Historias que enamoran|Ysabel y Juan: destinados a estar juntos
Este matrimonio es el mejor ejemplo de que aquellos que están destinados a estar juntos terminan encontrándose, sin importar tiempo o circunstancias
Ysabel Cabrera y Juan Montero conforman uno de esos matrimonios con los que puedes sentarte a hablar por horas. Vale la pena escucharlos, pues seguro de cualquier conversación con ellos, por breve que sea, saldrán consejos sabios para construir una relación estable y, sobre todo, feliz.
Su hija, María Ysabel, fue quien los postuló para el concurso de San Valentín de Diario Libre por considerar que la historia de amor de sus padres, con 35 años de casados, es digna de ser contada, y coincidimos con ella.
Esta pareja es el mejor ejemplo de que aquellos que están destinados a estar juntos terminan encontrándose, sin importar tiempo o circunstancias. “Ha sido un trayecto largo para hoy estar juntos”, comenta Ysabel antes de empezar a contar cómo inició su historia con su esposo.
Ysabel y Juan se conocieron en Villa Juana (Distrito Nacional). Ella se acababa de mudar al barrio junto a su familia cuando lo vio por primera vez. “Estoy sentada, ordenando todas las cosas y oigo murmullos de personas que vienen y un paso firme. Miro y veo a este hombre gallardo que viene y me quedé impresionada”, relata.
En ese momento, él se limitó a saludarla con un “Buenas tardes” y siguió su camino hacia su casa, ubicada detrás de la de ella. Al escuchar su voz, Isabel quedó flechada. Sin embargo, el sentimiento no fue correspondido.
“Quienes se fijan en mí son unos sobrinos de él, no él”, dice Ysabel entre risas. Tiempo después entendió que él no la veía con esos ojos por la marcada diferencia de edad (ella tenía 16 y él 30).
Lo que sí surgió fue una amistad fundamentada en el interés de ambos por la lectura. “Siempre estábamos intercambiando revistas y novelas rosa”, comenta. Fue cuando Isabel cumplió la mayoría de edad que se decidió a confesarle sus sentimientos.
“Yo estaba muy enamorada y lo invité a un sitio a conversar, porque inteligentemente yo sabía que si yo lo llevaba al terreno donde yo quería, con su seriedad y su forma de ser, él no me iba a echar a un lado”, dice entre risas. Pero él la dejó plantada. Así continuaron con su amistad, pese a que ella lo veía como más que un amigo y sospechaba que él también.
El tiempo pasó, Ysabel se mudó de Villa Juana, perdió contacto con Juan y se dispuso a hacer su vida: se casó y quedó embarazada. Lo que menos imaginó era que, ya estando lejos del barrio, volvería a ver a Juan a diario, pues su casa quedaba en la ruta que él tomaba para ir a su trabajo. “Eran de estas cosas que nosotros podíamos llamar ‘Diosidencias’”, refiere Juan.
El reencuentro
Años más tarde, Juan se reencontró con el padre de Ysabel y le preguntó por ella. “Mi papá le dice dónde yo estoy (trabajando), y que tengo una situación difícil”, comenta Ysabel, quien en ese momento se encontraba divorciada de su primer esposo y con una niña pequeña.
“Él llamó (al trabajo), y me dijo un apodo que me tenía, me dijo: ‘buenos días’, y yo: ‘¿Sí?, buenos días’, y me dijo: ‘¿Chicha?’. Y digo yo: ‘Solamente dos personas me llaman así: el doctor Herrand Perdomo y Juan Montero’, y él respondió con esa voz que me fascina: ‘Juan Montero’”, recuerda.
Y continúa: “Me puse con una alegría y una algarabía, a recordar todo. Él me dijo: ‘Yo estoy cerca, ¿puedo verte?’, y le dije que claro”. Desde ese día, hace 35 años, hasta la fecha, siguen juntos.
“Han pasado muchas cosas, pero lo hermoso de todo esto es que aún estamos juntos”, concluye Ysabel.
Sus tres claves
Con más de tres décadas de casados, quiénes mejor que ellos para dar consejos de amor. Sus tres claves para un matrimonio feliz y duradero son:
- Respeto mutuo. Para Ysabel y Juan, el respeto es la base de todo matrimonio sólido, y esto no solo significa no faltarle a la pareja con palabras o acciones; también entender y valorar a esa otra persona por lo que es.
- Comunicación. Es un punto clave para evitar conflictos y estrechar el lazo. Es necesario expresar a través de la conversación todo tipo de emociones, siempre con respeto y con palabras que no hieran a la pareja.
- No inmiscuir a terceros en los problemas de pareja. Es normal que en la convivencia surjan diferencias y situaciones, pero estas deben resolverse a puertas cerradas, sin inmiscuir a terceros, ni siquiera a la familia. En lugar de divulgar las deficiencias del otro, se debe ayudar a construir su mejor versión.
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