El mayor templo hindú del mundo fuera de Asia está en Nueva Jersey
Un proyecto de 12 años y 95 millones de dólares
El hinduismo es todavía una religión minoritaria en Estados Unidos, pero sus 2.5 millones de fieles disponen desde el pasado octubre de un gigantesco complejo más grande que la Basílica de San Pedro en el Vaticano, y que se ha convertido ya en el mayor templo hindú del mundo fuera del continente asiático.
El templo de Akshardham despliega unas cifras impresionantes: 185 acres de extensión (74 hectáreas), diez mil estatuas esculpidas en 57,000 metros cúbicos de piedras de distinto tipo y doce años necesarios para levantar este templo que se alza junto a Robbinsville, una pequeña localidad de Nueva Jersey que ha salido del anonimato gracias al santuario.
Con 2.5 millones de seguidores, el hinduismo es una religión minoritaria en Estados Unidos pero en crecimiento. Si en la media del país apenas superan el 1 %, en Nueva Jersey suponen un 3 %, y ya comienzan a verse en este estado contiguo a Nueva York barrios hindúes con sus tiendas de saris y silwar kamís, y abundantes restaurantes donde reinan los aromas de sándalo y cardamomo.
No es casual que la congregación hindú que ha construido el templo, BAPS, haya elegido Nueva Jersey para situar su complejo: primero, por la mayor masa de hindúes en el estado, pero además por la cercanía de Nueva York y la fácil accesibilidad al lugar, ya que el BAPS pretende dar a conocer el hinduismo y "hacerlo más comprensible y accesible" para el público norteamericano, según explica a EFE Sidhart Dubal, que acompaña a los periodistas en unas visita guiada.
El templo de Akshardham, cuya entrada es gratuita, ha sido erigido en honor a la memoria del 'yogui' Nilkanth Varni, quien con solo 11 años emprendió un viaje espiritual de siete años (hasta 1792) en el que recorrió 13,000 kilómetros desde el Himalaya hasta Kanyakumari, extremo sur del subcontinente indio, para acabar en Gujarat, donde comenzó el culto a su persona.
Una estatua dorada del yogui con la rodilla levantada y de 15 metros de altura da la bienvenida a los visitantes, que en un sábado de julio, y pese al calor achicharrante, acuden igual por miles al lugar, unos a rezar en el 'mandir' (el oratorio), y otros sencillamente atraídos por un monumento sin par en Nueva Jersey.
Según la organización, miles lo visitan cada día y en los fines de semana llegan a ser decenas de miles, y tiene a gala subrayar que representan "un mosaico de gentes de toda condición".
Fue en tiempos del gurú Pramukh Suwami Maharajá (1921-2016) cuando el BAPS eligió el emplazamiento de este templo que supondría un salto adelante en la presencia de templos hindúes en Norteamérica (ahora hay 200): su imagen, como las de otros gurús que le precedieron y le sucedieron, aparece representada en Akshardham en distintas posturas, mezclada con esculturas de músicos, bailarinas y artesanos que jalonan los distintos templetes junto a los elefantes, los monos y los cisnes.
Miles de voluntarios y millones de dólares
BAPS no escatimó en gastos, pues transportaron hacia la India los materiales más nobles -mármol de Grecia e Italia, madera de teca de Birmania, piedra caliza de Bulgaria e India...-, para que los artesanos locales las labraran según un minucioso plan y luego las trasladaran a Estados Unidos.
Una piscina situada tras la estatua del yogui fue alimentada con agua procedente de todos los estados de EE.UU. más algunos de los ríos sagrados del hinduismo.
La organización recuerda que el complejo ha sido levantado gracias al trabajo de 12,500 voluntarios, seguidores suyos en Estados Unidos, que se han ocupado de ensamblar -"como si fuera un mueble gigante de IKEA", explican- las piezas confeccionadas por los artesanos en la India y expedidas por barco.
¿Cuánto ha costado este proyecto faraónico? Los organizadores no quieren dar cifras, dicen que la importancia de su proyecto no se mide solo por el dinero (algunos medios han adelantado la cifra de 95 millones de dólares). ¿Y quién ha financiado tamaña obra? También ahí los guías se muestran evasivos, pues insisten en que es una tarea colectiva, de donantes que han aportado lo que podían, y que ninguno de ellos merece protagonismo por encima de los demás.
El funcionamiento del complejo -donde junto a los santuarios hay una tienda, un restaurante y una escuela donde los niños pueden aprender algunos principios del hinduismo y las lenguas sagradas, el sánscrito o el gujrati- sigue estando en manos de voluntarios, hombres y mujeres, que se despliegan a razón de 100 en un día normal y 150 los fines de semana.
Y si bien abundan las familias hindúes llegadas para pasar un día en su elemento, Akshardham aspira sobre todo a mostrar a los visitantes ajenos "el mensaje universal del hinduismo" de paz y respeto por el prójimo, e invitarlos a compartir juntos "un momento de reflexión", cuenta Dubal.