¿Por qué AMLO es un presidente adulado a pesar de un historial económico poco reluciente?

Gestión de AMLO y economía mexicana

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En México, las elecciones presidenciales previstas para el domingo 2 de junio darán probablemente la victoria a Claudia Sheinbaum, la candidata respaldada por el presidente en funciones. Andrés Manuel López Obrador, apodado AMLO, tiene un historial económico desigual, aunque goza de una popularidad récord, alimentada por su éxito en la lucha contra la pobreza.

Un 57% de los mexicanos cree que la economía va mejor, y un 73% que el nivel de vida ha subido. Esta fotografía de la opinión pública tomada por el Instituto Gallup podría hacer enloquecer de envidia a muchos jefes de Estado. Refleja el progreso real realizado desde que Andrés Manuel López Obrador, conocido como AMLO, llegó al poder. Bajo el impulso de este presidente de izquierda, elegido sobre una plataforma de cambio, el salario mínimo casi se ha duplicado en seis años. Las transferencias sociales, en particular para los pensionistas, han aumentado considerablemente. Cinco millones de mexicanos han salido de la pobreza. Para cumplir esta promesa sin dejar que el gasto público se desvíe, el presidente mexicano ha sacrificado, en cambio, la educación y la sanidad. Su peso relativo en el presupuesto ha disminuido, situándose actualmente por debajo del nivel considerado por el FMI como el mínimo necesario para garantizar el desarrollo.

El otro inconveniente destacado por el FMI es la debilidad del crecimiento. La media ha sido del 1% en los últimos seis años. Una cifra anémica para la decimocuarta economía del mundo. Está claro que no es tan bueno como bajo los presidentes anteriores. Y mediocre en comparación con otros países latinoamericanos. En el mismo periodo, México apenas supera a Argentina y Ecuador, los rezagados de la región. México tiene, sin embargo, una seria ventaja: su gran vecino, con el que se convirtió en el primer socio comercial el año pasado.

México es el gran ganador de la guerra comercial entre China y Estados Unidos. Gracias a la deslocalización de la industria. Sin embargo, esta ganancia inesperada no ha impulsado el crecimiento. La mala calidad de los servicios disuade a los inversores extranjeros. El suministro de agua y electricidad deja mucho que desear y las carreteras están en un estado lamentable. Sólo las empresas ya presentes han ampliado sus fábricas, pero por el momento no hay afluencia de recién llegados. Aunque el Presidente de México ha conseguido limitar las desigualdades, en realidad no ha puesto en marcha los grandes proyectos necesarios para acelerar el desarrollo y cerrar la brecha entre el norte, muy próspero y orientado hacia Estados Unidos, y el sur del país, que sigue estando desprovisto.

La refinería y el tren maya destinado a impulsar el turismo, dos infraestructuras construidas en el estado de Tabasco, aún no han dado los resultados esperados.

México también está muy retrasado en la transición energética. Sólo el 10% de la electricidad procede de fuentes renovables. El Presidente ha favorecido las utilidades basadas en el petróleo, del que el país era exportador neto hasta 2019. Pero Pemex, la empresa nacional de hidrocarburos, está en problemas. Actualmente es la empresa petrolera más endeudada del mundo. El Gobierno, que durante mucho tiempo la ha considerado su gallina de los huevos de oro, ahora la mantiene a sin entusiasmo, en contra de sus objetivos oficiales de descarbonización.

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