De coleópteros y cleptómanos
En nuestra lengua disponemos de muchos cultismos procedentes del griego o del latín en los que encontramos la secuencia de consonantes -pt-: aceptamos a los adeptos escépticos. Este grupo consonántico tiene la característica de que se divide entre dos sílabas: anticoncep-tivo, adap-tar, adop-tivo. La primera consonante ocupa el final de una sílaba y la segunda marca el comienzo de la siguiente. En español las sílabas más abundantes son las abiertas, es decir, aquellas que terminan en vocal; pero también existen, en menor número, sílabas cerradas, aquellas que terminan en consonte.
Cuando pronunciamos sílabas cerradas, sobre todo en la charla coloquial, siempre tendemos a relajar la pronunciación de la consonante final. Las consonantes oclusivas, como la p, tienden a suavizarse en posición final de sílaba. Hay dos ejemplos en los que la relajación de la pronunciación de la -p se ha extendido desde los contextos coloquiales y desenfadados a la expresión culta: séptimo y septiembre. En estas dos palabras el relajamiento en la pronunciación de la p llega incluso al extremo de desaparecer completamente (dicho en román paladino, que nos la comemos con mucha frecuencia). Y hasta tal punto está extendida esta articulación relajada que ha generado dos variantes gráficas de las mismas voces: sétimo y setiembre. Ambas variantes están admitidas, pero los hablantes cultos muestran una preferencia muy definida por el mantenimiento del grupo consonántico, es decir, por la forma que mantiene la etimología.
Fuera de estas dos variantes, los demás cultismos conservan intacta la secuencia -pt-. Así que las capturas, los cleptómanos, los coleópteros, los conceptos, los dípticos y las dioptrías se quedan como están y nos exigen un poco de cuidado a la hora de articularlos.