Vertederos, Jarabacoa, hábitat y clima

El liderazgo político está conminado a hacer énfasis en la solución de los problemas nacionales, pasando de las palabras hueras a los hechos. A dejar atrás las concesiones populistas en busca de un voto no reflexivo y, en su lugar, poner en vigencia reformas y soluciones que incrementen el potencial de crecimiento del producto y del empleo en un entorno limpio.

Preguntado en la cumbre sobre el clima celebrada en Madrid sobre las acciones a tomar para moderar el impacto del cambio climático, Bjorn Stevens, director del Instituto Max Planck de Meteorología de Hamburgo, Alemania, respondió: “Reducir las emisiones de CO2, modos alternativos de energía, repensar la movilidad y organizar la sociedad tratando de hacer estos cambios en la forma que no perjudique a los más débiles.”

Y agregó: “Ha llegado el momento de hablar menos y hacer más.”

En esa misma cumbre, el presidente dominicano planteó: “Este es un tema prioritario para nuestra región, que debemos abordar en tres aspectos fundamentales: Invertir en mitigación... Lograr que se viabilicen fondos de emergencia y mecanismos de financiamiento climático a escala internacional... Proteger a los más vulnerables y usar redes de protección social para la adaptación.”

Son enfoques diferentes.

Por un lado, el de un científico centrado en cómo combatir el calentamiento global y proteger la vida en el planeta. Por otro, el de un dirigente político de un país subdesarrollado empeñado en aprovechar los foros para pedir financiamiento y ampliar su base política de apoyo.

En nuestro país existe una indiferencia que asusta para impedir las agresiones cotidianas al entorno ecológico.

Las autoridades no actúan ni educan para evitar y remediar los daños ambientales, y la población no acaba de adquirir consciencia sobre la necesidad de modificar comportamientos reñidos con la preservación del hábitat.

Podrían citarse muchos ejemplos.

Veamos.

Jarabacoa es un pueblo situado en un lugar de clima privilegiado, de belleza incomparable. Antes la gente acudía allí a curarse de enfermedades pulmonares, por su aire saludable y la limpieza y serenidad de su entorno. Ahora, en algunos lugares de ese paraje, sus habitantes tienden a huir, alejarse de las columnas de humo y del mal olor causados por el vertedero municipal que convierte en irrespirable el aire que circula, aparte de que la cubierta boscosa ha disminuido.

La gente se está enfermando por los gases contaminantes emanados del basurero y se ve obligada a pensar en cambiar de residencia, venderla a cómo de lugar, con las pérdidas que implica, como si no hubiera autoridades locales, o nacionales, con la obligación de evitar el daño causado.

Jarabacoa merece mucho más que declaraciones de intenciones que no se concretan. Merece soluciones reales.

Veamos otros casos.

Se está en tránsito de incorporar casi 700 megavatios de energía generada en base al uso del carbón, mientras el mundo se dirige en dirección opuesta, lo cual diluye la aspiración de participar en el mercado de intercambio de derechos de emisiones de CO2 obteniendo recompensas monetarias. Y como si fuera poco, las empresas distribuidoras de electricidad obstaculizan la incorporación de energía limpia procedente de paneles solares instalados en residencias individuales.

No hay manera de que se resuelva el atasco del tránsito en la ciudad de Santo Domingo, a pesar de los inconvenientes que producen en el desplazamiento de los ciudadano, el consumo dispendioso de hidrocarburos que propicia y la contaminación que genera.

No se advierte interés alguno en impedir los vertidos de aguas negras y residuos contaminantes en las fuentes subterráneas, ni la formación de basureros gigantescos a lo largo de arroyos, cañadas, campos y ciudades, ni la extracción de materiales en los cauces de los ríos, ni en evitar que las playas se conviertan en depósitos de basura.

Tampoco se aprecian iniciativas para evitar el agotamiento de las fuentes de agua, al tiempo que resultan insuficientes los esfuerzos de protección de las cuencas fluviales y se desincentivan los planes de reforestación en plantaciones comerciales.

Se requiere un cambio drástico tanto en la forma de entender y ejercer la actividad política, como en el grado de educación ciudadana.

El liderazgo político está conminado a hacer énfasis en la solución de los problemas nacionales, pasando de las palabras hueras a los hechos. A dejar atrás las concesiones populistas en busca de un voto no reflexivo y, en su lugar, poner en vigencia reformas y soluciones que incrementen el potencial de crecimiento del producto y del empleo en un entorno limpio.

Es imprescindible que en la clase política se produzca un cambio de mentalidad. Y que los ciudadanos alcancen un grado más elevado de educación y de consciencia cívicas para obligar a sus líderes a actuar sin temor al costo político paralizante.

No hay tiempo para disquisiciones: O se inicia de una vez un círculo virtuoso o el hábitat que nos acoge terminará por destruirse. Sencillo, al tiempo que trágico.

Eduardo García Michel, mocano. Economista. Laboró en el BNV, Banco Central, Relaciones Exteriores. Fue miembro titular de la Junta Monetaria y profesor de la UASD. Socio fundador de Ecocaribe y Fundación Siglo 21. Autor de varios libros. Articulista.