¿Qué pasa si Biden o Trump abandonan la carrera presidencial en EEUU?
Si Joe Biden o Donald Trump abandonaran la carrera antes del final de las primarias, la última palabra la tendrían los delegados de las dos convenciones.
La revancha entre Joe Biden y Donald Trump en las presidenciales de noviembre en Estados Unidos es casi segura, pero... ¿qué ocurriría si, por la razón que fuera, uno de los dos no participa en los comicios? Una inmensa confusión política.
¿Por qué?
¿Por qué motivo el presidente demócrata, de 81 años, o su predecesor republicano, de 77, no estarían en las papeletas el 5 de noviembre?
De confirmarse el duelo, gane el que gane se convertiría en el presidente estadounidense de más edad en jurar el cargo.
Que se sepa ninguno de los dos padece enfermedades graves pero el riesgo de muerte o de problemas de salud aumenta con la edad.
¿Y una jubilación voluntaria? "Es una elucubración increíblemente ridícula", asegura Rachel Bitecofer, estratega demócrata.
Joe Biden suele repetir que es el candidato mejor cualificado, a pesar de que las encuestas muestran que a los votantes les echa para atrás su edad.
"¿Qué se supone que tienes que decir? 'Oh, está bien. Va a hacer un triatlón mañana... En fin. Tiene 81 años", declara Adam Smith, un influyente congresista demócrata. "Nadie destacable se ha presentado contra él, así que aquí estamos", prosigue.
Donald Trump se enfrenta a decenas de años de cárcel en varios casos penales. Pero el republicano no parece dispuesto a dar un paso atrás, pese a la amenaza de una posible condena antes de las elecciones.
¿Cómo?
Si Joe Biden o Donald Trump abandonaran la carrera antes del final de las primarias, la última palabra la tendrían los delegados de las dos convenciones, es decir, "8.567 personas de las que nunca has oído hablar", con perfiles muy distintos, explica Elaine Kamarck, investigadora del Brookings Institute, en una nota reciente.
Los demócratas vivieron un situación más o menos comparable el 31 de marzo de 1968, cuando el presidente Lyndon B. Johnson anunció públicamente que no se presentaría a un segundo mandato, en plena guerra de Vietnam.
En cualquier caso el resultado de las convenciones (la republicana tendrá lugar del 15 al 18 de julio y la demócrata del 19 al 22 de agosto) se conoce de antemano debido a que cada estado ha celebrado primarias.
Si Joe Biden o Donald Trump se retiraran antes del verano boreal, "sería el tipo de convención en la que todos los golpes están permitidos", predice Elaine Kamarck.
¿Y si le ocurre algo al candidato nominado entre la convención y las elecciones? En ese caso el "comité nacional" de cada partido celebraría una sesión extraordinaria para designar al candidato.
Entre los republicanos, el partido está en proceso de remodelación y Donald Trump ha sugerido colocar a su nuera Lara en su equipo directivo, lo que daría al bando de Trump un enorme peso en la elección de un posible sustituto.
¿Quién?
Esta es la pregunta más abierta.
Ninguna norma establece que el compañero de fórmula reemplace automáticamente al candidato en ejercicio.
Joe Biden ya ha designado a la vicepresidenta Kamala Harris para hacer campaña con él, pero Donald Trump aún no ha hecho oficial su elección.
Entre los demócratas, Kamala Harris, la primera mujer y afroestadounidense en el cargo, podría tener que enfrentarse a otras personalidades como los gobernadores Gavin Newsom, Gretchen Whitmer y Josh Shapiro.
Del lado republicano, "el panel es más pequeño", explica Hans Noel, profesor de ciencias políticas de la Universidad de Georgetown, porque las primarias, dominadas por Donald Trump, han dejado huella.
Menciona los fuertes ataques del expresidente contra el gobernador de Florida Ron DeSantis, que ya ha tirado la toalla, o contra la exembajadora ante la ONU Nikki Haley, odiada por muchos trumpistas, que todavía resiste.
"Nikki Haley podría haber estado bien posicionada antes, pero ahora a cualquiera a quien le guste Trump no le gustará ella", dijo.
Finalmente, queda un último escenario: la aparición de un candidato independiente.
Pero hasta ahora ningún candidato independiente, ni siquiera uno relativamente popular, ha representado realmente un peligro para el sistema bipartidista.
En 1992, el empresario texano Ross Perot, candidato independiente, había obtenido, por ejemplo, el 19% del voto popular, pero no pudo conseguir ninguno de los votos que realmente cuentan: los de los 538 electores que, estado por estado, determinan el resultado de la votación.