agradecimiento.
Los días de la Gran Colecta son un gran aprendizaje. Mi “esquina” es una de las intersecciones de la Avenida 27 de Febrero con Tiradentes, en Santo Domingo. Cuando esperaba que el semáforo se pusiera en rojo para salir con la alcancía, mucha gente en jeepetas aseguraba sus vidrios bien arriba. Los que iban en carro público, en motores o a pie, cuando escuchaban para qué es la colecta, muchas veces descompletaban su pasaje para cooperar. Esas monedas valen oro. Ellos saben, más que nadie, lo que vale un techo, sobre todo cuando llueve.
Salir con una alcancía a las calles es un ejercicio de humildad que hace bien. El cansancio de formar cuadrillas para levantar una casita que es un palacio para una familia hace muy bien, aunque dures tres días a analgésicos.
La labor de Techo traspasa fronteras y llena el alma. Su slogan de trabajar por un mundo sin pobreza, más justo e igualitario, debería ser el de todos. Nunca es tarde para ser voluntario y transformar vidas. Es medicina para el alma y desde mi cuadrilla brindo por 14 años más, muchos más.
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