Una oportunidad de 54 millones de muertos
El nacionalsocialismo regresa a Europa 70 años después
A pesar de su reticencia, el presidente Hindenburg accedió a nombrar a Adolf Hitler Canciller de Alemania el 30 de enero de 1933. Hace exactamente 70 años. Un llamado que tenía más característica de apuesta que de salida política a la crisis desatada luego de la renuncia en noviembre de 1932 de Franz von Papen; de apuesta, porque a la desconfianza de Hindenburg se le argumentó que esa era la ocasión para demostrar que Hitler no era más que un loco y fracasaría en su intento de sacar a Alemania de la crisis que venía sufriendo desde su derrota en la Primera Guerra mundial de 1918.
Los que creían en el fracaso del líder nacionalsocialista perdieron la apuesta y el mundo conoció la guerra más atroz de todos los tiempos. Una guerra que se expandió por los cinco continentes dejando un saldo de más de cincuenta millones de muertos entre 1939 y 1945.
Más de setenta años después, algunos países de Europa parecen haber olvidado lo que significó la Alemania de Hitler. Austria, por ejemplo, que fue víctima tanto como Alemania de las ideas y principios nacionalsocialistas, ha vuelto a ser seducida por los mismos discursos vacíos y desprovistos de sentido de hace setenta años. Jörg Haider, el führer de Carinthie, como se le llamaba al líder del Partido de la Libertad austríaco, fundado por exnazis y que no esconde sus orígenes, logró, en febrero de 2000, que su organización política lograra el primer lugar en las elecciones legislativas de su país lo que implicaba un gobierno formado con ministros neonazis. La Unión Europea (UE) reaccionó ante el triunfo de Haider en Austria y le impidió que fuera escogido como primer ministro, pero se vio obligada, a pesar de las protestas y rechazos de algunos altos funcionarios de la UE, a aceptar la decisión del voto popular austríaco. Pero, poco después, fue el turno de Holanda. El partido populista de extrema derecha que dirigía Pim Fortuyn (asesinado unos días antes por un militante ecologista), cercano a Haider, resultó triunfador en las legislativas de mayo de 2002.
La lista no sería completa si no recordáramos el aumento de la extrema derecha en Dinamarca, Bélgica e Italia. La memoria de los pueblos es corta. Los años de miseria que dejaron en Europa los doce años de Hitler en Alemania y los 21 de Mussolini en Italia están tan lejos ya que, en un país como Francia, ocupada y humillada por los nazis durante la guerra, que conoció en carne propia lo que era el nacionalsocialismo, olvidó esos años de oprobio y permitió que un partido de inspiración fascista como el Frente Nacional lograra situarse como segunda fuerza política en las elecciones presidenciales de 2002 y en las legislativas de 2022. La única explicación es ¡los pueblos olvidan!
Muchos de los que hoy votan por Haider, en Austria, y por Marine Le Pen, en Francia, o por los neonazis de otros países de Europa, vivieron los años de muerte y destrucción que las ideas absurdas que Hitler y secuaces pusieron en práctica a partir del 30 de enero de 1933.
Hay quienes sostienen que durante los años que precedieron al Tercer Reich se hizo todo por denunciar lo que los nazis significaban para Alemania. Intelectuales, artistas y políticos que trataron de explicar de manera insistente lo que el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán iba a hacer con el poder no se equivocaron. Las críticas a ese monumento de la locura y la mitomanía que es Mein Kampf, dieron más notoriedad a la obra de Hitler que la que en realidad tenía. Las denuncias no fueron suficientes. Había que detenerlo. Impedir que tomara el poder. No ponerlo a prueba, como decidió el mariscal Hindenburg ese funesto 30 de enero de 1933.
En una dictadura el bienestar, la tranquilidad y el orden están estrechamente relacionados con la arbitrariedad del sistema, en particular si ese régimen es de tipo personalista, como lo fue el de Rafael Trujillo en República Dominicana. Abundan los ejemplos de dominicanos y extranjeros que se vieron obligados a dejar sus bienes a la deriva porque despertaron la codicia del dictador: “Si no vende, su viuda lo hará”, se decía.
Ninguno de los turiferarios de la dictadura de Trujillo recuerda el ruido del motor de los carros del Servicio de Inteligencia Militar en sus rondas nocturnas; ni da cuenta de lo que significaba, pasada la medianoche, cuando el rugido característico de esos Volkswagen se detenía frente a su casa; tampoco dan cuenta de que durante la “Era” nadie, ni siquiera los funcionarios podían ufanarse de su seguridad. Recordemos el caso del escritor Ramón Marrero Aristy, asesinado en 1959, entonces Secretario de Trabajo. Así se escarmentaba a los que podían sentir seguridad cuando integraban el amplio engranaje de la maquinaria trujillista. La memoria tiene sus límites y el orden y la seguridad que, según los nostálgicos de la dictadura, existía en República Dominicana no era más que miedo.
A pesar de la enorme bibliografía, filmografía y documentos que existen sobre la dictadura de Hitler en Alemania y de lo que esta significó para Europa y el mundo; a pesar de lo que la mayoría de los dominicanos conoce sobre los años de humillación y oprobio de la dictadura de Trujillo; de que la historia nos enseña que ningún régimen totalitario, de izquierda o derecha, respeta la libertad de expresión ni el derecho a la vida, el fantasma del totalitarismo estará siempre al acecho.
Ninguno de los turiferarios de la dictadura de Trujillo recuerda el ruido del motor de los carros del Servicio de Inteligencia Militar en sus rondas nocturnas; ni da cuenta de lo que significaba, pasada la medianoche, cuando el rugido característico de esos Volkswagen se detenía frente a su casa; tampoco dan cuenta de que durante la “Era” nadie, ni siquiera los funcionarios podían ufanarse de su seguridad. Recordemos el caso del escritor Ramón Marrero Aristy, asesinado en 1959, entonces Secretario de Trabajo. Así se escarmentaba a los que podían sentir seguridad cuando integraban el amplio engranaje de la maquinaria trujillista. La memoria tiene sus límites y el orden y la seguridad que, según los nostálgicos de la dictadura, existía en República Dominicana no era más que miedo.
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