Madonna en Rio: concierto histórico en Copacabana
La artista estadounidense de 65 años cerró de The Celebration Tour en una noche calurosa, en la que derrochó energía y mezcló música con performance, cabaret y baile
Madonna lo dio todo en Rio de Janeiro al repasar su carrera de cuatro décadas en un histórico show que hizo vibrar la mítica playa de Copacabana repleta de gente.
La artista estadounidense de 65 años cerró de The Celebration Tour en una noche calurosa, en la que derrochó energía y mezcló música con performance, cabaret y baile.
Pasadas las 22H30 locales llegó al escenario de 800 m2 por una larga pasarela elevada desde el emblemático hotel Copacabana Palace, donde se aloja desde que llegó el lunes a la ciudad.
Su interpretación de "Nothing Really Matters", un himno a la resiliencia, fue el inicio de un derroche de energía brutal.
"¡Aquí estamos, Rio, el lugar más bonito del mundo!", saludó la diva, que arrancaba lágrimas de emoción en el público, que se preveía alcanzara 1,5 millones.
"Holiday" le sirvió para recordar sus inicios, cuando llegó con 35 dólares en el bolsillo a Nueva York, pero "con un sueño".
Con decenas de cambios de decorado y trajes, espectaculares luces y muchas pantallas gigantes a lo largo de la playa, Madonna dejó constancia de su infinita capacidad de innovar.
Pasó de colegiala de minifalda a católica irreverente con su capa negra mientras luminosas cruces daban vueltas a su alrededor, en "Like a Prayer", un tema que le costó la excomulgación de la Iglesia católica.
En "Live To Tell" rindió un homenaje a víctimas del sida, entre ellos Freddie Mercury y el legendario músico brasileño Cazuza.
Siguieron simulacros de masturbación y mandalas humanos de bailarines que emitían sensuales gemidos sobre música electrónica...
Porque la Madonna erótica tuvo un rol preponderante hasta cuando agradeció a Rio, "que ama hasta mi 'pussy'".
Y le siguó la Madonna madre, que presentó con orgullo a su hija Mercy James mientras tocaba el piano.
Homenaje a Brasil
El amor de la reina del pop por Brasil tuvo su momento, primero con Anitta, la reina del funk, el género salido de las favelas cariocas.
Ambas compartieron un número como jurados de un desfile de bailarines en "Vogue", entre ellos Estere, otra de las hijas de Madonna. No obstante, Anitta no cantó.
Sí lo hizo la otra invitada local, la cantante drag Pabllo Vittar, que subió al escenario con un grupo de chicos que tocaban tambores.
Fue el turno de "Music", que Madonna cantó mientras sacudía la bandera 'verdeamarela'.
Un final épico, con un mix de "Billie Jean", de Michael Jackson, y "Like a Virgin" pusieron la cereza al pastel, que Madonna colocó exultante, y sudada, casi dos horas y media después del arranque.
Rio revolucionado
Helicópteros de policía, drones y hasta un zepelín zurcaban el cielo, mientras decenas de yates y otras embarcaciones disfrutaban en primera fila desde el mar.
En Rio desde hace días no se hablaba de otra cosa.
El viernes llegaron los primeros fans a reservar su lugar en "la pista de baile más grande el mundo", durmiendo incluso en la arena de la playa.
El flujo fue permanente el sábado, con cariocas y gente venida del resto del país y el exterior.
Alba y Roxy Rueda, de 48 y 46 años, viajaron desde Buenos Aires.
"Cuando cumplí nueve años, mi hermana mayor, que falleció el año pasado, me regaló el primer walkman con el cassette de 'Like a Virgin'. Desde entonces no paramos de escucharla", dijo Alba a la AFP.
Tras 80 presentaciones en 15 países de Europa y Norteamérica, el concierto en Rio cerró con broche de oro The Celebration de una gira que se volvió especialmente significativa, después de que en junio una grave infección bacteriana hiciera temer por la vida de la cantante.
Desde que en 1984 el éxito "Like a Virgin" la catapultó a la escena internacional, Madonna lanzó un álbum cada dos o tres años y hoy es considerada una de las mayores artistas pop de todos los tiempos.
El megaconcierto, cuya producción involucró a miles de personas, costó 60 millones de dólares, 17 de ellos del caché de la artista, según medios locales.
Es una apuesta económica de Rio de Janeiro, que inyectó 4 millones de dólares de los 12 millones de dólares que cuesta la producción.
Las autoridades estiman que el espectáculo aportará 60 millones de dólares a la economía local, con una ocupación hotelera inusitada para la época y cientos de restaurantes y comerciantes haciendo su temporada extra.
Pero sobre todo, saben que albergar el mayor concierto de Madonna es pasar a la historia. Y eso no tiene precio.
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