La fascinante historia que nació en los aires

La teniente coronel Marisol Chalas es la primera mujer piloto latina de los helicópteros Black Hawk de la Guardia Nacional de los Estados Unidos

Era el segundo mes del año 2006 y el Comando Sur de los Estados Unidos estaba al punto de iniciar su programa humanitario regional Nuevos Horizontes en la República Dominicana. Esta vez el programa – que se lleva a cabo periódicamente con las Fuerzas Armadas de diversas naciones de la región - contaría con la participación de unos 14,000 soldados estadounidenses y dominicanos, por un período de aproximadamente cuatro meses. Batallones de la Guardia Nacional de los Estados Unidos, conformados por civiles de esa nación que donan su tiempo para participar en diferentes misiones a nivel nacional e internacional, también trabajarían lado a lado con los soldados. Esta vez el proyecto contaba con la construcción de cuatro clínicas, y ofrecerían servicios médicos en diversas áreas, incluyendo servicios veterinarios, a unas 18,000 personas durante el tiempo estipulado.

La inauguración de Nuevos Horizontes da inicio a esta historia

El Embajador de los Estados Unidos en el país en ese entonces, Hans H. Hertell, asistiría a la apertura del programa en Barahona. También participarían los altos mandos militares dominicanos y funcionarios civiles de la región y del Gobierno de turno. Punto de reunión: helipuerto del Ministerio de Defensa en Santo Domingo.

Al entrar por la puerta principal del Ministerio - allí, impresionante desde lejos, como sacado de una taquillera película de Hollywood - nos esperaba el Black Hawk, el helicóptero que nos transportaría a Barahona. Ya de cerca nos paramos frente a la majestuosa ave de hierro, que lo único que le parecía exigir a sus admiradores era respeto y admiración.

Los encargados de recibirnos nos ayudaron a abordar el helicóptero, nos sentaron en nuestros respectivos asientos, y nos colocaron los audífonos que cada pasajero debe llevar durante el vuelo. Los pilotos – sin rostros porque ya estaban sentados en sus respectivos asientos con sus cascos puestos – ya estaban listos para despegar.

Cierran las puertas

Sentada al lado del Embajador Hertell, y debido al ruido que producía el helicóptero, decidimos escribirnos notas para comunicarnos en caso de que él tuviese preguntas sobre algún tema específico o algún punto mencionado en las palabras que pronunciaría durante la ceremonia de apertura.

Despegamos

Iniciamos el ascenso y empezamos a escuchar, por medio de los audífonos, la conversación rutinaria de los pilotos. Sin embargo, pese a la conversación, por un momento dejé de escucharlos y me percaté de que mientras subíamos todo el que transitaba dentro y fuera del complejo del Ministerio de las Fuerzas Armadas, incluyendo los vehículos que transitaban por la 27 de Febrero y la Avenida Luperón, se paraban o detenían el paso para ver el despegue del Black Hawk, el impresionante helicóptero del Ejército de los Estados Unidos. Su estructura particular siempre se me ha parecido a la majestuosa águila calva, símbolo número uno de esa nación. Sofisticado en todos los renglones imaginables, el aparato está valorado en mucho más de US$8 millones, y tiene capacidad para transportar 14 personas y 22 mil libras de carga.

Introducido por el Ejército norteamericano en el 1978, entre sus misiones principales están transportar tropas o realizar evacuaciones médicas. También se desarrolló un modelo especial para transportar funcionarios estatales y federales del Gobierno de los Estados Unidos.

Ya un poco relajados, y mirando hacia los lados, de repente escuché una voz fina, casi femenina, quien le decía en inglés a su compañero de vuelo: “Mira, en ese pueblo fue donde yo nací. Este es el pueblo de Bani, y la casa donde yo nací está en esa comunidad”. Aunque sabía que el aparato era piloteado por un estadounidense, por las reglas protocolares del Gobierno de los Estados Unidos que exigen que si uno de sus VIPs viaja en uno de esos aparatos un piloto estadounidense tiene que pilotearlo, pensé que era un copiloto dominicano- después de todo era un programa conjunto - que le estaba mostrando a su colega estadounidense la casa y el pueblo donde nació.

Finalmente llegamos

El vuelo, como es de imaginarse, fue más que rápido. Al bajar del Black Hawk, el Embajador Hertell me dice “¿Qué te pareció el vuelo?” “Excelente, el Cadillac de los cielos”, recuerdo que le contesté, en tono jocoso. “No”, me insistió, “que te pareció LA piloto”. Como no estaba acostumbrada a escuchar el pronombre LA con el término piloto, le dije que no entendía. Calladito, señaló hacia una persona que todavía tenía su casco puesto, pero que a un lado de su casco tenía una bandera dominicana. Sin embargo, su uniforme era el de un piloto norteamericano. Mi cerebro en ese momento no estaba registrando la imagen delante de mí. El Embajador interrumpe mi confusión y me dice: “Vente, que te quiero presentar a alguien...” Nos dirigimos hacia la persona que me había señalado anteriormente. Al ver que el Embajador se acercaba, la persona vestida de piloto se puso en atención. Eso significó quitarse el casco que tenía a un lado la bandera dominicana.

De repente, al quitarse el casco apareció lo que en buen dominicano llamamos una “cola de caballo”. Y, de repente, el milagro. El Embajador me dijo, “Nani, esta es nuestra piloto, Marisol, y es ‘Dominican-American’”.

Tengo que admitir que en pocas ocasiones durante mi profesión de periodista me he quedado muda. Ella, con una sonrisa que luego de tratarla me di cuenta que es su primera tarjeta de presentación, le hizo el saludo correspondiente al Embajador y a mí me plantó un beso en la mejilla.

La Casa de Baní

Finalmente, ya recuperada, le dije, “¿Pero eras tú que estabas señalando una casa cuando pasamos por Baní”? “Sí”, me contestó. “Yo le estaba explicando a mi compañero que nací ahí, en la calle Luis Marcano 23, y que ese es mi pueblo... En realidad no sé por qué me acuerdo de la dirección.” La conversación se interrumpió cuando avisaron que habían llegado los altos mandos militares de ambos países y que la ceremonia iba a empezar.

Antes de separarnos le pregunté si nos transportaría de vuelta a Santo Domingo. Me dijo que sí. Entonces le pedí continuar nuestra conversación durante el almuerzo. “Claro”, me contestó, siempre con la sonrisa a flor de piel. En ese momento no sabía si su sonrisa era porque todavía mi rostro reflejaba la expresión de sorpresa-maravilla. Pero, a lo largo de los años, descubrí que Marisol Chalas, la piloto del Black Hawk, la niña que, a los nueve años, en el 1982, se fue para Massachussets con su familia a intentar ser parte del tan mencionado sueño americano, hasta volaba con una sonrisa. No sé cómo se logra eso, pero así vuela Marisol.

Mientras el Embajador Hertell ocupaba su asiento en la tarima de honor, la cabeza me daba vueltas pensando en las múltiples maneras que podíamos destacar la participación de la Capitana Marisol Chalas en el ejercicio humanitario Nuevos Horizontes.

En la hora del almuerzo la fui a buscar y la llevé a la mesa de los colegas de la prensa. Allí la presenté y rápidamente les hice la historia. Ellos también se quedaron asombrados y todos querían entrevistas, ¡exclusivas! Inclusive, el ya fenecido colega Leo Reyes, veterano periodista del periódico El Nacional por muchos años, con ese estilo tan particular que lo caracterizaba, me pidió una entrevista exclusiva ¡de inmediato! ¡Lamentablemente no se pudo!

Más sorprendidos quedamos todos cuando nos enteramos que la entonces Capitana Chalas había cumplido un tour en Irak, donde su misión era transportar VIPs, soldados y equipos del gobierno desde el Campamento Buehring, en Kuwait, a Basrah, Tallil, y al Campamento Bucca en Irak. También transportaba a los funcionarios estadounidenses que visitaban la región o toneladas de carga para las tropas en combate. No era piloto de combate, aunque sí tenía la preparación necesaria para responder en caso de algún ataque.

En el Programa Nuevos Horizontes era la enlace de aviación entre el Gobierno de los Estados Unidos y el de la República Dominicana, entre otras responsabilidades.

Al final del día, al regresar a Santo Domingo, quedamos en ponernos de acuerdo para posibles entrevistas con los medios dominicanos. “Siempre y cuando mis superiores lo aprueben, no hay problemas”, fue la respuesta de la militar.

Los astros estaban alineados

Al llegar a la oficina de prensa de la Embajada, el ya desaparecido Centro Franklin, rápidamente preparé un “Plan de Medios” para que mi jefe se lo enviara al superior de Marisol. Militares al fin, la respuesta fue rápida. Aprobado. Yo la acompañaría a las entrevistas y ahí empezó una amistad que hoy aún perdura, disfrutando a lo largo de los años los grandes logros que esta chica de Baní ha logrado como militar e ingeniera marítima.

En una de las primeras entrevistas que se publicaron en la prensa dominicana sobre Marisol, la fotógrafa Nicole Sánchez y la comunicadora Giovanna Bonnelly estaban en esos momentos embarcadas en un proyecto de tres años que, al final, se llamaría “100 Mujeres”. Se trataba de un libro y una exposición fotográfica sobre 100 mujeres dominicanas que se habían destacado y logrado abrir las puertas a otras mujeres en sus respectivas áreas. Al ver la entrevista, de inmediato me contactaron. Según explicaron Nicole y Giovanna en una entrevista publicada en Diario Libre en el 2007, la motivación del libro fue “...la violencia. El proyecto surgió en 2004 por el impacto de la violencia que detectábamos en la sociedad y en ese momento nosotras pensamos que podíamos hacer algo. Sabíamos que las cosas estaban mal y de alguna manera una se siente como parte de esto. Nosotras, lo que sabemos hacer es esto, y vimos que podíamos hacer un proyecto relacionado con nuestras profesiones y aportar nuestro granito de arena. Sentíamos que podía llegar a ser una prioridad en nuestra vida, y que debía ser hecho con amor. Aspirábamos a que el proyecto, aunque no fuera a cambiar el mundo, nos hiciera sentir que colaboramos. Buscábamos mujeres que hayan creado un impacto en su entorno, porque la violencia se presenta como estadísticas, pero uno no ve rostros”. Irónicamente, 13 años después, nadie se imaginó que las cifras de violencia de género en el país se iban a disparar a niveles realmente desgarradores e inaceptables.

Y es así como Marisol Chalas es incluida en el libro de las “100 Mujeres”. Entró al libro la representante de la diáspora. De ese casi 20% de nuestra población que se ha ido a otros países en busca de un mejor futuro. Explican las autoras en esa misma entrevista: “Todas las mujeres que conocimos tienen algo en común: la dignidad con la que viven su vida. Sean pocos o muchos los años, se asemejan en la dignidad y el amor y la pasión con que hacen lo que hacen... Eso requiere mucho amor y esa mujer hace su trabajo con tanto amor como Marisol Chalas, que es piloto de del Ejercito norteamericana, que maneja un sofisticado helicóptero Black Hawk. Ella es fantástica y también tuvo que superar muchos obstáculos que quizás nosotras nunca nos hemos planteado en nuestro trabajo”.

El lanzamiento de “100 Mujeres”

El lanzamiento y la exposición fotográfica de “100 Mujeres” se llevaron a cabo en el Parque Independencia de Santo Domingo en el 2007. Al llegar al Parque por el lado oeste de repente vimos una gigantesca banderola ubicada detrás del Altar de la Patria con la fotografía de Marisol, tomada por Nicole Sánchez, con su uniforme militar norteamericano, con su casco en la mano, el mismo que llevaba la bandera dominicana, y el pelo revoloteado por la brisa que solo se produce en las alturas.

Y aquí la historia de Marisol Chalas

El papá de Marisol, Napoleón Chalas, emigró a los Estados Unidos en 1978. Su madre, Dulce Matos, lo siguió en el 1980. Marisol y sus hermanas Tricia y Cornelia se fueron a vivir donde su abuela materna a Mella, en Duvergé. Finalmente, Marisol se marchó con sus dos hermanitas a residir en Massachusetts a la edad de nueve años en diciembre de 1982. En el aeropuerto de Boston se reunió con su mamá y su nueva hermanita Jacquelin, nacida en esa ciudad.

Allí asistió a las escuelas públicas y en el bachillerato un profesor, viendo su potencial en las ciencias, la animó a que fuera a la universidad a estudiar ingeniería marítima. Sus notas demostraban que tenía la capacidad para entrar a la carrera. Pero, sus padres, que según la misma Marisol explica “...llegaron a tener dos trabajos al mismo tiempo para mantener la familia...” no podían pagar el costo de una universidad.

Por esa razón Marisol decide inscribirse en el programa de la Guardia Nacional mientras estaba en el bachillerato. El programa ayuda a los jóvenes, especialmente a los de bajos ingresos, a aprender un oficio o costear la matrícula de la universidad si cumplen con este programa especial de las fuerzas armadas estadounidenses. La Guardia responde a emergencias domésticas, conflictos bélicos, misiones antinarcóticas, participa en proyectos de reconstrucción, y mucho más. Está conformada por voluntarios que dan de su tiempo varias veces al año para cumplir con ciertas misiones y proyectos. La Guardia Nacional es una actividad a medio tiempo, manejada por el estado, mientras que el servicio militar es a tiempo completo y está bajo la dirección del Gobierno federal. Para los estudiantes es un programa importante porque les puede representar un mejor futuro profesional.

Es ahí donde en el 1990 inicia su carrera militar. Hizo el primer año de estudios, pero las exigencias de la Massachusetts Maritime Academy eran sumamente demandantes y decidió suspender los estudios por un año y trabajar “para ganar dinero”.

El suspender sus estudios pudo haber sido un fracaso para Marisol. Pero, su compromiso con ella misma era regresar y terminar sus estudios. Regresó y finalmente recibió su licenciatura como ingeniera marítima. No sólo eso: se graduó con los más altos honores.

Si hay algo que Marisol Chalas menciona en casi todas sus entrevistas y conversaciones privadas es la importancia de contar con guías, o mentores, como ella les llama. Son aquellas personas capacitadas que te puedan orientar. “Mis padres eran relativamente recién llegados al país y no conocían el sistema. Pero yo tuve la suerte de encontrar en el camino a personas que sí me ayudaron a mantenerme en la dirección correcta. Eso era importante y por eso me inscribí en la Guardia Nacional porque ahí encontré estructura, disciplina y posibilidades de entrar a la universidad”.

Su primer mentor fue el profesor de bachillerato. Otro mentor clave fue el de la Academia Marítima. El mismo envió su Currículum Vitae, sin ella saberlo, a la General Electric antes de graduarse y la contrataron. Su primer trabajo fue con esa multinacional en California, y con ellos estuvo 11 años trabajando - entre otras cosas – con proyectos de molinos de viento en Asia, Europa, América Latina y Africa.

En ese entonces Marisol Chalas no tenía la más mínima intención de ser piloto. Pero, en la Academia un representante del cuerpo de Marines de los Estados Unidos la vio ejercitándose e inició una campaña para reclutarla. Si hubiese aceptado la oferta Marisol se hubiese convertido en la primera mujer piloto de los Marines. Debido a su situación económica rechazó la oferta porque lo que quería era trabajar y no comprometerse a tiempo completo con las Fuerzas Armadas de esa nación.

Una vez en California formalizó su traslado a la Guardia Nacional de ese estado. Cuando se reportó por primera vez a su nueva unidad de la Guardia Nacional su antigua comandante, Capitana Diana Craun, no podía creer que ella se inscribiera en la unidad con sus credenciales académicas. De inmediato, la Capitana Craun motivó a Marisol a que se comisionara como oficial. Es aquí cuando Marisol empieza a investigar las posibilidades de no solo ser oficial, sino de iniciar entrenamientos para ser piloto de la Guardia Nacional. Sin embargo, esos planes se derrumbaron rápidamente en California cuando le dijeron que las posibilidades de ella entrar a la escuela de pilotos eran mínimas o ningunas. Sin embargo, esta vez los astros también estaban alineados.

Su trabajo civil la transfirió a su sede en el estado de Georgia. Allá no sólo solicitó su entrada a la Escuela para Candidatos a Oficiales en la Georgia Military Academy, un programa de 18 meses, sino que también la aceptaron en el programa de entrenamiento Army Initial Entry Rotary Wing, en Fort Rucker. En el 2001 fue nombrada Segundo Teniente.

La hoy Teniente Coronel Marisol Chalas sabía que su inició en la escuela de aviación sería difícil, pero nunca se imaginó que algunos de sus propios instructores tratarían de troncharle el camino. Uno de sus instructores llegó a decirle que a las mujeres les toma mucho más tiempo aprender a volar un avión. “Eso fue lo único que tuve que escuchar para trabajar aún más duro”.

“Durante su entrenamiento habían tres mil pilotos de helicópteros Black Hawks y sólo 120 mujeres. Fui la primera latina en entrar en el programa de la Guardia Nacional...y fue ahí donde me di cuenta que no importa de dónde eres, si eres hombre o mujer, si eres humilde o no. Si lo quieres, lo puedes lograr y eso fue lo que hice”.

Aunque había sido rechazada anteriormente por otros institutos y academias, volvió a intentar su ingreso y no sólo lo logró sino que se graduó con los máximos honores.

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“Así como he recibido apoyo a lo largo de todos estos años, así trato de apoyar a los jóvenes que necesitan orientación. Participo en programas donde personas como yo, u otros profesionales, acompañan a jóvenes que están tratando de encontrar su camino”. Lo importante es motivarlos para que logren sus sueños. “Algo que siempre les digo es que traten de estudiar las ciencias, matemáticas, porque eso es lo que más necesitamos”.

Una experiencia vivida fue en el mismo Parque Independencia, durante la exposición de “100 Mujeres”. Las niñas venían donde mí, algunas con lágrimas en los ojos, y me decían que ya sabían que podían lograr sus sueños porque ya yo había logrado los míos.

¿Cómo llega a ser la primera mujer piloto de Black Hawk en la Guardia Nacional de los Estados Unidos?

No hay suficiente espacio en este artículo para incluir todas las distinciones, medallas, honores, cursos especializados, maestrías y misiones especiales que la Teniente Coronel Chalas ha recibido y realizado durante sus 30 años en la milicia. Entre otras responsabilidades, por mencionar solo algunas, ha sido Oficial de Intercambio con las Fuerzas Armadas Canadienses y los Estados Unidos; es miembro de la Sociedad de Honor de Comandantes del Ejército de los Estados Unidos y fue aceptada y completó el prestigioso Programa Estratégico del Instituto de Política Mundial en Washington, con honores. También concluyó una Maestría en Asuntos Legislativos de la George Washington University. Es egresada del Programa en Tecnología Nuclear de la General Electric. Y para también ejercitar su cuerpo es Cinturón Negro Certificado Six Sigma.

Su vieja universidad, el Massachusetts Maritime Academy, la nombró Persona Marítima del Año en el 2011 donde también es miembro de su Junta de Directores y Directoras. También, fue elegida por el prestigioso programa “Estadounidense por Elección”, del Servicio de Aduanas y Migración (USCIS, por sus siglas en inglés), y otorgado a personas que se naturalizan y que han hecho contribuciones al pueblo estadounidense que van más allá de lo imaginable.

En los últimos años trabajó como Fellow Legislativa de la Congresista Betty McCollum de Minnesota.

Algo importante en su carrera militar es el apoyo que siempre ha recibido de la Women´s Air Force Service Pilots (Mujeres Pilotos de la Fuerza Aérea).

Se emociona cuando habla de estas mujeres pilotos, las que dieron los primeros pasos para que una mujer como ella, la ahora Teniente Coronel Chalas, llegara a la posición que hoy ocupa: primera latina piloto de helicópteros Black Hawks. “Cada vez que leo como se inició este proyecto, y cómo ha evolucionado, la piel se me eriza. Esas mujeres fueron y son extraordinarias, dedicadas y verdaderas heroínas. Gracias a esas pioneras... que encontraron el camino para lograr sus sueños, aun cuando le decían que ´no´... yo hoy puedo ser piloto de las Fuerzas Armadas. Yo saludo y le doy las gracias a cada una de ellas por el excepcional ejemplo que han sido para tantas mujeres alrededor del mundo”.

En una de sus entrevistas en el país admitió varias veces que no fueron ni una ni dos veces que se iba a dar por vencida, “a tirar la toalla”, por la discriminación que sufrió al principio de su larga carrera. No obstante, se quedó, superó los retos, y en la actualidad la Teniente Coronel Marisol A. Chalas, del Ejército de los Estados Unidos, es la Asistente Legislativa del 37avo Sub-jefe del Estado Mayor del Ejército estadounidense, con sede en Washington.

—¿Qué piensas traerá el futuro?

“Yo tengo un pensamiento muy mío que siempre me repito: ´Haz tu plan y dale a Dios la goma de borrar´. Todavía sueño con casarme, si ese es el plan de Dios. Y espero que todos los días pueda continuar inspirando a otras personas – que pueden ser niñas, niños, o simplemente personas que necesitan recibir esa dosis de inspiración para llevar a cabo ese salto de fe, no importa cuál sea su meta”.

También, continuar trabajando con el Ejército de los Estados Unidos, con la comunidad y con Quisqueya. “Ruego siempre permanecer con los pies en la tierra y humilde, y nunca olvidar mis raíces”.

—Finalmente, ¿Qué significa para ti pilotear un Black Hawk?

Su tono de voz cambia inmediatamente ante la pregunta y se palpa la emoción: “Pilotear el Black Hawk es algo fuera de serie. A mí me pagan para manejar un aparato millonario, y a ese aparato no le importa que tú seas americana, latina, negra. No importa si naciste en los Estados Unidos o en otro país, si eres hombre o mujer. Para volar un Black Hawk se necesitan dos pilotos, no un piloto y un copiloto. Lo único que tienes que hacer es cuidarlo y hacer que tu viaje sea la mejor de las experiencias”.