La información clasificada de EE.UU. que Rocha facilitó a Cuba, el desafío de los investigadores
El impacto de la traición de Rocha en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba
Mientras el exembajador de EE.UU. y nacionalizado dominicano, Manuel Rocha se declaraba inocente de 15 cargos federales desde la cárcel este martes, los investigadores del FBI y del Departamento de Estado han trabajado para descifrar la pieza faltante más grande del caso: exactamente qué pudo haber entregado a Cuba el veterano diplomático. Es una evaluación de daños confidencial que se cree que tomará años, complicada por el con frecuencia turbio mundo de la inteligencia.
La AP habló con dos docenas de exfuncionarios sénior de contrainteligencia de Estados Unidos, desertores cubanos de inteligencia y amigos y colegas de Rocha para reconstruir lo que se sabe hasta ahora sobre su traición, y las pistas no captadas y las señales de alerta que podrían haberlo ayudado a evitar el escrutinio durante décadas.
No fue sólo el informante de Rodríguez, a quien se negó a identificar ante la AP, pero dijo que fue entrevistado recientemente por el FBI. Los exfuncionarios dijeron a la AP que, a principios de 1987, la CIA sabía que Fidel Castro tenía un súper infiltrado —un "súper topo"— escondido en lo más profundo del gobierno de Estados Unidos. Algunos ahora sospechan que pudo haber sido Rocha, y que al menos desde 2010 podría haber estado en una lista corta entregada al FBI de presuntos espías cubanos que ocupaban altos cargos en los círculos de política exterior.
El abogado de Rocha no respondió a repetidos mensajes en busca de comentarios. Tampoco el FBI y la CIA.
"Este es un error monumental", dijo Peter Romero, ex subsecretario de Estado para Latinoamérica, quien trabajó con Rocha. "Todos nosotros estamos haciendo un enorme examen de conciencia y a nadie se le ocurre nada. Hizo un trabajo increíble para cubrir sus huellas".
"Todo fue parte de un plan"
Tras unirse al servicio exterior en 1981, uno de los primeros destinos de Rocha en el extranjero fue como oficial de asuntos político-militares en Honduras, donde asesoró a los Contras en su lucha contra los rebeldes de izquierda respaldados por Cuba en la vecina Nicaragua.
En 1994 llegó a la Casa Blanca para trabajar como director de Asuntos Interamericanos en el Consejo de Seguridad Nacional con responsabilidad sobre Cuba. Ese mismo año, escribió el memorando "Una respuesta calibrada a las reformas cubanas", en el que instó al gobierno de Bill Clinton a comenzar a desmantelar las restricciones comerciales de Estados Unidos, según Peter Kornbluh, quien entrevistó a Rocha para un libro publicado en 2014.
El secretario de Estado planeaba anunciar la reforma política después de las elecciones intermedias en Estados Unidos, según Kornbluh. Pero ese discurso nunca fue pronunciado. Los republicanos de línea dura que tomaron el control del Congreso promulgaron una legislación en 1996 que endureció el embargo y bloqueó cualquier intento de mejorar las relaciones con La Habana.
Desde Washington, Rocha fue enviado a La Habana, donde dos años fue el principal representante de la Sección de Intereses de Estados Unidos. Era una época peligrosa —tras la secuela del derribo aéreo en 1996 de un avión civil de propaganda de la organización benéfica estadounidense Brothers to the Rescue (Hermanos al Rescate) sobre territorio de Cuba, que mató a cuatro opositores de Castro_, y la DGI habría tenido acceso casi sin restricciones al diplomático.
El mayor favor conocido de Rocha a Cuba, intencional o no, se produjo durante su último y más importante cargo diplomático, como embajador de Estados Unidos en Bolivia, cuando intervino en las elecciones presidenciales del país para ayudar a un protegido de Castro.
En un evento en la embajada en 2002, Rocha insertó en sus comentarios cuidadosamente estudiados una advertencia a los bolivianos de que votar por un narcotraficante —una referencia no tan velada a Evo Morales, cultivador de coca convertido en candidato presidencial— llevaría a Estados Unidos a cortar toda la ayuda extranjera.
"Lo recuerdo vívidamente. Me sentí muy incómoda", dijo Liliana Ayalde, colega del servicio exterior quien más tarde se desempeñó como embajadora de Estados Unidos en Paraguay y en Brasil. "Le dije que no era apropiado que el embajador hiciera esas declaraciones cuando las elecciones estaban a la vuelta de la esquina".
La reacción fue inmediata. Morales, hasta entonces una posibilidad remota, subió en las encuestas y casi gana la presidencia de Bolivia. Tres años más tarde, cuando prevaleció, le dio crédito a Rocha como su "mejor jefe de campaña".
Hoy, Ayalde se pregunta si la última acción de Rocha como funcionario del servicio exterior fue un acto de autosabotaje realizado bajo la dirección de una potencia extranjera para dañar aún más la posición de Estados Unidos en Latinoamérica, tradicionalmente conocida como "el patio trasero de Washington".
"Ahora que lo veo en retrospectiva", dijo, "todo fue parte de un plan".
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