El sacrificio de la raza inmortal que precipitó el ajusticiamiento de Trujillo
Se conmemoró el pasado mes el 60 aniversario de la llegada de la expedición del 14 de junio para batallar contra la tiranía
Pese a que la expedición del 14 de junio de 1959 fue aniquilada brutalmente por las fuerzas represivas de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, su costoso resultado en vidas, torturas y persecuciones contribuyó a acelerar los aprestos que culminaron con el ajusticiamiento del sátrapa y el derrumbe de su régimen.
Produjo conmoción en la sociedad el exterminio de la mayoría de expedicionarios, pues en la legión se hallaban intelectuales, profesionales, algunos obreros y otros pocos hombres procedentes del campo, todos vinculados por el objetivo de derrocar a la tiranía y crear un clima de libertades públicas en la República Dominicana.
“En junio de 1959, con apoyo cubano, llegaron a tierra dominicana tres expediciones para luchar contra el tirano Trujillo. Una de ellas fue trasladada en un avión que aterrizó en Constanza el 14 de junio. Otra llegó en una embarcación por Estero Hondo y la última por Maimón. Ambas expediciones marítimas llegaron el 20 de junio. Las fuerzas de la dictadura abortaron el intento. De los 198 expedicionarios tan solo seis lograron sobrevivir”, resumió el historiador cubano José Abreu Cardet en el artículo “1959: De las expediciones, los dictadores y los héroes”, publicado en la revista Clío en el 2007.
Según planteó el historiador Juan Daniel Balcácer, en su libro “Trujillo el tiranicidio de 1961”, “fue precisamente esa victoria moral y política de La Raza Inmortal ? como también se conoce a los mártires del 14 de junio ? el detonante que sacudió la conciencia dormida de muchos dominicanos, que se encontraba sumida en una pesadilla que había comenzado en aquella lejana mañana del 23 de febrero de 1930 cuando en Santiago de los Caballeros se iniciaron los primeros pasos efectivos que dio Trujillo para asaltar el poder con el derrocamiento el gobierno constitucional del ya anciano presidente Horacio Vásquez...”.
En efecto, después de la malograda experiencia se incrementaron las tentativas en el país para deponer al sátrapa, en vista de que no parecería factible que el propósito de liquidarlo físicamente cristalizara a través de fuerzas externas.
La esperada llegada de la expedición
Las expectativas prevalecientes sobre la esperada invasión, de la que los servicios de espionaje tenían mucha información, aumentaron cuando se supo que el domingo 14 de junio de 1959 un avión D-49, con insignias de la Aviación Militar Dominicana, aterrizó en el aeropuerto de Constanza y de él descendieron 54 expedicionarios procedentes de Cuba, encabezados por el dominicano Enrique Jiménez Moya.
Hubo un ligero encuentro con una patrulla, contó Cordero Michel, en el que murieron un oficial y varios soldados. Los expedicionarios saltaron una cerca de alambre de púas y se dividieron en dos grupos: uno con 34 hombres al mando del comandante Enrique Jiménez Moya; otro de 20 miembros, comandado por el cubano Delio Gómez Ochoa.
De acuerdo al relato, Jiménez Moya tomó el rumbo hacia El Río y Tireo, al norte, zonas muy pobladas y con vías de comunicación, mientras el segundo buscó el área de Los Botados, en dirección el sureste, donde la densidad de población era bajísima y había escasas fuentes de suministros alimenticios.
“Los integrantes de ambos grupos jamás volvieron a encontrarse, a menos que fuera siendo prisioneros en San Isidro o en las cámaras de tortura de La 40 y El 9”, dijo Cordero Michel.
El día 15 de junio naves de la aviación bombardearon las montañas de Constanza, mientras el régimen desplegaba unos 3,000 soldados, camiones y armamentos en la zona.
Los guerrilleros no pudieron avanzar. Primero cayó la columna dirigida por Jiménez Moya, quien falleció en combate, junto a varios de sus compañeros. Los demás fueron apresados, incluyendo al capitán Juan de Dios Ventura Simó.
Los prisioneros fueron obligados a hablar bajo tortura e informaron de la segunda parte de la incursión armada, que se efectuaría por mar, a través de la costa noreste.
La aviación y la marina siguieron al acecho en los siguientes días, y el 20 de junio, la lancha Carmen Elsa llegó a Maimón, con 96 expedicionarios, comandada por José Horacio Rodríguez y finalmente capitaneada por José Messón. También La Tínima desembarcó en Estero Hondo con unos 48 expedicionarios, capitaneada por José Antonio Campos Navarro.
Las fuerzas trujillistas atacaron las embarcaciones. La mayoría de los guerrilleros pereció y los sobrevivientes fueron detenidos a llegar a playas y arrecifes.
Se ha contado que la ferocidad de los bombarderos de la aviación fue de tal magnitud , que todas las rocas de la zona quedaron calcinadas y que los árboles, matojos y pastos fueron reducidos a cenizas
Una escuadrilla ametralló y bombardeó el poblado y la playa de Sosúa, según se hizo constar en el Despacho Semanal No. 50 del embajador de los Estados Unidos, Joseph Farland, del 31 de julio de 1959.
Además, en otra comunicación anterior, de Harry Lofton, segundo secretario de la Embajada de los Estados Unidos se habló, con amplitud de detalles y declaraciones de testigos, de cómo fue el ametrallamiento y el bombardeo de dicha población y de la playa.
Las operaciones represivas contra los expedicionarios fueron dirigidas por el jefe del Estado Mayor Conjunto, Rafael Leónidas (Ramfis) Trujillo Martínez. Virgilio Álvarez Pina, alto funcionario del régimen, reveló posteriormente que el trabajo sucio hecho por el hijo del dictador “tendría sus reclamos económicos”.
“El flamante jefe del Estado Mayor Conjunto reclamó a su padre su precio, que estimó en diez millones de dólares, actitud ésta que provocó grandes conflictos entre padre e hijo y que arrastró a varios miembros del gabinete y a otros familiares y relacionados con el vástago mayor del jefe de Estado”, contó el antiguo colaborar del dictador en su libro “Memorias de don Cucho”.
Torturas y ejecuciones
En la expedición participaron 220 hombres, entre los que se encontraban 148 dominicanos. El resto estaba conformado por extranjeros: 22 cubanos, 13 venezolanos, seis puertorriqueños, dos norteamericanos, dos españoles y un guatemalteco.
De los 198 expedicionarios llegados el 14 y el 20 de junio, el 29% murió en labores bélicas; el 16% fue apresado, estando herido, y fue rematado en el lugar y un poco más de la décima parte (15%) fue apresado ileso y fusilado en el lugar de la rendición. Casi la mitad (40%) llegó ilesa a la Base Aérea de San Isidro luego de ser apresada y un poco más de la tercera parte, un 36%, fue triturada en las cámaras de tortura. Los que resistieron fueron finalmente masacrados en el Centro de Enseñanza de las Fuerzas Armadas (CEFA) ante pelotones de ejecución. Quedaron solamente seis expedicionarios con vida, equivalentes al 3% y, un total, el 97%, murió heroicamente, contabilizó Cordero Michel.
Sobrevivieron los dominicanos Poncio Pou Saleta, Mayovanex Vargas y Francisco Medardo Germán y los cubanos Delio Gómez Ochoa, veterano de Sierra Maestra, y Pablito Mirabal, un adolescente que se destacó por su habilidad en el manejo de las armas. También resistió Gonzalo Almonte Pacheco, desaparecido a la postre por agentes de la dictadura.
Cuando Rafael Tomás Perelló, primer prisionero capturado en Constanza, llegó a la Jefatura del Estado Mayor de la AMD en la Base Aérea de San Isidro el día 17 de junio, Ramfis Trujillo decidió que no debía quedar con vida ninguno de los expedicionarios, por lo que serían rematados en el sitio de su apresamiento. Dispuso además que todos los ilesos fueran enviados a la Base Aérea de San Isidro, donde serían pasados por las armas.
“Los fusilo para dar un ejemplo a las Fuerzas Armadas, pero primero los hago torturar para dar un ejemplo a mis amigos de los que les espera si algún día me traicionan”, dijo el hijo de Trujillo, según reveló César Saillant Valverde en una carta publicada en El Caribe en el 1962 y referida por Cordero Michel.
Un contexto adverso a la tiranía
Cuando llegaron los guerrilleros al territorio dominicano, el contexto internacional desfavorecía a la tiranía, en vista de que habían caído las dictaduras de Marcos Pérez Jiménez, en Venezuela, de Gustavo Rojas Pinilla, en Colombia, y la de Fulgencio Batista, en Cuba, país en que había ya se desarrollaba la revolución encabezada por Fidel Castro, un acontecimiento político que causaba revuelo en todo el mundo.
A través de sus eficaces servicios de inteligencia, la tiranía tuvo noticias de que en la tierra de José Martí se entrenaban los futuros expedicionarios, procedentes de los grupos exiliados en Venezuela, Centroamérica y en Cuba. También se sabía que contaban con el apoyo del presidente venezolano Rómulo Betancourt y de otros poderosos adversarios de Trujillo.
Según contó Álvarez Pina, las informaciones que tenía el gobierno daban cuenta de la preparación de una gran invasión, pero la fecha en que se produciría y cómo era coordinada eran aspectos ignorados por las autoridades.
No obstante, una vez fue advertido de la amenaza que gravitaba sobre la dictadura, Trujillo ordenó una mayor vigilancia del territorio por aire, mar y tierra.