VIDEO | Enrique Avogadro y el valor de la cultura para la innovación económica
El ministro de Cultura de la ciudad de Buenos Aires, Argentina, habla sobre sus experiencias con la economía creativa y el impacto de la cultura en la economía de una ciudad
La cultura es un elemento clave en la identidad e historia de una sociedad, pero también puede tener un impacto positivo en innovador en su economía. Este y otros puntos similares son temas que han sido expuestos y promovidos constantemente por Enrique Avogadro, ministro de Cultura de la ciudad de Buenos Aires, Argentina, y uno de los conferencistas invitados en la más reciente edición del Foro Caribe Naranja durante su visita en RD.
—¿Qué significa el término economía creativa y cómo se puede utilizar para revitalizar la economía de una sociedad?
La economía creativa, o economía naranja, como también se le conoce, es aquella que tiene al talento como insumo principal. Parte de un recorrido en el cual las industrias culturales y creativas, sectores que son intensivos en talento, tienen la oportunidad de generar trabajo de alto valor agregado en nuestras ciudades. Yo soy ministro de Cultura de la ciudad de Buenos Aires, donde el 10% de nuestra economía está vinculada a las industrias culturales y creativas. Eso es mucha gente trabajando en el sector, generando empleo y desarrollo. En términos concretos, muchos de estos sectores surgen de la cultura y crecen de alguna manera, prosperan hacia el desarrollo productivo.
Las ciudades, a medida que crecen y se desarrollan, van perdiendo sus sectores tradicionales porque las grandes fábricas tienden a irse de las ciudades y aparecen estos nuevos sectores, también llamados industrias sin chimenea, porque no son una gran superficie, digamos, no tienen máquinas costosísimas. Lo que tienen es la materia gris, el talento de las personas que están al frente.
—¿Cómo se puede motivar la participación de los habitantes de una ciudad en la implementación de iniciativas que quizás no son tradicionales?
Yo creo que la clave es pensar en la inteligencia colectiva. Todos juntos vamos a pensar mejor que cada uno por separado. Y ahí, sobre todo los gobiernos, tienen una cierta dificultad para plantear la conversación de manera horizontal. Yo siempre digo lo mismo, nuestra tarea principal es poner la mesa y las sillas, en todo caso, idealmente que sea una mesa redonda para que todo el mundo esté en el mismo nivel y disparar la conversación. Pero después hay que tener capacidad para atajar ese diálogo, para permitirnos las críticas dentro de esa misma charla y para estimular el debate. Entonces, esa horizontalidad me parece que es clave. Y después la flexibilidad para incorporar esos comentarios o aprendizajes que van surgiendo de la misma conversación.
La palabra clave creo que es la empatía. Empatía para ponernos en el lugar del otro y entender que los cambios muchas veces generan ansiedad y estrés. Hay gente que no quiere que las cosas cambien y no porque sean malas personas, sino porque están muy acostumbrados al status quo y va a defender con uñas y dientes que éste no cambie.
—¿Qué toman en cuenta en el Ministerio de Cultura al elegir cuáles proyectos e iniciativas culturales van desarrollar?
Nosotros tenemos un programa que ya tiene más de 15 años, que es la Ley de Mecenazgo, que funciona muy bien. Estuve aquí reunido con la ministra de Cultura, pero también con el responsable de la Dirección de Mecenazgo, porque están recién ahora comenzando a nivel nacional un proyecto de mecenazgo. Les decía que para nosotros el mecenazgo es muy importante porque es el gran semillero. Apoya todo tipo de proyectos culturales. En nuestro caso, más de mil proyectos por año. Es realmente enorme y nuestro criterio tiene que ver con el impacto que van a tener esos proyectos, pero no solamente impacto en términos absolutos, porque sino estaríamos solamente acompañando proyectos muy grandes, sino entendiendo que el ecosistema cultural es un organismo vivo que está en permanente mutación y que, de alguna manera, uno tiene que poder promover distintas disciplinas, incluso las de vanguardia, como las tradicionales, haciendo apuestas en distintas mesas porque uno no sabe por dónde va a venir el próximo.
—¿Cuáles son los principales desafíos que enfrentan la economía creativa y la cultura en general?
Desafíos hay muchos. Es importante tener políticas culturales públicas sólidas y bien administradas. En mi país, sin ninguna duda, hay un trabajo pendiente en esa materia, pero para poder discutirlo hay que tenerlo. Yo soy muy crítico de la forma en la que se desempeñan las instituciones culturales públicas a nivel nacional. Creo que hay mucho margen de mejora. Sobre todo para que esos recursos lleguen al desarrollo artístico, pero me parece importante tener instituciones sólidas que lo sostengan. Un buen indicador es pensar a qué países nos queremos parecer. ¿Cuáles son los países que nos interesan en términos de referencia? Vamos a ver en esos países que de una u otra manera hay una institucionalidad vinculada a la promoción cultural. El país que olvida su cultura, olvida su historia, olvida sus raíces. Para proyectarnos al futuro tenemos que saber de dónde venimos, sino estamos sin brújula.
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