Tuchel en la tormenta

Luis Miguel Pascual

París, 26 nov (EFE).- La victoria del París Saint-Germain contra el Leipzig en la cuarta jornada de la fase de grupos de la Liga de Campeones dejó con vida al equipo francés en la competición, pero no sirvió de bálsamo a su entrenador, Thomas Tuchel, que no despejó las dudas sobre su puesto con un juego pobre y errático.

La víspera del duelo, preguntado por la posibilidad de que fuera destituido si no ganaba al Leipzig, sinónimo de virtual eliminación, el entrenador alemán bromeó: 'No lo creo, nadie me ha confirmado en el puesto y eso es buena señal'.

Tras el duelo, el entrenador volvió a recuperar el tono iracundo e las últimas semanas, como si el ambiente que rodea al club hubiera terminado por generarle una paranoia contra sus superiores, la prensa y todo lo que esté fuera del vestuario.

Nada queda del ambiente amable que Tuchel había impuesto en el PSG desde su llegada hace dos campañas. Siempre sonriente, accesible, respetuoso, el entrenador trasmitió al club una sensación de serenidad que acabó por traducirse en el campo.

El técnico aterrizó en París con la intención de seducir a un club y una ciudad, sabedor de que su currículum no correspondía al puesto de dirigir a uno de los proyectos más ambiciosos de Europa y que su nombramiento correspondía más a una iniciativa de Catar que a una decisión deportiva.

Pero de su mano, el PSG rompió un techo, alcanzó su primera final de la Liga de Campeones que ilusionó a una hinchada que comenzaba a impacientarse, al igual que los propietarios cataríes del club.

Sin embargo, tras perder aquella final, la imagen de yerno perfecto que proyectaba Tuchel se ha ido deteriorando en una campaña marcada por la crisis de la COVID-19.

AMBIENTE DETERIORADO

El ambiente se fue deteriorando a medida que el club dejó de inyectar ingentes cantidades de dinero. La pandemia colocó al PSG, como al resto de los clubes, en situación de prudencia, lejos de las grandes inversiones que hicieron crecer el proyecto.

La corriente dejó de pasar entre Tuchel y el director deportivo, Leonardo, hasta el punto de que, uno y otro, se lanzaban dardos envenenados a través de la prensa.

El entrenador, que vio cómo se marchaban algunos de los pilares de los últimos años, como el defensa brasileño Thiago Silva o el atacante uruguayo Edinson Cavani, no veía llegar sustitutos de la misma talla.

Los resultados tampoco fueron tan brillantes. Dos derrotas en Europa y tres en la liga en 11 partidos, el peor balance desde que en 2011 el club pasó bajo pabellón catarí.

La situación se fue degradando y Tuchel perdió su sonrisa. Sus ruedas de prensa, en las que destilaba simpatía, dejaron paso a amargas intervenciones, cargadas de respuestas llenas de amargura.

Un deterioro que tuvo su máxima expresión tras el duelo contra Leipzig, cuando combinó respuestas monosilábicas con reproches a las preguntas, que le exigían una explicación sobre la mala imagen que dejó el PSG.

AISLADO

Tuchel, el hombre que de la sonrisa eterna, es ahora un técnico agrio, acorralado en su puesto, colgado a los resultados y sin aliados fuera del vestuario.

De dentro no sale ninguna crítica, pero tampoco mensajes de apoyo, lo que convierte al entrenador en un electrón libre.

La prensa asegura que si Leonardo no le ha destituido ya es porque le falta una excusa deportiva y porque las apreturas de cinturón que impone la pandemia dejan poco margen al pago de indemnizaciones y a nuevos fichajes.

En vísperas de la crucial visita del Leipzig, 'L'Équipe' aseguraba que, en caso de derrota, solo dos factores protegían al entrenador: la crisis económica y la ausencia de un sustituto de garantías en el mercado.

Tuchel ganó tiempo, pero sigue aislado en medio de una tormenta que solo puede capear con triunfos. EFE

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