Bacterias, hongos y ácaros: los diminutos compañeros de cama
Ventilación matutina y cambiar las sábanas al menos una vez a la semana, se recomienda
Está claro que dormir es un placer. Mucha gente disfruta de tener una cama bien grande que no comparte con nadie… ¡o eso creen! Entre las sábanas bulle una multitud de pequeños seres que pueden empezar a crecer sin control si no mantenemos una correcta higiene.
Un estudio de una empresa americana de colchones demostró que, tras una semana de uso, la funda de almohada puede albergar tres millones de bacterias por centímetro cuadrado. Es decir, ¡17 000 veces más que el asiento de un inodoro!
Y las cosas se ponen serias tras cuatro semanas sin cambiar la ropa de cama: entonces se llegan a acumular casi 12 millones de bacterias por centímetro cuadrado.
Bacterias fuera de su hábitat
La microbiota de la piel tiene una densidad de hasta 10 000 células por centímetro cuadrado, y el contacto directo con las sábanas hace que se desprendan una cantidad importante de ellas. Por tanto, es normal encontrar bacterias del género Staphylococcus, habitantes frecuentes del ecosistema microbiano cutáneo. Además, es habitual dormir con la boca abierta, así que en la funda de almohada también abundan bacterias típicas de la boca como Streptococcus spp.
En principio, ambos tipos de microorganismos son inofensivos, pero nunca está bien dejar que campen a sus anchas fuera de su hábitat.
Los hongos invaden la almohada
Todo el mundo suda en algún momento mientras duerme. Eso genera un ambiente húmedo favorable para el crecimiento de hongos, especialmente en la almohada. Algunos estudios han detectado especies potencialmente patógenas como Aspergillus fumigatus. Sin embargo, la mayor parte de ellos son ambientales y no pueden causar daño a las personas dotadas de un sistema inmunitario que funcione correctamente.
Eso no quiere decir que la presencia de hongos resulte del todo inocua, ya que su sobrecrecimiento en las almohadas puede constituir un riesgo para las personas alérgicas, que no son pocas. Los síntomas pueden variar desde secreción nasal o lagrimeo hasta importantes ataques de asma.
Por otra parte, hay muchos factores que pueden afectar al zoo de microorganismos que colonizan nuestras camas. Por ejemplo, se ha visto que la presencia de perros en casa hace que las fundas de almohada tengan una comunidad bacteriana más parecida a la del pelo del perro que a la de la piel humana.
Además, a lo largo del día establecemos contacto con los microorganismos de otras personas o que están presentes en superficies, lo que puede hacer que algunos microbios no deseados acaben llegando a nuestro lecho.
Otros compañeros no tan diminutos
Durante la noche, las camas se llenan de células muertas de nuestra piel: cada minuto podemos liberar más de 30 000 células epiteliales. Esto suma más de 14 millones durante un sueño reparador de 8 horas.
Aunque suene algo asqueroso, unos organismos muy pequeñitos consideran a estas células un verdadero manjar: los ácaros pueden alimentarse de las descamaciones cutáneas y caminar con libertad entre las sábanas.
A pesar de su minúsculo tamaño, de menos de medio centímetro, los ácaros no se consideran microorganismos, pues son primos cercanos de las arañas y las garrapatas. Y aunque dan repelús, resultan inofensivos: ni muerden ni pican. No obstante, pueden ser un incordio para las personas alérgicas a las secreciones de estos seres vivos, que desarrollan síntomas parecidos a los individuos alérgicos a los hongos.
Es obvio que no podemos cambiar las sábanas todos los días, pero una ventilación matutina es muy recomendable. Así se seca un poco el ambiente y es más difícil que proliferen las criaturas indeseadas. Cuanto más tiempo pasamos con las mismas sábanas, mayor cantidad de microorganismos se acumula. Los expertos aconsejan cambiarlas al menos una vez a la semana, aunque debe aumentarse la frecuencia en personas con alergia a ácaros u hongos. Para asegurarnos de eliminar todos estos seres microscópicos, hay que lavar en agua caliente (más de 60 ºC). No debemos olvidar que las almohadas y el colchón también son reservorio de microorganismos, y que de vez en cuando hay que someterlos a una limpieza profunda.
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