El ataque clandestino que Ucrania hizo a Rusia, en territorio Alemán y con un yate alquilado
El presidente Zelensky aprobó el plan, la CIA se opuso, pero ucrania estaba decidida a volar los gasoductos rusos
Era uno de esos planes que a uno se le pueden ocurrir cuando va un poco subido de tono por el alcohol y se siente invencible. En este caso, eran militares y estaban en guerra.
Esta es la historia de unos militares ucranianos que, a espaldas del gobierno, en un yate alquilado y después de una charla de bar, decidieron dar un duro golpe a la maquinaria de guerra de Putin. Todo ello, contado a partir de una investigación del periódico “Wall Street Journal”.
Mayo de 2022, la reunión en un bar
Rondaba el mes de mayo de 2022 y Ucrania ya llevaba tres meses protegiéndose ante los ataques rusos. Un puñado de altos oficiales militares y empresarios ucranianos se encontraron en un bar para celebrar el éxito en la defensa de la nación. El ambiente era de celebración, patriotismo y alcohol. Entre toda esas copas, sonrisas y orgullo nacional, alguien sugirió un paso radical: destruir Nord Stream.
Esos gasoductos de gas natural ruso, que cruzan el mar Báltico desde Rusia hasta Greifswald, en Alemania, estaban proporcionando miles de millones a la infraestructura de guerra del Kremlin. ¿Qué mejor manera de devolver el golpe a los rusos que dinamitando una de sus fuentes principales para financiar la guerra? Aquella noche, en aquel bar repleto de gente bebiendo alcohol, surgió la idea.
Cuatro meses después de esa reunión en un bar, al comenzar el 26 de septiembre, los sismólogos escandinavos detectaron señales que evidenciaban un terremoto submarino a cientos de kilómetros de distancia. Estas señales fueron causadas por tres explosiones que provocaron la mayor liberación de gas natural jamás registrada.
La operación ucraniana tuvo éxito y se convirtió en uno de los actos de sabotaje más audaces de la historia moderna. Fue un duro golpe para la economía rusa e influenció en la guerra. Sin embargo, llevar a cabo este plan trajo una serie de complicaciones: Zelenski y la CIA se habían opuesto y el ataque fue en territorio alemán.
Atacamos o no atacamos
La operación ucraniana costó alrededor de 300,000 dólares, según personas que participaron en ella. El plan consistía en alquilar un pequeño yate y navegar con una tripulación de seis miembros. Entre ellos, buzos capacitados y una mujer, que ayudaría a crear la ilusión de que eran un grupo de amigos en un viaje de placer.
"Siempre me río cuando leo especulaciones en los medios sobre alguna gran operación que involucra servicios secretos, submarinos, drones y satélites", dijo un oficial que estuvo involucrado en el complot al Wall Street Journal. “Todo nació de una noche de borrachera intensa y la determinación férrea de un puñado de personas que tuvieron las agallas de arriesgar sus vidas por su país”.
Inicialmente, no había ningún problema para llevar a cabo el plan. Volodymyr Zelensky lo aprobó, según un oficial que participó. Todos los detalles se acordaron verbalmente, sin dejar rastro documental. Sin embargo, intervinieron otros agentes.
Transcurrió un mes y la agencia de inteligencia militar holandesa (MIVD) se enteró del complot. Así pues, advirtieron a la CIA. Luego, los funcionarios estadounidenses informaron rápidamente a Alemania y pidieron al presidente ucraniano que detuviera el ataque.
Zelensky contactó con el encargado de llevar a cabo la operación, el comandante en jefe Zaluzhniy, y le ordenó que detuviera la operación. Sin embargo, él ya tenía otros planes. Esa idea que salió entre las copas de un bar no iba a desbaratarse por orden de los estadounidenses ni de los alemanes.
Zaluzhniy reclutó a profesionales de operaciones especiales de Ucrania con experiencia en misiones clandestinas de alto riesgo. Todo ello con el objetivo de hacer estallar el gasoducto y dar un golpe de realidad a los invasores.
Entre esos profesionales clandestinos estaba Roman Chervinsky, un coronel condecorado que sirvió en el principal servicio de seguridad de inteligencia de Ucrania.
Uno de ellos fue Roman Chervinsky, un coronel condecorado que anteriormente sirvió en el principal servicio de seguridad e inteligencia de Ucrania, el SBU. Él se negó a conversar con el Wall Street Journal sobre el caso Nord Stream, diciendo que no estaba autorizado a hablar sobre ello.
El gas continuó saliendo de las tuberías dañadas durante días después del ataque.
¿Cómo fue el ataque?
Era septiembre de 2022. Ya había pasado más de medio año desde el inicio de la guerra. Los profesionales clandestinos alquilaron un yate de 50 pies llamado Andrómeda, en Rostock, Alemania. El dinero para el barco se sacó de una agencia de viajes polaca creada por la inteligencia ucraniana como tapadera desde hace casi una década.
La tripulación constaba de seis personas. En primer lugar, un capitán, que era oficial militar y soldado activo en la guerra. En segundo lugar, cuatro buzos con experiencia en aguas profundas. En tercer lugar, una mujer de unos 30 años que también sabía bucear. Fue elegida por dos motivos: por sus habilidades y para darle un aspecto vacacional a la expedición. Como si fueran un grupo de amigos en un viaje de placer.
El capitán se tomó un breve descanso de la guerra para seguir luchando, pero esta vez de forma clandestina. El Andrómeda zarpó con el objetivo claro. Llevaban equipos de buceo, navegación por satélite, un sonar portátil, mapas de código abierto del fondo marino que trazan la posición de los oleoductos y un poderoso explosivo.
Constaba de un HMX, un poderoso explosivo conectado a detonadores controlados por temporizadores. Los explosivos debían colocarse a una gran profundidad. Así pues, no podían detonar al instante porque el buceador necesitaba tiempo para salir.
20 minutos a esa profundidad requiere alrededor de tres horas de descompresión. De lo contrario, se pueden sufrir lesiones graves.
Durante unos momentos, el mal tiempo obligó a la tripulación a realizar una parada en el puerto sueco de Sandhamn. La tripulación discutió si abandonar la misión, pero la tormenta se alejó y dio vía libre para seguir con el plan clandestino. Allí, en Sandhamn, unos testigos vieron el Andrómeda y su bandera ucraniana en el mástil.
El ataque se produjo con éxito. Los buzos se adentraron en el agua. Colocaron los explosivos. Activaron los temporizadores. Luego tocó lo difícil. Volver a subir hacia el yate, teniendo que hacer paradas cada ciertos metros para no sufrir daños graves. Mientras los explosivos estaban en la cuenta atrás, los buzos iban parando, subiendo poco a poco hacia el yate.
El ataque destruyó tres de los cuatro conductos que formaban los oleoductos. Los precios energéticos se dispararon. Alemania y otros países nacionalizaron las compañías de energía que manejaban gas ruso.
Alemania, Dinamarca, Suecia y Estados Unidos, entre otros, enviaron buques de guerra, buzos, drones submarinos y aviones para investigar el área alrededor de las fugas de gas.
Las consecuencias del ataque entre países
El gas continuó saliendo de las tuberías dañadas durante días después del ataque.
Putin, por su parte, culpó públicamente a Estados Unidos por el ataque. A pesar de que una investigación alemana involucraba a ucranianos en el ataque, un diplomático ruso afirmó que eso eran “cuentos de hadas dignos de los hermanos Grimm”.
Los hallazgos de las investigaciones alemanas podrían alterar las relaciones entre Kiev y Berlín, que ha proporcionado gran parte de la financiación y el equipo militar a Ucrania, sólo superada por Estados Unidos. La operación clandestina ucraniana se produjo en territorio alemán. Eso significaba un problema.
"Un ataque de esta escala es razón suficiente para activar la cláusula de defensa colectiva de la OTAN, pero nuestra infraestructura crítica fue volada por un país al que apoyamos con envíos masivos de armas y miles de millones en efectivo", dijo un alto funcionario alemán.
Este ataque clandestino que surgió en una conversación de bar tuvo dos efectos positivos para Ucrania: aflojó el control de Rusia sobre los países europeos y dejó a Moscú con una sola vía para canalizar gas a Europa: los gasoductos que atraviesan Ucrania.
A pesar de la guerra, Ucrania sigue cobrando lucrativas cifras de tránsito de petróleo y gas rusos. En parte, Rusia está financiando la resistencia ucraniana.
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