El arte de la manipulación de los más pequeños
Muchos hijos aprenden a manipular observando y copiando la conducta de sus padres
“Miguel Angel era el más pequeño de mis tres hijos; lloraba cada vez que su padre y yo queríamos salir, no importaba la hora; todavía con siete años lo hacía, a veces me iba y lo dejaba con la niñera y, cuando regresaba estaba ardiendo en fiebre, así que dejé de salir de noche y cuando quería ir a algún lado siempre me lo llevaba, me sentía muy mal y no podía con el remordimiento de conciencia”. Esta historia la cuenta Milagros, una madre de tres hijos hoy ya adultos, pero que experimentó como madre lo difícil que es lidiar con un niño manipulador.
Manipular es cuando una persona, sin importar la edad, ejerce una presión sobre alguien para lograr algo y, si los padres lo permiten, un niño en sus primeros meses puede lograr que los padres hagan lo que quiere a través del llanto. Muchos experimentos han comprobado que el niño, desde su nacimiento, puede llegar a manipular a través del llanto. De esta manera los niños dejan de comer ciertos alimentos, se duermen a la hora que prefieren o pasan más horas de lo debido cargados en brazos. Los niños más grandecitos, en edad preescolar y primaria, pueden llegar a manipular de otras maneras como: hablando mentiras, expresando dolor de cabeza, dolor de estómago e incluso manifestando fiebre.
Margarita Heinsen, pedagoga y directora de Didáctica, explica que los padres, para evitar caer en el juego de la manipulación, deben conocer muy bien a sus hijos. Cuando están pequeños es normal que lloren si tienen alguna necesidad básica, pero ya más tarde, conforme se acercan al primer año, los padres deben saber reconocer cuándo el bebé tiene una necesidad real o intenta lograr que el adulto ceda ante sus peticiones.
Existen además otro tipo de situaciones que parecerían manipulación pero están relacionadas con la frustración del niño en determinado momento, como por ejemplo no poder alimentarse cuando tiene hambre o no poder descansar cuando tiene sueño porque está fuera de casa en horarios nocturnos. “Hay que saber distinguir entre manipulación y si el niño está cansado, por eso cuando conoces a tu hijo puedes abordar de mejor manera la situación”, explica Heinsen.
Manipulación a la inversa, padres a la cabeza
Aunque pueda parecer inconcebible, muchos niños aprenden a manipular observando y copiando la conducta de sus padres. Una vez que el niño pasa los primeros años de infancia copia todas las acciones del adulto y puede llegar a manipular a partir de las actitudes que asuman sus padres. Es el momento donde la manipulación de los padres hacia los hijos se convierte en un arma de doble filo.
“Expresiones como “Hazlo por mí”, “Hazme ese favor”.... son frases que cargan emocionalmente mucho a los niños y luego repiten el patrón con los amigos y con los mismos padres”, explica Margarita Heinsen, al tiempo que agrega que “debemos tener mucho cuidado de no querer lograr cosas a través de los hijos tomando como base el castigo”.
En ocasiones, tanto el padre como la madre, pueden manifestar que están tristes cuando quieren lograr una conducta de los hijos, como por ejemplo que coman su comida, hagan sus tareas o se bañen a tiempo. “Eso en realidad es chantaje y puede empeorar con el tiempo”, explica Margarita Heinsen. “Lo correcto es decirle al niño que le conviene sacar buena nota y alimentarse bien”. Otro ejemplo de manipulación de los padres hacia los hijos es la famosa pregunta. “¿A quién quieres más a papi o a mami?”, una pregunta que podría parecer un relajo o un juego, pero que a la larga tiene sus consecuencias.
Cambiando las reglas y el comportamiento
Con el pasar de los años puede darse el caso de que los padres quieran cambiar la actitud de su hijo manipulador. Mientras más temprano empiece a corregirse el problema es mucho mejor, explica la experta. Aunque lo más recomendable es empezar a cortar de raíz los comportamientos de manipulación desde que el niño es pequeño, muchas veces los adultos esperan hasta el último momento para tomar cartas en el asunto. “Mientras menos coordinados y firmes se manifiesten los padres ante los hijos, más oportunidades tienen ellos para manipular”, indica la educadora Margarita Heinsen.
Lo más recomendable para evitar que la situación siga ganando terreno es decidir un cambio de estrategia. Cuando empiezan a cambiar las reacciones de los padres y a mantenerse reglas firmes en casa, entonces los chicos reaccionan de manera diferente.
En el caso de los adolescentes no funciona el enfrentamiento, por lo tanto hay que estar alertas y los padres deben explicarles que están al tanto de la situación cuando los adolescentes emplean la mentira o tratan de manipular las situaciones. “A veces, cuando quieres dejar claro un límite o una regla, sabes que te tienes que exponer a una situación difícil, el cambio de actitud de los padres, el poner las reglas claras, funciona tarde o temprano, no es magia, pero funciona”, dice Heinsen.
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