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La Abadía de Westminster, un lugar clave en la historia de la monarquía británica

Este lugar está situado ahora en el centro de Londres, frente a la sede del Parlamento

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La Abadía de Westminster, un lugar clave en la historia de la monarquía británica
La construcción de la imponente abadía gótica que hoy conocemos comenzó bajo el reinado de Enrique III en 1245. (FUENTE EXTERNA)

La Abadía de Westminster, donde ayer fue coronado el rey Carlos III, ha sido escenario de momentos clave en la historia de la monarquía británica durante casi mil años.

En este lugar, situado ahora en el centro de Londres, frente a la sede del Parlamento y cerca del Palacio de Buckingham, el rey Eduardo el Confesor construyó en la década de 1040 una iglesia de piedra sobre el emplazamiento de un antiguo monasterio benedictino fundado hacia el año 960.

La construcción de la imponente abadía gótica que hoy conocemos comenzó bajo el reinado de Enrique III en 1245.

Ha sido escenario de coronaciones, bodas y funerales de múltiples reyes, así como de celebraciones por el largo reinado de Isabel II, cuyo fallecimiento en septiembre de 2022 dio paso a un nuevo capítulo de la realeza, ahora encabezada por su hijo Carlos III.

Coronaciones 

Guillermo el Conquistador fue el primero en ser coronado en la abadía en 1066.

Hasta la fecha, la Abadía ha acogido 39 coronaciones.

En 1953, la princesa Isabel fue coronada Isabel II en la "silla de la coronación", un trono fabricado en 1300-1301. 

En su día contenía la "piedra de Scone", también conocida como "piedra del destino", que se utilizó durante siglos para coronar a los reyes de Escocia.

Este bloque de arenisca fue robado brevemente por estudiantes escoceses en una audaz aventura en 1950, y accidentalmente se partió en dos.

En 1996, en pleno auge del sentimiento independentista, la piedra fue devuelta simbólicamente a Escocia. Pero se acordó que sería devuelta del castillo de Edimburgo a Westminster para las coronaciones.

Bodas

El edificio también ha sido escenario de bodas reales, la mayoría desde la Primera Guerra Mundial.

La primera fue la boda del rey Enrique I con la princesa Matilde de Escocia el 11 de noviembre de 1100.

Los abuelos de Carlos III, el príncipe Alberto (más tarde rey Jorge VI) e Isabel Bowes-Lyon se casaron allí en 1923.

Y antes de convertirse en reina, su madre, la entonces princesa Isabel, se casó con Philip Mountbatten en Westminster en 1947, en plena posguerra mundial.

La tía del rey, la princesa Margarita, y sus hermanos Ana y Andrés también se casaron allí.

La última boda real celebrada en Westminster fue la de su hijo mayor y ahora heredero al trono, el príncipe Guillermo, que se casó con Catalina en 2011.

Catorce años antes, en 1997, Guillermo asistió allí al funeral de su madre, la princesa Diana, fallecida en un accidente de coche en París.

Funerales

Se calcula que 18 monarcas británicos están enterrados en la Abadía. El rey Jorge II fue el último, en 1760.

Unas 3.300 personas han celebrado allí sus funerales, entre ellas figuras ilustres de la historia británica como Charles Dickens, Rudyard Kipling, Henry Purcell y ocho primeros ministros.

El funeral de la reina Isabel II se celebró allí el 19 de septiembre ante 2.000 invitados.

Las cenizas del astrofísico Stephen Hawking se depositaron también en la abadía, entre las tumbas de Isaac Newton y Charles Darwin.

En este lugar está asimismo la sepultura del soldado desconocido, cuyo cuerpo fue repatriado desde la Europa continental tras la Primera Guerra Mundial.

"Peculiaridad real"

La abadía, cuyo nombre completo es Collegiate Church of St Peter, Westminster, tiene el estatuto de "peculiaridad real", lo que significa que está exenta de otra jurisdicción eclesiástica que la del propio rey, líder de la Iglesia de Inglaterra.

Puede albergar a unas 2.200 personas, aunque la mayoría no podrá ver la coronación de Carlos III debido al muro que separa la nave del coro.

Los miembros de la familia real se sentarán lo más cerca posible del trono.

En 1953, unas 8.250 personas asistieron a la coronación de Isabel II, gracias a unas gradas instaladas para la ocasión.

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