Curiosa evolución
Las palabras más coloquiales, aquellas que los buenos hablantes reservan para la conversación informal, suelen hacernos dudar a la hora de escribirlas. Esas mismas dudas ortográficas nos dificultan a veces su localización en el diccionario.
Sirvámonos de un sabroso ejemplo sobre el que me consultaron en estos días. Un lector se preguntaba por qué la palabra ruyío no aparecía en los diccionarios académicos.
En primer lugar, si vamos a buscar un participio o un adjetivo terminado en -ado o -ido, debemos tener en cuenta que en el diccionario no los vamos a encontrar sin la -d- intervocálica. Que nos comamos esta -d- cuando hablamos no quiere decir que nos la podamos comer también cuando escribimos. Es verdad que, acostrumbrados como estamos a ver este adjetivo sin ella, parece que no lo reconocemos si se la restituimos en la escritura: ruyido.
El verbo ruyir y el adjetivo ruyido no son exclusivos de la República Dominicana; se usan también en Canarias, México o Venezuela, donde han desarrollado diferentes acepciones. Alvar aclara su procedencia de roír, una forma peculiar del verbo roer, al que, en algún momento de su historia, los hablantes le introdujeron una -y- para deshacer el hiato, dando lugar a una evolución como esta: roer > roír > royir > ruyir. En algunos diccionarios lo encontrarán también con la variante ortográfica rullir.
La acepción dominicana del adjetivo se deriva de la acepción general del participio roído: ‘mordido o gastado superficialmente’. Despectivamente se aplica a la persona que está en una mala situación económica o de salud.
Con el dominicanismo ruyido hemos recordado un par de trucos para buscar en el diccionario. Para empezar, no se coman la -d-; y recuerden que los diccionarios, generalmente, no registran los participios. Si no encuentran el participio, prueben a buscar el infinitivo.
@Letra_zeta
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