EL pacto de los 10 MM de turistas (3 de 3)

Explotar más el producto turístico de la naturaleza en el país podría ser una de las ofertas.

La meta de traer 10 millones de turistas para el año 2022, como propone Danilo Medina, requeriría, además de una ambiciosa estrategia de adecuación y desarrollo del producto turístico de la República Dominicana, de una inversión mínima de US$1,250 millones por parte del sector público durante cinco años.

Para lograr los 10 millones de turistas que el candidato Danilo Medina propone para el 2022 la nación tendría que hacer un hercúleo esfuerzo. No sólo se requeriría una ambiciosa estrategia de adecuación y desarrollo del producto turístico, sino también los recursos para poder ejecutarla. Un estimado a vuelo de pájaro supondría una inversión mínima de US$1,250 millones por parte del sector público a realizarse en cinco años.

¿Cuáles serían las intervenciones claves y cuáles sus montos de inversión? Para su cabal estimación necesitamos un plan que defina un modelo sostenible (PLANTUR). Ahora que la Estrategia Nacional de Desarrollo pronto recibirá la sanción congresional, su elaboración debe acometerse ya porque ella misma lo exige. A falta de tal plan, y sin que se haya logrado el acuerdo nacional que el candidato propone, lo que sigue presenta una visión de quien esto escribe, identificando a guisa de ejemplo y desde la óptica de la política publica, medidas e inversiones mayores a realizar.

Lo primero seria la fusión de los ministerios de Turismo y Medio Ambiente, porque la prioridad máxima es desarrollar y adecuar el producto turístico. (El ambiente físico es su base.) Una gerencia conjunta de esos ministerios no solo elevaría la conciencia pública sobre la imbricación de sus respectivos campos, sino también que el mayor peso político de la entidad resultante aumentaría la eficiencia del sector público en esas áreas. Por supuesto, esto estaría engarzado con un plan de fortalecimiento institucional que entronice la carrera administrativa.

Para diversificar el producto se acometerían grandes proyectos emblemáticos. Un primero sentaría las bases para el despegue turístico del suroeste. Esto implica invertir en un aeropuerto en Cabo Rojo y en las obras de infraestructura que requiere el proyecto de la Comisión Ambiental de la UASD y de la Academia de Ciencias. Eso costaría US$100 millones y debe ser complementado con la adecuación de las playas de Barahona a un costo adicional de US$50 millones.

Detonar el turismo en Montecristi resultaría algo más retador. Una buena carretera que enlace a Puerto Plata con Cabo Haitiano seria un gran estimulo, pero la naturaleza de las playas de ese litoral apuntan hacia un desarrollo inmobiliario para turismo medico y de la tercera edad. Por razones de equidad en el desarrollo, al área de Montecristi se le debe destinar otros US$100 millones para ser gastados en la ejecución de un plan bien concebido.

Luego vendrían varios proyectos de grandes productos nuevos. El Centro de Convenciones de Santo Domingo se llevaría unos US$50 millones, mientras una playa artificial en Sans Souci podría costar otra cantidad igual. La tripleta de la capital la completaría un proyecto de rehabilitación y desarrollo de la Ciudad Colonial que requeriría otros US$50 millones (en la actualidad se diseña uno con auspicios del BID). Para los centros históricos de Santiago, San Pedro y Montecristi irían otros US$50 millones.

También se adoptarían las recomendaciones de Jacques Attali y se crearía un centro ecoturístico en el centro del país, tal y como seria una estación de nieve en el Pico Duarte, lo que supondría una inversión de unos US$100 millones. Por lo sugerido por Attali también se destinaría la Isla Catalina para un enclave de alto lujo, pero eso no debería costar nada al Estado. Al sector privado le tocaría también, con la facilitación estatal, desarrollar un gran parque temático en Bávaro y una pista para carreras de Formula 1 en las cercanías.

En la adecuación de puertos para fomentar el turismo de cruceros debe gastarse otros US$150 millones. (Eso incluiría el de Puerto Plata y las obras necesarias en Barahona y Santo Domingo.) En carreteras turísticas (incluyendo la de Nisibon-Sabana de la Mar-Autopista Samaná) se gastarían otros US$150 millones. Mientras, en mejorar el sistema educativo turístico se invertirían otros US$50 millones. Y ya van US$850 millones.

Luego se gastaría US$80 millones en desarrollar una docena de áreas protegidas para ser mas sosteniblemente usufructuadas por los turistas. En restauración de ecosistemas (tanto en el Este, Norte y en Juan Dolio) se gastarían otros US$50 millones. Pero una mayor inversión de US$150 millones seria requerida por el área de Bavaro-Punta Cana para desarrollar a Verón como pueblo, blindar los acuíferos y hacer una planta de tratamiento de aguas servidas. Los residuos sólidos y su reciclaje en la zona lo manejaría una empresa privada (una alemana lo propuso hace un par de años).

Para que el país tenga por lo menos un destino que se venda como "carbono neutro" se podría gastar otros US$20 millones en Cabarete. Y otros US$100 millones se gastarían en proyectos de desarrollo tecnológico, eslabonamientos intersectoriales, estándares y certificaciones, seguridad y salud y de turismo comunitario.

¿De donde provendrían estos US$1,250 millones? Por los menos US$250 vendría del presupuesto nacional, en vista de que algunas de las obras serian, ceteris paribus, cubiertas por el. Lo ideal es que lo otro provenga, previa petición urgente del gobierno, de prestamos del BID y del Banco Mundial, a fin de asegurar una estricta supervisión y control. Los bonos soberanos no son una opción de financiamiento deseable dada su porosidad política.

Por supuesto, no hay garantía de que el PLANTUR prescriba estos proyectos ni que haya el acuerdo nacional para aprobar este nivel de gasto público en turismo. Aquí se adelanta una visión como insumo para mejor ponderar la propuesta de los 10 millones de turistas. Este programa de inversiones tiene el potencial de provocar el gran salto en el flujo, pero mucho dependerá de la reacción del sector privado y su capacidad para producir los alojamientos adicionales. Por eso las otras estrategias del PLANTUR serian cruciales. Mientras, estemos conscientes de que el logro de esa meta representa un enorme --pero posible-- reto nacional.

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