Si yo fuera Santa
Pocos saben que hice de Santa Claus en Puerto Rico en mi era de estudiante universitario
Pocos saben que hice de Santa Claus en Puerto Rico en mi era de estudiante universitario. Eran tiempos muertos para un beisbolista-estudiante como yo y había que buscarse un dinerito para pasar las fiestas navideñas en la calle, como se debía en esos años de vida pacífica.
Por aquellos días era un tipo bastante más atlético que ahora, por lo que debía usar relleno en la barriga, cosa que no pasaría ahora, pues con mi panza y los años, ser Santa Claus sería mucho más sencillo y creíble... El punto es que hace unos días vino un Santa Claus al periódico y recordé esos días de mi vida, en los cuales viví experiencias sensacionales, desde padres que me usaban para asustar a sus hijos, hasta niños que me hicieron llorar al pedirme salud para algún hermano o familiar enfermo.
Y había olvidado que durante esos días de trabajar como Santa Claus en un centro comercial, con el vaivén de todo tipo de gente, había internalizado el poder que tiene la ilusión en los seres humanos y la alegría que genera.
La ilusión es un estado que nos mueve como personas. Andar por la vida sin ilusiones nos hace vivir sin amor por lo que se hace, nos quita las ganas de creer, nos quita el compromiso con lo que somos o hacemos. Y siento que algo terrible ha pasado y que se nos ha roto la ilusión colectiva, ese deseo de poder comprometernos con el Planeta, con el país, con los connacionales, con la paz, con el beneficio mutuo, con el amor hacia los demás.
Hemos perdido la ilusión con nuestros líderes, con nuestra sociedad, con nuestro gobierno, con nuestras costumbres y con nuestros iconos. Ya no somos ilusos, ¿por qué será? ¿Quién nos robó las ilusiones? ¿Las destruimos nosotros construyendo realidades demoledoras?
Quizás es que estos días ponen a uno melancólico y reflexivo, pero me gustaría volver a ser Santa Claus y escuchar a los niños pedirme cosas como “la paz en el Mundo”, “la salud de mi hermanito” o “que cuide a mis papás”. Eso me haría volver a ilusionarme con la posibilidad de construir una mejor sociedad, con la honestidad como motor y la decencia como centro del pacto social.
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