"Libro de Luis Ernesto", de Luis Beiro Álvarez, una poesía sobre la ausencia
El autor Rubén Triguero ofrece un vistazo de uno de sus poemarios más reconocidos del escritor y periodista
El autor Rubén J. Triguero, colaborador de la publicación literaria Palimpsestos, de la Revista Penúltima, analiza la obra del periodista y el escritor Luis Beiro Álvarez.
Triguero, que se enfoca en la recuperación y exégesis de obras y autores poco transitados por el canon y desconocidos para muchos, regresa a Palimpsestos haciendo una exploración al "Libro de Luis Ernesto" de 1994, un vistazo de uno de sus poemarios más reconocidos, lo que califica como una "poesía sobre la ausencia".
A continuación, la crítica:
«La tarde sale de un lugar extraño. Cae sobre tu rostro y me confundes con las hojas de los árboles» (pág. 48).
Luis Beiro Álvarez nació en La Habana en 1950 y emigró a la República Dominicana en 1990, donde reside desde entonces. Licenciado en Derecho por la Universidad de la Habana (1975), ha forjado una sólida trayectoria como periodista y autor, y cuenta con una prolífica producción que abarca narrativa, ensayo, poesía y crónica de cine.
Desde hace más de veinte años es editor de cultura del periódico Listín Diario. Ha obtenido los premios «Caonabo de Oro» (2000) y «Acroarte al Mérito Periodístico» (2022). Otros poemarios del autor son: «El mundo que nos rodea» (1983), «Loco de azul» (2002) y «Jugar a Dios» (2013), entre otros.
"Libro de Luis Ernesto" apareció por primera vez en 1994. La que he leído es una nueva edición realizada en 2023 (editora Búho, República Dominicana), una reedición tras veintinueve años que el propio autor quiso llevar a cabo por considerar este poemario una de sus mejores obras.
El poemario se divide en dos secciones: «1986» y «1994», precedidas por una carta-prólogo a cargo de José Marmol y dos textos del propio autor: «El mundo de mi hijo», donde escribe sobre la temática de los hijos en la literatura y la motivación que supuso el emprendimiento de esta obra, y por otra parte: «El mundo de mi hijo (segunda edición)», donde ofrece una mirada a lo que era y es el mundillo literario en la República Dominicana tras estos 29 años desde aquella primera edición y, sobre todo, algunos matices sobre el hombre en el que se ha convertido aquel bebé que inspiró el poemario.
La primera sección la escribió durante los días y meses posteriores al nacimiento del hijo, en el año 1986. Estas piezas están escritas en prosa poética y funcionan como conversaciones que tiene con el hijo recién nacido, a veces rememorando su propia niñez, a veces focalizando la mirada en el propio bebé que conversa con él, manteniendo entre ambos un lazo que los une mucho más allá del de la propia genética:
- «¿Qué puede el mar? ¿Qué podrá la tarde? Y tú, magnánimo, azul inadvertido; has encontrado, al fin, lo que faltaba» (pág. 31).
Uno de los principales temas que podemos encontrar en esta primera sección, es las impresiones y los cambios del padre, lo que nos ocurre cuando, por fin, el bebé que durante nueve meses ha estado gestándose en el vientre de su mamá, irrumpe formidable:
«Ese es el mundo. Quizás el único mundo que importa. Tu reino, inquieto y verdadero, al que yo también deseo regresar» (pág. 27).
Ver al bebé no hace sino retrotraer al poeta a su propia experiencia vital, a sus años infantes, a las enseñanzas que le proveyeron sus progenitores:
«Cuando crecí, madre decidió traer aquellas muestras al borde de mis ojos y me dio una llave para el mar. Otra para el día y la última, del viento» (pág. 34).
Todo el bien que se le desea a un hijo y toda la honestidad de una vinculación que surge de lo mágico y trascendental que es la vida. Como a borbotones desde lo más íntimo, todo aquello que somos, todo lo que queremos transmitir:
«Una gota de lluvia es todo el mar, un puñado de barcos y gaviotas por mi cuerpo» (pág. 32).
Amor de padre y la distancia
Si en la primera parte vemos el reflejo de los cambios que trae la natalidad, con cierta celebración, en «1994», la segunda parte, nos encontramos con que padre e hijo se encuentran a muchos kilómetros de distancia el uno del otro, una distancia cuya única forma de solventar es mediante un teléfono o carta, y que duele inexorablemente a ambos: la distancia es un vacío en el tiempo que es difícil de suplir, porque los años pasan, y el hijo, aún bastante pequeño, cambia cada día.
Así, nos hallamos ante un poeta que ha emigrado, que ha empezado desde cero en un nuevo país, y que anhela que llegue el momento de reencontrarse con los suyos:
«¿Será todo, o es la vida
implacable, sobrehumana?
Su presencia soberana
desdobla mi sentimiento.
Un marcado documento
sin futuro, desterrado.
Un padre crucificado,
en las arenas del viento».
«Elegía del recuerdo» (pág. 59)
Y por supuesto, también el miedo que despliega toda esa incertidumbre, el tiempo pasa inexorable y no ve llegar el final de la espera al reencuentro:
«Cierro mis ojos
y caigo de bruces en el abismo» (pág. 78).
«Libro de Luis Ernesto» es un poemario que refleja toda esa situación de incertidumbre por la que atravesó el autor durante aquella etapa, que inspiraron todos los poemas de la segunda parte del libro.
Como indica en el texto introductorio, cuando lo publicó llevaba dos años, pero aquella ausencia se alargaría hasta convertirse en cuatro largos, interminables años. Es una lectura muy recomendable, que ofrece esas dos visiones del poeta: el momento de la celebración por el nacimiento de su hijo, con el contraste del dolor sufrido por tener que emigrar de su país y estar lejos de sus seres queridos.
«¿Y nuestros hijos?
¿Y las noches de insomnio en busca de palabras?
¿También serán ruinas, decapacitaciones?» (pág. 83).
Sobre el autor
Rubén J. Triguero (Sevilla, 1985) reside en Madrid desde 2012 y trabaja como programador informático. Ha publicado la colección de relatos Si sale cara (Boria ediciones, 2018) y ha participado en los proyectos: Versos al paso y Llévate un poema a casa.