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Graciela Gratereaux (Mamá Ninón)

"Renovación de los encarcelados". "Mientras yo pueda caminar, ver y tenga mi juicio sano, voy a estar en las cárceles"

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Graciela Gratereaux (Mamá Ninón)
Sin esperar retribución alguna, Mamá Ninón ha dedicado la mitad de su vida a llevar mensajes de amor y esperanza a las personas privadas de libertad. Este año, en los premios "Brugal cree en su gente", la Fundación Brugal le otorgó el reconocimiento al "Héroe anónimo" por su entrega y la invaluable labor en las cárceles del país de su organización

¿En qué consiste su labor en las cárceles dominicanas?

Yo hago distintas cosas, pero lo principal es evangelizar. Yo elegí hacer eso porque el único que puede cambiar los corazones es el Señor y nuestro deseo es que ellos cambien, esa es nuestra meta. Pero también les llevamos alimentos, cosas, todo lo que se consiga. Yo tengo una oficinita, y ahí la gente lleva sus contribuciones.

¿Qué la motivó?

Un día, leyendo Mateo 25, me encontré la lectura que decía, entre muchas otras cosas, "estuve preso y viniste a verme". Eso fue como un flechazo, me tocó el corazón, sentí un llamado.

Desde cuándo trabaja en las cárceles del país?

Desde hace 34 años. Al principio, cuando recibí el llamado, yo me decía "tengo que hacerlo, yo quiero ir a la cárcel", pero nadie quería ir conmigo. Hasta que hablé, un sábado en la noche, con el padre Bedoña, que era en ese tiempo el párroco que iba a dar misa los domingos en La Victoria. Le dije que el Señor me había llamado, que quería ir a la cárcel, y él me dijo: "No te preocupes. Mañana te paso a buscar y te llevo". No se puede explicar lo que uno siente la primera vez que va a un lugar así. Dejé el trabajo, dejé todo, y me dediqué de lleno a eso. Ya he dado 34 años de mi vida.

¿Recibe ayuda de alguien, de alguna institución?

Claro, yo no trabajo sola. Cuando empecé a ir a la cárcel, solo éramos el padre Bedoña y yo. Pero fui con el Cardenal y le expliqué lo que yo había visto, lo que sentía y lo que quería hacer. Entonces él me autorizó, mandó cartas a las iglesias, a los colegios católicos, a todas las instituciones católicas para que me apoyaran, porque era una obra muy buena. Con el tiempo, llegamos a ser 300 evangelizadores. Y aunque con los años se han ido muchos, otros se van integrando. Además, ahora, como muchos de los presos están preparados y predican ellos mismos, no hace falta tanta gente. En Renovación de los encarcelados tenemos ciento y pico de personas, estamos en el país entero. En cada pueblo tenemos un representante.

¿Cuál es la retribución que obtiene usted?

Yo me siento muy contenta, y siento que Jesús está contento, que es lo importante. Tengo esa satisfacción de haber respondido a ese llamado.

¿Qué opina su familia de la labor que usted realiza con las personas privadas de libertad?

Cuando yo empecé, reuní a mi familia; a mis hijos que estaban todavía pequeños y a mi esposo, sobre todo. Les expliqué que era un llamado, que yo quería evangelizar en las cárceles y él me dijo: "bueno, si tú lo quieres, yo te apoyo". Mi familia todavía me sigue apoyando.

¿Qué ha aprendido usted en estos años compartiendo tan de cerca con presidiarios?

Yo he aprendido mucho, aprendí a valorar a las personas. Yo he dado mi vida, mi salud, todo, en las cárceles, y no es porque yo apoyo eso, es para que ellos cambien. Y hay muchos que cambian. Tú ves a muchos hombres comulgando, yendo a misa, gente que ha cambiado su vida. Yo creo que por una sola persona que se convierta de verdad, que cambie, es un alma que se le lleva al Señor y vale la pena.

¿Qué cree usted que falta en las cárceles del país?

En las cárceles faltan tantas y tantas cosas... Tengo que decir que cuando yo empecé a ir, la cosa era distinta, aquello era un potrero, era algo muy feo. Las cosas han mejorado. Muy lentamente, pero van mejorando. Claro que hace falta de todo, pero se han ido logrando muchas cosas y tenemos la esperanza de que las cárceles lleguen a ser lo que realmente deben ser. Las cosas cambiarán, y cuando me vaya lo veré.

¿Y en la sociedad?

Yo creo que si todos nos uniéramos a hacer un trabajo serio, se lograría más. Porque uno solo hace lo que puede. Vamos a ver si el Señor mueve esos corazones de los gobiernos, que ellos son los que pueden. Yo tengo mucha esperanza. Pero aunque las cárceles cambien, construyan otras nuevas y mejoren muchas cosas, también se necesita amor. Al hombre, eso es lo único que lo levanta. El amor cambia corazones, lo puede todo.

¿Qué siente usted al ser reconocida como "Héroe Anónimo" en la edición 2006 de los premios Brugal cree en su gente?

Yo me sentí muy bien, me alegré mucho, fue muy bonito. Yo no estaba en eso, no había solicitado, ni nada. Pero parece que alguien que me conoce bien y me tiene mucho aprecio lo hizo por mi, y esa misma persona me dijo: "Mira, Mamá Ninón, ve tal día, ponte buena moza". Yo no sabía, porque no había solicitado nada ni había hablado con nadie, pero cogí para allá. Fui con mucho gusto porque allí uno ve tantas cosas hermosas, tantas causas, y a mi me gusta ir nada más para oír todo lo que la gente hace, esas causas tan buenas. Pero yo no esperaba eso, yo pensaba que me iba a sentar ahí con los demás, quizás hablar con alguien.

¿En qué siente usted que ha contribuido todos estos años y qué más se podría hacer?

Yo tengo esta asociación y hay gente que me ayuda, porque yo no puedo sola. Uno lo que hace es apalear un poquito, suavizar las cosas para que ellos vivan un poco mejor. Y no es que a mi me pesa, yo lo seguiré haciendo aunque se logren muchas cosas. Gracias a Dios, nuestra gente es muy generosa y en la medida de lo que puede, ayuda. Pero yo creo que todavía se puede hacer mucho más si nos unimos. Una cosa sí te digo: si yo volviera a nacer, volvería a estar en las cárceles. Mientras yo pueda caminar, mientras yo vea y tenga mi juicio sano, voy a estar ahí, si Dios.

¿Quires colaborar?

"Renovación de los encarcelados" está en la avenidad V Centenario, edificio ABC, 2do piso, Villa Juana.

El teléfono es: (809) 538-6352