El hígado graso y la alimentación
SANTO DOMINGO. El hígado es un órgano fundamental en nuestro cuerpo. En buenas condiciones, trabaja sin descanso durante cada segundo de nuestra existencia, ejerciendo unas 500 funciones vitales. Considerado el "laboratorio" de nuestro organismo, el hígado regula, produce, fortalece y depura gran parte de lo que necesitamos para subsistir.
Por eso, cuando el hígado se resiente, hay que estar bien atentos.
Aunque gran parte de la población maneja familiarmente términos como cirrosis o hepatitis, por mencionar dos enfermedades bien conocidas que atacan este órgano, pocos han oído hablar de la esteatosis hepática o "hígado graso".
El término hígado graso se refiere a una enfermedad del hígado caracterizada por acumulación de ácidos grasos y triglicéridos en las células hepáticas (hepatocitos). Esta acumulación de grasa puede llevar progresivamente a una inflamación hepática, con la posibilidad de desarrollar fibrosis, y finalmente terminar en daño hepático crónico
Frecuentemente su desarrollo se asocia al sobrepeso, malos hábitos alimentarios y falta de actividad física. El consumo de alcohol se considera un factor importante, aunque no imprescindible. De hecho, usted puede no haber consumido una gota de alcohol en su vida y puede padecerlo.
El hallazgo de hígado graso es bastante frecuente, aún en personas jóvenes, aunque rara vez el paciente visita al médico por síntomas atribuibles a esta enfermedad.
¿Cuáles son las causas?
Entre los factores de riesgo asociados a esta enfermedad se encuentran la obesidad, la diabetes, colesterol y triglicéridos elevados. La resistencia a la insulina, el estrés crónico y el uso de ciertos medicamentos también se mencionan entre las causas principales.
Es importante resaltar que no todos los que padecen de hígado graso desarrollan daño hepático severo o crónico, pero si se le ha diagnosticado, haga todo lo que esté a su alcance para revertir la condición.
Un hígado que brilla
El hígado graso es habitualmente asintomático y muchas veces se descubre por accidente en una ecografía o sonografía abdominal que muestra el hígado "brillante". Otra manera de llegar al diagnóstico es a través de un análisis de sangre rutinario que revela concentraciones altas de transaminasa o una biopsia. Algunas personas se quejan de dolor leve a moderado en la zona donde se encuentra el hígado, pero sólo un pequeño porcentaje de los pacientes desarrollan síntomas de insuficiencia hepática.
Correcta nutrición y ejercicio moderado
El hígado reacciona a todo lo que consumimos porque se encarga de "procesarlo" para ser aprovechado o no por nuestro organismo. Por eso, una vez el paciente es diagnosticado con hígado graso, los médicos generalmente recomiendan cambios en el estilo de vida basados en control de peso, alimentación saludable y ejercicio físico.
La alimentación sana es uno de los pilares del tratamiento del hígado graso. Se recomienda la disminución drástica o eliminación de los azúcares y carbohidratos refinados así como la disminución de grasas de origen animal y saturadas a modo general.
Se recomienda el aumento en el consumo de carbohidratos complejos y cereales integrales; verduras, pescados, frutos secos y yogurt. La dieta mediterránea es probablemente una de las más recomendadas para evitar el hígado graso y al mismo tiempo disminuir el riesgo cardiovascular.
En cuanto a la actividad física, se debe realizar ejercicio físico aeróbico regular, 3 a 4 veces por semana, con un control médico previo que evalúe la seguridad cardiovascular al inicio de un plan de ejercicio.
Si sospecha que puede padecer de hígado graso visite a su médico. Un especialista le indicará todo lo que necesite saber, y le recomendará lo que aplica en su caso. Un hígado sano es calidad de vida.
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