Soluciones para acabar con el 'terricidio', según el antropólogo Arturo Escobar
Inspiraciones de pueblos originarios hacia la paz con la naturaleza
En vísperas de la cumbre sobre biodiversidad 'Cop16' en Cali, Colombia, donde se abordará el espinoso tema de la extinción masiva de especies, RFI conversó con el antropólogo Arturo Escobar sobre las alternativas al capitalismo consumista que tanto daña el planeta.
El intelectural llama a hacer la paz con la naturaleza e inspirarnos de la lucha de los campesinos de Cherán en México, del discurso del Papa Francisco o de pensamientos de pueblos originarios como el Ubuntu.
El estado de salud de nuestro planeta tierra se degrada peligrosamente. Es lo que indica el “chequeo de salud planetaria”, una evaluación que realizaron científicos internacionales del Instituto Potsdam para el Cambio climático. Elaboraron 9 indicadores como el calentamiento global, la contaminación o la calidad de la capa de ozono.
Según su última evaluación, hemos superado 6 de estos 9 límites planetarios y estamos a punto de superar un séptimo límite con la acidificación de los océanos a causa del CO2 que emitimos en cantidades excesivas y que perturba la vida marina. Solo dos indicadores, que conciernen la capa de ozono, son satisfactorios.
En este contexto de crisis ecológica, surgen múltiples iniciativas: las negociaciones climáticas en la Conferencia de las Partes (Cop), las áreas protegidas para preservar los ríos y los bosques. Pero esas políticas son insuficientes, según el intelectual colombiano Arturo Escobar.
El reconocido antropólogo, profesor emérito de la Universidad de Carolina del Norte, Chapel Hill, especialista en ecología política, observador de los movimientos sociales llama a hacer las paces con la naturaleza. Esta fue la conversación que Radio Francia Internacional sostuvo con Arturo Escobar en vísperas de la Cop16 de Cali.
Los científicos indican que, debido a las actividades humanas, el clima se calienta, las especies desaparecen masivamente. Nos acercamos al punto de ruptura ecológica en múltiples aspectos. ¿Cuál es su lectura de esta crisis global?
Con frecuencia pienso con relación al colapso climático de que el punto de inflexión lo alcanzamos hace tiempo.
Tiene que haber ya un giro muy definido en las políticas, sobre todo a nivel de los estados y de las multinacionales y de las agencias internacionales en respecto a las acciones hacia reducir los gases de efecto invernadero. Pero no ha ocurrido.
Porque a nivel de las élites económicas y políticas del mundo todavía no hay una acción decidida de la magnitud y de la naturaleza que tiene que ocurrir para que realmente nos enfrentemos al problema del colapso climático y la destrucción de la biodiversidad.
Yo creo que las élites económicas y políticas siguen pensando en un modelo terricida. Este es el concepto que se usa ahora en Suramérica.
Estamos enfrentando el terricidio, que me parece un concepto más potente que ‘antropoceno’. Y frente al terricidio necesitamos unas acciones de una magnitud y de una característica muy diferente a la que están ofreciendo las élites.
Creo que la COP 16 es una gran oportunidad.
El lema de la COP 16, que es ‘la paz con la naturaleza’, es la propuesta de Colombia para transitar hacia un modo de existir y un modelo económico y social de sociedad que no sea destructivo de la naturaleza y que restablezca las relaciones con la naturaleza de una forma mutuamente enriquecedora.
Una forma de repensar esta relación con lo vivo es, dicen algunos pensadores, inspirarnos de los pensamientos y las prácticas de los pueblos originarios de los pueblos autóctonos. ¿Cómo podemos inspirarnos de las culturas autóctonas para cambiar este modelo terricida’?
Hoy en día hay muchísimas buenas ideas de cómo enfrentar la crisis ecológica y posiblemente las ideas más interesantes y contundentes las tienen los pueblos originarios, porque son los que más están sufriendo el impacto del cambio climático y los que están directamente en los territorios que están siendo destruidos por este cambio climático.
Lo importante de tener en cuenta es que los pueblos originarios indígenas han sabido coexistir con la tierra sin destruirla.
Los humanos modernos hacemos todo lo contrario. Somos terricidas: todas nuestras acciones se rigen casi que todas en contra de la naturaleza o a expensas del mundo natural y con frecuencia a expensas de los otros humanos.
Entonces por eso tenemos sistemas tan desiguales social y económicamente y tan destructivos ecológicamente.
Los pueblos originarios o ‘pueblos telúricos’, como los llama ahora Moira Millán, una gran activista mapuche, son pueblos que saben existir con la tierra como un ente vivo y porque también tienen la conciencia de que todo lo humano y la tierra misma existen un cosmos vivo.
No somos seres que habitamos un universo inerte como lo imaginamos, sino que habitamos una tierra viva en cosmos vivo.
Existen conceptos de armonía, de simbiosis en varias culturas al respecto. ¿Cuáles son los que podrían inspirarnos para hacer las paces con la naturaleza?
El concepto que más fuertemente está surgiendo, que es un concepto que estaba incorporado en la práctica y en el pensamiento de los pueblos indígenas, es el concepto del buen vivir.
Es una visión integral y holística de lo que debe ser la acción humana en el mundo, donde se piensa no solamente la dimensión material en la dimensión económica, como en el concepto del desarrollo, sino que también se piensa a las dimensiones espiritual histórica de la memoria de los ancestros, de las ancestras, del respeto a la naturaleza, del respeto a las otras y los otros que son diferentes.
El "buen vivir” me parece que es una alternativa a ese modelo de desarrollo destructivo de la modernidad capitalista globalizada y me parece que cada comunidad indígena tiene su visión propia del buen vivir.
Cada comunidad humana en donde sea que estemos en Francia, en Europa, en África, en Asia, en América Latina, cada comunidad tiene que aprender a imaginar una forma de vivir bien, donde el humano y la naturaleza reaprendamos finalmente a habitar la tierra de una forma diferente y no destructiva.
Usted forma parte de los intelectuales y activistas que invitan al público a descolonizar nuestra mente. ¿Qué significa este concepto? ¿Y por qué puede ser una herramienta para enfrentar la crisis ecológica?
Bueno, yo creo que también es un concepto muy importante y en cierta forma muy sencillo.
Nuestras mentes y nuestras formas de ser, de hacer, de existir, de pensar, han sido colonizadas por una forma particular de entender al ser humano como naturalmente’ individual, individualista, consumista, competitivo, agresivo, separado del mundo natural, separado de la comunidad.
Entonces ese modelo del humano que nos ha colonizado la mente y el cuerpo y nuestras prácticas, tenemos que abandonarlo. Tenemos que transitar, hacia unas formas de existir que reconozcan que somos seres que vivimos en completa interdependencia con todo lo vivo.
Es el concepto también del Ubuntu: ‘yo soy, soy porque somos. Yo soy porque tú eres. Yo existo, porque todo lo demás existe’. Entonces descolonizar la mente y el cuerpo y la forma de existir nos lleva a transitar hacia un modelo de existencia muy diferente basado en la interdependencia.
Uno de los ejes de los objetivos del actual gobierno colombiano ha sido parar la exploración petrolera y las nuevas minas de carbón, por ejemplo. Otros países europeos también tienen este compromiso de poner un alto a cierto tipo de extracción de energías fósiles. ¿Esto es, según usted, un ejemplo de las políticas concretas que pueden ser una respuesta adecuada al cambio climático?
Sí, definitivamente. Sabemos que hay que descarbonizar la vida. El modelo económico del modelo de sociedad. Y eso lo sabemos desde hace tiempo. Por ejemplo, Vandana Shiva hace tiempo viene diciendo esto, hay que dejar el petróleo bajo el suelo, los pueblos indígenas lo dicen, hay que dejar el carbón bajo el suelo donde está.
Y tenemos que descarbonizar la vida y la economía.
Sin embargo, hay muy pocos líderes mundiales hoy en día que están poniendo el énfasis en el abandono de los combustibles fósiles.
Yo mencionaría tres: Gustavo Petro, presidente de Colombia y Francia Márquez, su vicepresidenta; el Papa Francisco, que también ha venido abogando por esto, y el secretario de Naciones Unidas, Antonio Guterres, quien cada año habla en los términos más enfáticos de que ya llegamos al punto de inflexión.
Entonces también parece que esa transición energética del cual se habla, que tiene que ser una transición justa que no puede ser una transición simplemente en el norte a expensas del Sur, del extractivismo en el Sur tiene que ser una transición global.
Y países como Colombia que están iniciando esa transición tienen que ser apoyados de múltiples formas.
Usted estima también que estas grandes conferencias climáticas y las políticas ‘desde arriba’ son importantes, pero no son suficientes para enfrentar la crisis ecológica y aboga por pues las experiencias autonómicas.
Hay muchísimas alternativas transformadoras, esas alternativas que están tomando un nuevo camino, un camino de volver a retejerse con la tierra, a sanar y retejer el tejido de la vida y desde una perspectiva del cuidado.
Hay una serie de conceptos que están surgiendo, por ejemplo, como el concepto de ‘regeneración’, ‘economías regenerativas’, ‘economías del bien vivir”.
Hay grandes experiencias como el zapatismo, como la misma revolución feminista kurda en Rojava, como lo que ha ocurrido en la región de Cherán, en México, donde los campesinos han vuelto a tomar el control de su territorio en contra del capital narco que quería básicamente destruirlo todo.
Entonces hay muchas experiencias en todo el mundo.
Usted mismo forma parte de un grupo de activistas y académicos para la regeneración del Valle del Cauca, su región de origen.
Sí, llamamos esta iniciativa ‘tejido de transicionantes por el valle geográfico del río Cauca'.
El modelo que ha imperado durante los últimos 100 años, que es un modelo muy para el beneficio de la élite de la minoría blanca de la región, es un modelo basado en el monocultivo de la caña y el desarrollo agroindustrial en la gran ciudad de Cali, en particular para mercados internacionales y finales.
Asimismo, es un modelo que está llegando a su fin ecológicamente ha acabado con las aguas, ha agotado los acuíferos, ha resecado la región y sin embargo sigue expandiéndose.
Pero es un modelo muy pernicioso que también ha creado grandes desigualdades, especialmente en relación a las poblaciones negras y campesinas e indígenas de la región que han sido completamente marginadas por este modelo.
Nuestro lema es 'un río Cauca, muchos mundos'. Imaginamos el río Cauca pluriversal, un río Cauca donde hay muchas formas de hacer las cosas, incluyendo de hacer las economías, muchas otras formas de existir, pero especialmente regenerando y retejiendo la red de relaciones de la vida.
En esta reflexión sobre la ecología política, usted también enfatiza en la importancia de la espiritualidad. Invita por ejemplo a ‘sentipensar’ la tierra.
El concepto de sentipensar surge de las poblaciones anfibias de la costa caribeña colombiana quienes dicen que ellos ejercen el sentipensamiento: es pensar tanto con el corazón como con la mente.Es básicamente es ir en contra de esta hegemonía de la mente, como si la mente y la racionalidad y el conocimiento científico fueran la única forma válida de conocimiento.
Hay muchas otras formas de conocer: desde la espiritualidad, desde el corazón, desde la intuición, desde el sentimiento relacionarse con lo que es innombrable, inefable.
También en Chiapas usan el concepto de ‘corazonar, es como un juego de palabras entre co-razonar, pero también es como pensar con el corazón y desde el corazón y especialmente pensar desde el corazón de la tierra y pensar con la tierra.
Allí no llegamos si no recuperamos una dimensión de lo sagrado, una dimensión espiritual que reconozca el carácter sagrado de todo lo vivo. Los pueblos modernos, seculares, profundamente seculares y racionales hemos olvidado y hemos perdido completo el contacto con lo sagrado.
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