Arqueología de un thriller
La pluma de Greanias conquista con su prosa vertiginosa
Hace más de una década, la National Geographic se encargó de hacer unos importantes reportajes arqueológicos. En un proceso de intenso rescate, estudiaron la ciudad de Tikal en Guatemala. En el estudio se recoge un montón de fotos de yacimientos arqueológicos en Petén. La civilización que vivió allí había hecho de todo: pirámides, casas, templos y senderos. Hay otras urbes que son igualmente interesantes: Copán, Uxmal, Calakmul, Yaxchilán. En el caso de las ruinas de Tikal, estas fueron descubiertas por Modesto Méndez en 1848. En 1979, el lugar fue declarado por la Unesco como patrimonio de la Humanidad. Hay que considerar que son más de 5,000 edificios arqueológicos en un área de apenas 16 kilómetros.
Con el estudio de la National Geographic, regresé a un libro de Thomas Greanias, un autor que ya conocíamos. Teníamos una colección de 20 ejemplares de la revista donde hay un gran despliegue de fotografías. El personaje principal parece haber sido sacado de la investigación de la National. La trama es superatractiva y viene respaldada por un gran número de lectores. En estas pasadas navidades me introduje en sus libros El resurgir de la Atlántida, 2005 y Destello rojo, 2020, y me di cuenta de algo que entendemos: algunas historias están hechas para el cine. Ese es su metódico afán: ser atrapadas por algún productor y ser llevadas a la pantalla gigante. Los que hemos buscado más allá de la tierra, en los límites del globo terráqueo, nos hemos dado cuenta que se teje una historia interesantísima que tiene que ver con la Atlántida y la Antártida –no son términos sinónimos–, pero a la clara sabemos que toda la producción se enfocará en lo que pide la gente: un largo camino de aventuras. Todas estas maniobras quizá no se pueden tener en vida, o que parece que no las tendremos (conozco gente que se ha ido al límite en Perito Moreno donde se acaba el mundo y no fue tan costoso llegar allí, según me dicen).
Como ocurre con otros autores, la narrativa de Greanias es vertiginosa: el autor no pierde tiempo. Para Greanias, que fue periodista y escribió para la tele, –su esposa trabaja en Los Angeles Times–, la tarea de narrar se convertirá en un ejercicio de cuidado. Intentará que los personajes no entren en una nube y terminen por no dar en la diana: el nos podrá decir, “nada que hacerle, tomaron aquel camino y para mí, como autor, me fue difícil decirles que tenían que tomarse una taza de café”. El personaje de Greanias está en Perú y es mandado a investigar un misterio en la Antártida. Según el Washington Post, este libro está en la tradición de Dan Brown y el mejor Michel Critchon, con lo que estamos de acuerdo.
En todos los capítulos, el libro nos permite entrar en una trama que otros catalogarán de histórica, algo a lo que podemos añadir la importancia que cubre este sitio. Entre otros, es un lugar que se convierte en foco de algunos grupos de iniciados. Sin embargo, hay que hacer una disquisición literaria. Esta tiene que ver con la crítica que algunos le hacemos a ciertos bestsellers: diré claramente que hemos leído lo mejor de James Patterson, de quien he escrito varias veces. Una rápida lectura a sus obras denotan que no ha perdido eso que busca el cine y que algunos hallamos: la verosimilitud del relato, lo que los ingleses llaman the suspensión of disbilief, algo en lo que enfatiza el mismo John Banville de The Guardian (El libro de las pruebas, 1989, Las singularidades, 2023). Como le dije hace algunos días a una persona, el libro de Greanias no tiene que ver con la suspicacia que algunos le dictamos a ciertos bestellers, al tiempo que sabemos que en el caso de Banville Benjamín Black domina muy bien el arte de la ficción. Según algunos críticos, el irlandés John Banville tiene la mejor prosa en inglés. En el caso de Patterson, este ha escrito más de ciento ochenta novelas (casi nada), todo un ejemplo para los escritores contemporáneos.
En la vasta extensión de hielo de los lugares antárticos, el aspecto geográfico es determinante: uno abre el libro y piensa en algunos autores que mucho antes –solo hay que ver a Proust, nacido en 1871–, intentaron darnos acción por los cuatro costados. Autores importantes para mí –me han autografiado el libro–, hacen lo mismo: acción más acción, da más acción. Uno espera algo parecido a lo que hizo Brown (El símbolo perdido 2021, Orígen 2017 en Planeta), cierto pensamiento que guíe toda una teoría de la trama, pero nada que ver: esto es acción pura y de la dura. Como de formato, recuerda uno entonces a Umberto Eco que escribió un ensayo mayor (Lector in Fabula, 1979), donde diseccionaba todo el hecho narrativo. El escritor italiano proclamaba una teoría de posibilidades para el lector enmarcado en la trama novelesca. No era sencillo hacer lo que decía Eco pero ahí estamos: el libro de Greanias lo recuperé de manera clara. Me brindó lo que en Netflix puede hallarse, algo que siempre critico en algunas series: acción en estados superlativos.
Un autor norteamericano que participa en un entretenido podcast y habla de sus aventuras en el mundo del buceo, me ha autografiado un libro en el que se narra algo parecido a Greanias pero con énfasis en el mar, en todo el trabajo del buzo, “una escatología del coral” (el concepto es mío), y de la inmersión, narrativa que tiene que ver con un sentimiento que albergamos algunos: el mar tiene muchos temas. Muy celebrada ha sido la obra de Greanias titulada La primera aventura de Conrad Yeats (2007). Para no ir más lejos, aquí mismo en la costa dominicana hay mucho tema para que los escritores locales emprendan una teoría del mar, un oceanógrafo que pudiera decirnos como hacen algunos, que estos lugares son peligrosos como detectaron algunos buzos y como sabían algunos (se dice y está demostrado que el mismo Cristóbal Colón era un gran navegante).
Como ocurrió con Magallanes y Sebastián el Cano hace cientos de años, dar la vuelta al Mundo, que no es lo que nos dice Greanias, no es motivo sino para impresión: hay que entender que el mar tiene sus historias desde la misma era presocrática. El Cano se alista en 1519 en la flota de Magallanes y navegan hacia el oeste en una historia que de seguro le importaría a Greanias si analizamos la trama de su obra repleta de detalles que en otra ocasión podrían caracterizarse en aventuras oceanográficas. Por lo pronto, el thriller recurre al personaje Serena Serghetti, enviada por el Papa para que investigue el monumento que se encuentra en el lejano Polo Sur.
Entre otros asuntos, nos parece que lo que se ha hecho en jólivu no es del todo lo mismo que tuvimos con A la Caza del Octubre Rojo con Sean Connery, Alec Baldwin, Sam Neill y Larry Ferguson, hace bastante tiempo (1990, basada en la novela de Tom Clancy). ¿Estas películas, todavía existen? Con la guerra actual, se han puesto en boga todos los temas que tienen que ver con el militarismo de las embarcaciones, –vemos las acciones de grandes portaviones–, aunque cierto decirlo: no hemos encontrado los libros necesarios para mencionarlos aquí a no ser por el de Greanias que trata más bien de una expedición que llega bastante lejos.
En los días de lectura de esta obra, piensas en Tikal con su sabor a misterio (de ahí que comenzáramos hablando de ello), y entiendes que en otras partes lejanas, dicen haber visto problemas con la armada norteamericana, lo mismo que la historia del Almirante Bird, (recomiendo el libro del mismo Richard Evelyn Bird, Exploring with Bird: episodes of an adventrous life), que no está en el libro de Grenias. Al cabo de un rato, te das cuenta que eso decía Eco era una carta de ruta para el novelista y su lector. Ciertamente que conoces bien el caso, toda vez que en Italia se recibió del conocido autor una especie de teoría que implicaba a los medios, para no citar entonces a Dominique Lapierre (La ciudad de la Alegría, 1985; Arde Nueva York con Larry Collins y Mil Soles, 1997) que también hizo una novela trepidante (menciono dos).
Es justo indicar como una extraña coincidencia que el autor de estas letras ha encontrado: que James Patterson tiene un leído libro titulado 3rd Degree y en el caso de Greanias este tiene uno de nombre similar, The 34th Degree, aunque sabemos que no tratan de lo mismo. En todo caso, podemos decir (tenemos en nuestro poder el libro de Patterson), que ambos autores se disputan un terreno para nada inhóspito: dotar de la mayor verosimilitud a sus relatos que son, claro que sí, bestsellers establecidos.
El thriller de Greanias nos luce superbo y la tradición novelística en la que se entronca ciertamente nos garantiza un viaje por el que ha valido la pena pagar la taquilla.
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