¡Que todos los días sean de Navidad!
El merenguero le desea al pueblo dominicano unas felices pascuas
Nos llega la Navidad, esa época de amor, paz y reconciliación. Época que se matiza con diversos colores, rojos, azules, amarillos, verdes, dorados, plateados, que dan magia a la vida y alegran el corazón. Colores que marcan felicidad, que transmiten efusividad, afecto, aprecio, unión y que a su vez, ayudan a despejar y dar luz a toda la bruma, inseguridad e incertidumbre que en todas las épocas se pinta o viste de grises y negros; a eso, que saca lágrimas, revive recuerdos tristes o sufrimientos.
En estas navidades, aunque nos falte el pan en la mesa, aunque nos falte la uva, la manzana, o aunque nos sobre el lechón, oremos porque no nos roben el derecho a ser felices, el derecho a ser libres, el derecho a sonreír, el derecho a soñar.
Que en estas navidades el Niño Dios nos cubra de bendiciones abundantes en amor, salud y que por nada en el mundo se nos imponga la impotencia.
Divino Niño, sé tú quien nos regale en estas navidades esa transformación interior donde se instaure y prime el amor para que haya una voluntad popular que se erija, donde reine el respeto, la transparencia, el bienestar y se promulguen leyes que apunten a la decencia y el decoro.
Y que todo aquel que sólo con el pensamiento se atreva a contravenir estas leyes, como por arte de magia su mente y su cuerpo queden inhabilitados de por vida para verbalizar o ejecutar cualquier acto que nos aleje de nuestra esencia.
Desde la música, y a ritmo de merengue, suenan trompetas que anuncian la llegada del Niño Dios, y en este magno evento, deseamos fluyan los éteres para que todos los días sean de Navidad, progreso, manos limpias y una disposición consensuada de instaurar tranquilidad y paz. Este pueblo de grandes aspiraciones, también se une en el canto de los “gozos” previa la llegada del Niño. Te pedimos y suplicamos llenes de humildad y colmes de conciencia todos los corazones dominicanos y que toda la fuerza del amor que nos une en esa alegría que nos caracteriza alcance la dimensión necesaria para desviar todos los tornados extraños que amenazan mantenernos envueltos en turbulencias y tormentas que tienden a desdibujar nuestra alegría tradicional y la que nos trae la Navidad.
Un pueblo como el nuestro, que con gran orgullo está tejido de pentagramas, tambora y güira, no merece ni puede sufrir un embate de prácticas institucionales desafortunadas e inusitadas. Deseamos en esta Navidad que el Niño Dios nos resguarde y nos proteja, porque no somos de esa cultura. Ayúdanos y defiéndenos de la desprotección. Llévanos de regreso a la pelota, a nuestras celebraciones, al romo y bailar pegado. Nos quieren arrinconar, distraer y descontextualizar con desfachateces a las que quedamos impotentes. Se nos está despersonalizando.
Imploramos que la inmensa pureza y misericordia que llega con tu nacimiento nos acompañe y nos ayude a sacudirnos y despertarnos de esa pesadilla que vemos como “fantasmas”. Espanta y ahuyenta con el mejor de los inciensos para siempre todos esos fantasmas y espíritus de corrupción y barbaries que nos quieren devorar.
Divino Niño Jesús elevamos esta plegaria para que en tu infinito amor y ternura nos saques de una buena vez de esos recovecos y alborotos a los que por estos tiempos nos hemos visto abocados por esos brotes y procesos de descomposición sociocultural que arrastran de propio los vientos de esas prácticas desafortunadas e inusitadas que se cuelan hasta por las hendijas más finas.
Estamos unidos en un solo clamor para que tú nacimiento Divino Niño nos libre de la desprotección, nos dé la certeza y la dicha que permita hacer realidad este sueño tan anhelado iluminando el trayecto que nos toca seguir caminando para las navidades que vienen.