María Remolá, el ruiseñor, una voz que continúa
Santo Domingo. Su nombre fue mencionado en la película "Fresa y Chocolate", muchos años después que ella se marchara de Cuba. María Remolá -una mujer que conoce las aristas más insondables de la soledad- logró trascender del canto lírico y la estelaridad en el cabaret Tropicana, junto a Armando Pico, a la memoria colectiva de la vecina isla.
El domingo, un homenaje a la artista y pedagoga, reunió a destacados intérpretes líricos nacionales e internacionales, junto a su figura.
El Palacio de Bellas Artes recibió amantes del canto lírico, en una velada preparada para recordar aquellas melodías que asumió con su amplio registro. Sus potencialidades son evidentes en múltiples grabaciones, algunas de las cuales pueden encontrarse en Youtube. Su trayectoria viaja desde España, tierra natal, hacia Cuba, país tropical que le otorgó la fama.
Nacida en Barcelona el 7 de diciembre de 1930, Remolá se estableció en Cuba desde 1952. A inicios de los 70, tras casi 30 años, regresó a España, pero no podía vivir allá, sin la calidez del trópico, así que terminó estableciéndose en la República Dominicana, donde ha ejercido un ardiente, aunque callado magisterio.
Su interpretación del aria final del "Ah vous dirai-je Maman", en la que logra una nota muy aguda y sostenida, le dieron destaque en su tiempo. Después, cuando se estableció en Santo Domingo su voz calló y se dedicó a enseñar.
El homenaje
La Orquesta Filarmónica de Santo Domingo, bajo la dirección de Carlos Andrés Mejía Zuluaga, inició el repertorio con "Una voce poca fa" (El Barbero de Sevilla) de G. Rossini, interpretada por la soprano dominicana Paola González.
El barítono Nelson Martínez destronó el espacio con "Los Payasos", de R. Leoncavallo; le siguió la soprano boricua Melliangee Pérez, llegada especialmente al país para el homenaje, quien interpretó el aria de "Las Joyas", de Fausto; luego se escuchó el "Nessun dorma", de Puccini, en la voz del tenor Juan Cuevas.
"Pace pace, mio Dio", de Verdi, fue la pieza escogida para la aparición de Katya Selva, portentosa joven cubana que promete mucho, llegada a la fiesta especialmente desde Miami. "Amor de mi vida", de F. Moreno Torroba, en la voz del tenor Edgar Pérez; "Romanza de Simpson" , P. Sorozábal, interpretada por Diomedes Ogando; "Dúo de Rafael y Soleá" (El Gato Montés), de M. Penella, en la interpretación de la mezzosoprano Belkys Hernández y el tenor Juan Tomás Reyes, dieron continuidad a la noche.
Después de un intermedio llegó la soprano Hilda del Castillo, dueña de una voz que rebasa los espacios. Ella, junto al guitarrista Rubén González, y su mezcolanza de diva, atraen la expectación de la audiencia inmediatamente, no sólo por su llamativo traje, sino por el trino de su voz.
Nelson Martínez, volvió a la escena, y entonó "Siboney", en un arreglo especial de Eugenio Vanderhorst, quien también arregló "Todo me gusta de tí", cantada por Frank Lendor y "María La O" por Katya Selva.
Regresó Hilda del Castillo, esta vez acompañada del tenor Pedro Pablo Reyes. Desde el inicio de "Duettino Isabel y Leonardo", los espectadores sufren un shock de fondo. Dos voces fuertes cuando se requiere, dulzura en tempestad y la ronca tibieza que suele sacar a cualquiera del letargo.
El director
La producción fue de Edgar Pérez Martínez, la dirección musical general fue de Antón Fustier y la orquesta la dirigió el colombiano Carlos Andrés Mejía.
María Remolá salió de escena llena de flores, y seguramente de remembranzas y aplausos colmándole el corazón. Un homenaje que se le debía.
El gran final
Un éxtasis rotundo. El público explotó con un bravo rotundo que golpea cual parlante, cuando la homenajeada subió al escenario a interpretar junto a todos los artistas "Quiéreme mucho", de Gonzalo Roig.