INDÓMITA, un espacio de retail de naturaleza indómita
El equipo de INDÓMITA le hizo una petición extraña a la arquitecta Liza Ortega: crear un espacio para un híbrido comercial (galería de moda, fundación y café) que no existía todavía en Dominicana. Ortega respondió con algo que solo podía existir en Dominicana
¿Cómo se puede esbozar un local para una tipología que todavía no existe? La arquitecta Liza Ortega tenía, con la creación del local de INDÓMITA, un reto de diseño por delante: crear un espacio flexible para una propuesta totalmente inusitada en el mercado dominicano, con un híbrido entre retail, exhibición, oficinas, espacio social y café. “El concepto que queríamos lograr era el de un museo, donde las piezas importantes y únicas tenían que estar resaltadas… pero a la vez proponer algo que no se pareciera a un museo, porque son lugares por lo general fríos y hasta alienantes para mucha gente,” explica la arquitecta. “Por eso decidimos proponer una especie de taller, de atelier, de espacio creativo que sí invitara a conocerlo y atravesarlo”.
Ortega, afortunadamente, ya tenía experiencia promoviendo la inclusión a través del retail. Uno de sus proyectos más celebrados fue la creación de Sema Churchill, donde logró crear un ambiente llamativo para la venta de ropa asequible. “Antes la gente creía que para comprar en un sitio económico, la tienda tenía que ser fea”, recuerda. “Yo quería que la gente se sintiera que estaba en Saks, aun comprando ropa de 700 pesos. Esa tienda resultó ser un fenómeno, porque ahí iban todos los niveles socioeconómicos. Eso es lo que busco en todos mis proyectos: que sean inclusivos. Por eso, en INDÓMITA no todo el mundo se podrá comprar una pieza, pero aspiro a que se convierta en un lugar no solo para ventas, sino también para charlas, para recibir a jóvenes talentos, para dar cabida a toda persona con una sensibilidad creativa”.
Para eso, lo primero que hizo Ortega fue transformar la fachada en un lugar que hablara tanto de un espacio de retail como de un museo. El local, ocupado anteriormente por una tienda, tenía limitantes de altura, con techos que apenas llegaban a los dos metros y medio. Por eso, para dar vida a la lectura del museo, creó en el lado derecho una fachada falsa de cuatro metros, con dos arcos monumentales que hablan del criterio artístico de lo que se encuentra dentro. El lado izquierdo fue recubierto con Krion, una superficie sólida y limpia que brinda la sensación de piedra. Ahí, en bajo relieve, se encuentra el logo de INDÓMITA —un guiño sutil hacia esa inclusión, para expresar la idea de que la propuesta es mucho más importante que quienes la proponen—.
Una vez dentro, la distribución gira alrededor de un atrio con un tragaluz en el centro del espacio, para permitir la entrada de la luz natural y así hacer alusión al clima caribeño que da origen al ADN de la moda dominicana. A partir de ahí, el recorrido es lineal hacia el fondo, con espacios de exhibición a cada lado, donde están disponibles las piezas creadas por los diseñadores. El jardín interior, sin embargo, está reservado para objetos como esculturas, joyas y artesanía. Ese espacio fue realizado en colaboración con la arquitecta paisajista Massiel Mejía, quien eligió plantas tropicales como la palma licuala, los filodendros, las aves del paraíso y el ginger variegado. Aparte, Mejía y Ortega decidieron mantener un árbol pre-existente en el local: un ejemplar de malagueta o “bay rum” que le imprime un agradable aroma a té al espacio.
Los detalles decorativos, en su mayoría, hablan en voz baja. “Esto es porque no queríamos que la arquitectura compitiera con las piezas en exhibición, que son los protagonistas que sí deben lucirse”, explica la arquitecta. Por eso el mobiliario, diseñado por Ortega y fabricado por la firma dominicana Casa Mobel, está hecho en madera de acacia y mármol blanco, con revestimiento de yute en las butacas del área del café; en la terraza, la pérgola está cubierta de caña brava. En los espacios comunes el piso lleva un patrón geométrico en mosaicos de cemento hidráulico elaborados por Industrias Aguayo, en una paleta elegante de negro, ocre y gris. Sin embargo, en el espacio del baño —donde no hay riesgo de competir con la ropa ni el arte— el equipo utilizó el patrón en una paleta de colores propios del imaginario del Caribe: tonos como el rojo mamacita, el verde cotorra y el amarillo pollito.
Sin embargo, el detalle que más apela al imaginario quisqueyano está al final del recorrido, en el área de caja, en una pared sin color alguno. Ahí, casi escondida en alto relieve, se encuentra la estrofa que recuerda al visitante que está en un lugar que cree en la fuerza de la dominicanidad.
Mas Quisqueya la indómita y brava
Siempre altiva la frente alzará
Que si fuese mil veces esclava
Otras tantas ser libre sabrá
“Al final, INDÓMITA es un proyecto único”, concluye Ortega. “Pero espero que a raíz de este proyecto surjan otros que, así como se está apoyando la moda local, puedan apoyar la economía naranja, para que todo aquel que quiera vivir del diseño en Dominicana tenga espacios de puertas abiertas como este”.
Contenido original de Design Week RD.
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