“Me voy tamboril” o el grito de la nostalgia
(A Jorgelaine Morel: la nobleza oculta tras un nombre de mujer)
«Hubiera querido verte crecer en tu casa, en esa casa que es mía y de tu madre, la de Tamboril, la única, donde vivieron mis padres y mi madre, tus abuelos, donde también vivieron mis abuelos, tus bisabuelos. Creo que hubiera sido una ventaja para ti, tener tu paisaje, que es, desde que se nace, la manera más exacta y sencilla de tener una patria. Tener algún árbol muy viejo constantemente frente a tus ojos, tener centenares que crecieran al tiempo que tú creces. Oír cada noche, desde tu cuna, el murmullo del mismo arroyo, conocer los nombres de las mismas flores y el canto mañanero de los mismos pájaros…»
Tomás Hernández Franco (De su “Poema anclado para el hijo viajero”,1944 )
En 1973, el poeta tamborileño Dagoberto López (1955), presionado tal vez por las circunstancias y el imperio de sus sueños, organiza su maleta y decide marcharse hacia la Villa de Manhattan, New York, dejando tras sí, el cielo, el aire y las gentes de la patria chica que lo vio nacer.
El inmenso dolor que semejante partida le produce, aparece fielmente plasmado en un poema suyo titulado “Me voy Tamboril” (1973) , compuesto el 17 de julio del antes citado año, días antes de marcharse. Se trata, a nuestro juicio, de una de las más nostálgicas piezas poéticas escritas en la República Dominicana durante las últimas décadas. Composición que, vale resaltarlo, tuvo como precedentes luminosos, entre otras, dos obras maestras en el género de la llamada “literatura de la nostalgia” : “ La vuelta al Hogar” ( 1874 ) , de José Joaquín Pérez (1845-1900), en poesía; y “ Ahora que vuelvo Ton (1968)”, de René del Risco y Bermúdez (1937-1972), en el género narrativo.
Y es que nada produce más dolor, tristeza y desaliento que abandonar, voluntaria o involuntariamente, el suelo patrio donde nacimos. Como bien lo expresa el Poeta Nacional de Cuba, Nicolás Guillén (1902-1989), al confesar que :
«No hay martirio más grande que el hondo desconsuelo,
de suspirar ausente de los paternos lares,
y deshojar la rosa negra de los pesares,
bajo la indiferencia de otro mar y otro cielo.
Oír voces extrañas que nunca ha escuchado,
no encontrar un amigo, ni hallar una alegría,
y sentirse embriagado de esa melancolía,
que al recordarse dejan los tiempos que han pasado…»
(Páginas vueltas, 1982:30)
Es entonces cuando aparece ese sentimiento de angustia, ese intimismo romántico y esos recuerdos o evocaciones del paisaje local que poetas de todas las latitudes han sabido plasmar en versos de inconfundible y desgarrador acento melancólico. Es entonces cuando saltan a la luz los más bellos poemas pletóricos de nostalgia y amor por el lar nativo, como los siguientes versos del inmenso José Joaquín Pérez ,considerado como uno de “los primeros altos poetas que tuvieron las letras dominicanas” y “el supremo cantor de las emociones de los desterrados dominicanos”:
“Detrás de esas olas dejamos un mundo,
de afectos, de goce, de llanto y dolor,
y al monstruo de Ganges sorbiendo iracundo,
mil vidas de seres que son nuestro amor…”
“Me voy Tamboril” parece ser uno de esos poemas.
La composición, conviene precisarlo, vale más por la esencia telúrica y sentimental que entrañan sus versos que por su valor estético, el cual apenas se percibe si se lo compara con el que se aprecia en los versos de madurez escritos y publicados posteriormente por el autor en otros de sus libros como ”En el idioma de tus ojos” (1999), “ Muecas al viento – Alas” (1999 ), “ La palabra como cuerpo del delito” ( 2001) y “Cantos de ámbar” ( 2007 ). Son estos textos, y no sus versos de iniciación, los que consagran como tal al inspirado bardo nativo de la llamada Pajiza Aldea ( Tamboril )
La susodicha pieza poética se inicia anunciando con el más dramático y doloroso de los acentos:
“Se acerca la hora…
me voy Tamboril, y voy a llevarme,
las cosas pequeñas de mi vida triste,
las que llevo siempre, en lo más profundo,
de mis cicatrices”
¿Cuáles son esas pequeñas cosas que tan aferradas permanecen en el mundo interior del poeta? :
”Tus cortos caminos/ tus tristes andanzas / tu nubosa gente / y su andar despacio / mis palomitas muertas / mi perro Boca Negra / mi gallinita ciega / que nunca pudo ver / la sabanita rota / de mi camita enferma / mis matitas pequeñas / de rosas carolinas...”
Pero no sólo los tristes recuerdos parecen embriagar el alma atormentada del poeta. En tanto ser cuestionador, contestatario y poseedor de una fina sensibilidad social, Dagoberto López arrastra o se lleva consigo la angustia y amargura de los demás, incluyendo a sus amigos ya fallecidos. Así lo expresa en líricos y descarnados versos generadores de ronchas y escozor, por cuanto entrañan una aguda crítica al sistema político - social vigente en el momento en el año en que tales versos fueron compuestos:
“Me voy pueblo mío / y me llevo en mi alma tantas cosas tristes : / mis amigos ya muertos / la anemia innoble que en tu seno vive / el sudor que limpia de los tabaqueros / la miseria incrustada en todo tu aleo / la limosna triste de los indigentes / el rancho apagado y el fogón sin leña”.
Sin abandonar en ningún momento el tono crítico de su canto, el poeta confiesa que también ocuparán un espacio importante en su mente acongojada, las calles inservibles de su amado pueblo:
“tus calles lodosas / paridas y eternas / la Vásquez, la Sánchez / la Duarte y la Mella / la Real descalza / de huecos parida”.
Y se lleva también, en el cofre de sus recuerdos, las imágenes de los personajes o tipos pintorescos, sin cuya referencia resultaría imposible escribir la verdadera historia de nuestros pueblos:
“Me llevo también / tus ansias / y tus risas / al loco Cudemo / a Jampa y manolo / a Piche Pelota / a Carrao y a Trepa / esos son tus locos / son tus alegrías / los que hoy son tristeza / de mi cruel partida”
Y como en el mundo del inconsciente, en el cual habitan estos seres desclasados nunca faltan aquellos que alardean de sus heroicos protagonismos , el poeta expresa el deseo de que se marchen junto a él dos de los personajes que parecen haber logrado fama en ese aspecto :
“ Déjame llevarme a dos aguajeros : / a Niñito Torres / e igualmente a Jero…”
En la zona tormentosa de sus telúricas evocaciones, no podía faltar esa “quietud municipal” a la que antes le había cantado su compueblano y eximio poeta, Tomás Hernández Franco:
“Quiero también irme con tus noches quietas / con tus alborotos de lejanas grietas…”
Tampoco podía faltar el dinamismo laboral y activismo sociopolítico propios del acendrado espíritu vanguardista que caracterizó a Tamboril en la época de los doce años de gobierno que encabezó Joaquín Balaguer, particularmente durante la década del setenta. De ahí que el inspirado vate tamborileño confiese que igualmente desea marcharse:
“con los estudiantes que rebeldes luchan / con el olor tibio de los panaderos / con el saborear de los cacaeros / con las mariposas y el salchichero, / con tu pisoteado sindicato obrero / con tus margaritas y tus hijos huérfanos / con tus grandes paros en contra del lobo / con tu respetado sudor de pendejo / con tus maricones, el Pao y Gamelo”
Pero no sólo los pálpitos de la vida social de su querido municipio habrán de preñar de dolor y melancolía el alma atribulada del sensible bardo cantor que casi inicia su partida. Los elementos que conforman el paisaje natural, alrededor del cual creció y se desarrolló, también aparecen proyectados con romántico acento en la pantalla inapagable de sus recuerdos:
“Déjame llevarme todo lo que quiero / tu río sin agua / tu arroyo en el cerro / tus noches sin luna y tus días lluviosos / que tanto bañaron mi cuerpo de niño / con sus aguaceros. /Me llevo en fin / pueblo / tus tupidos montes...”
Y cual viajero que desde la escalinata del avión envía su último adiós al ser querido que yace en tierra, el poeta concluye su lírico canto con un grito casi desesperado:
“Me voy Tamboril.
me voy,
pero vuelvo…”
Y tal como lo anunció, se marchó; y aunque no de manera definitiva, volvió. Cada cierto tiempo Dagoberto López regresa a su país, a su pueblo. Para dormir en su “camita enferma”, arroparse con su “sabanita rota”, echarle maíz a su “gallinita ciega”, acariciar a su perro “Boca Me voy pueblo míoNegra” y mojar sus “matitas pequeñas” de “rosas carolinas”. Y al poner pies en tierras dominicanas quizás no cese de repetir los románticos versos de “La vuelta al hogar” , compuestos por José Joaquín Pérez en el buque que lo reintegraba a la patria ( 1874 ), luego de permanecer seis años de ausencia en Venezuela, desterrado por orden del presidente y dictador Buenaventura Báez :
“¡Mi dulce Ozama!, tu bardo amante,
a tus riberas torna a cantar,
y tras él deja, por ti anhelante,
lejanos climas y humilde historia,
tierna memoria,
del peregrino vuelto al hogar...”
Y ya bajo el techo del cielo natal, no se descarta que haya percibido y sido grandemente impactado por los cambios sociales, estructurales y conductuales, no siempre positivos, que en ausencia suya se produjeron en su patio lar como natural expresión de todo desarrollo urbanístico. Quizás comenzó a verlo todo distinto, y merced a tales cambios, con las palabras del narrador protagonista en Ahora que vuelvo Ton haya expresado, con melancólica resistencia:
«Claro que ahora no es lo mismo. Los años han pasado…»
O aquello de que «Mi pueblo ya no es mi pueblo/es una ciudad cualquiera…», y, por último, acerca del Tamboril de sus recuerdos entrañables, no se descarta que dijera exactamente lo mismo que Lupo Hernández Rueda (1930-2017) sobre el San Carlos de sus amores, cuando regresó, años después de haber abandonado su populoso barrio:
«San Carlos no es San Carlos,
es la urbe voraz,
que desbordada,
destruye los ángeles del sueño,
la techumbre que cobija la infancia…»
(Con el pecho alumbrado,1988 :83)
Dagoberto López : ¿Quién es?
Sencillamente un ser altamente irreverente, polémico, contestatario y eterno cuestionador del statu quo. Sinceramente, el tamborileño que un día cualquiera se vio obligado a emigrar a otro país tras “el sueño americano” o esperando encontrar allí el bienestar que el suyo le negaba. Un poeta de fino estro y declamador de alto vuelo, provisto de plena conciencia del arte de poetizar.
Un cultor de la palabra artística que como Pablo Neruda ha entendido que “La poesía también es un oficio”. Un consagrado gestor cultural y activo representante de la diáspora dominicana residente en Nueva York. Un poeta sin el título del blasonero, pero con la cultura general y literaria del letrado. Un tamborileño que al llegar a Manhattan, en lugar de preguntar cómo realizar turbios negocios que lo enriquecieran económicamente, prefirió investigar dónde encontrar libros y centros culturales que lo nutrieran espiritualmente.
Por eso a los pocos días de su arribo a los Estados Unidos, se incorporó al trabajo cultural, comunal y político. Allí ha sido miembro activo de numerosas agrupaciones culturales y publicado varios libros y opúsculos de poesías. Entre estos : Poemas de islas ( 1982 ), Brillín ( 1986 ), Guardatorio a mi vieja Pajiza (1984 ), Autodeterminación ( 1984 ) Cuatro coños repetidos alumbran siempre el camino ( 1985) , Elegía sangrante (1992 ), Tamboril - Fotografía familiar (1996),En el idioma de tus ojos (1999), Muecas al viento - Alas (1999 ), La palabra como cuerpo del delito (Coautor- 2001) Cantos de ámbar ( 2007 )
En 1976 obtuvo el primer lugar en el concurso literario América Rota, organizado por el Centro de Poesía Latinoamericana de New York. En 1982 ganó el primer y tercer lugar en el IV concurso de ASEUTAM, en su pueblo natal, Tamboril. En el 2000 ganó el concurso literario organizado por la Revista Libre, E.U.
Dagoberto López es, además, miembro fundador del grupo Palabra: Expresión Cultural (PEC), el cual tiene como tarea principal difundir o promover la cultura dominicana en los Estados Unidos. Es, por sobre todas las cosas, un digno hijo del municipio de Tamboril.
Santiago de los Caballeros, R.D.
1 noviembre del 2008
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