Alaíde Ventura Medina: "Las violencias tampoco conocen de fronteras"
Su nuevo libro, "Entre los rotos" pone el foco en la violencia dentro de la casa
El viaje que su libro "Entre los rotos" está haciendo por diversos países le ha permitido a la escritora y antropóloga mexicana Alaíde Ventura Medina darse cuenta de que, "así como las letras, las violencias tampoco conocen de fronteras".
Y es que esta obra (Tránsito, 2021) pone especial foco a un tipo de violencia machista normalizada y que cuesta admitir: la que ocurre dentro del hogar y traspasa generaciones. Pero también habla de la memoria y sobre cómo los silencios, presentes de diferentes formas en los integrantes de la familia de la que habla la historia, se convierten en un mecanismo de poder y de supervivencia.
"Mi libro está llegando a lugares donde yo no he estado y tal vez ni estaré. Y es que las violencias tampoco conocen de fronteras, las violencias están y se meten hasta lo más recóndito. Que la gente de otro contexto, de un país, de una ciudad en la que no he estado venga y me diga “tu libro cuenta mi vida” es muy duro", dice Ventura en una entrevista con Efe.
Pregunta: En "Entre los rotos" pone el foco en la violencia dentro de la casa, ¿qué nos ha impedido desnormalizar esta violencia?
Respuesta: Yo creo que siempre la tuvimos normalizada, la diferencia es que ahora comenzamos a hablar de ella. De pronto fue más difícil ocultarla también por esta hipervigilancia en la que vivimos y por meternos en las vidas de los otros por redes sociales. Y también, claro, por el momento feminista que permite que la voz resuene. De pronto nos dimos cuenta de que no somos las únicas.
P: ¿Es una historia en la que se pueden identificar muchos lectores?
R: Sí, me parece que por desgracia es muy común. Mucha gente se me empezó a acercar para decirme que resonaba en su historia familiar, que habían conocido a un Julián, a un papá así, a una mamá así.
P: La protagonista dice en el libro "entre los rotos nos reconocemos fácilmente". Si es fácil reconocer esas grietas que nos deja la violencia, ¿por qué cree que es difícil empezar a reconstruir en lugar de seguir rompiendo como ella lo hace?
R: Creo que hasta que no nos vemos en un espejo raro, en un espejo deforme, que puede ser otra persona, puede ser una obra literaria, una película, una conversación... no nos damos cuenta de que estamos ahí y que está raro.
Cuando estás adentro del personaje muchas veces actúas sin reflexionar. Y para eso sirve mirar al otro y decir: “esa persona me lastima, ¿por qué?” Y empezar a cuestionar eso. Indagas y te das cuenta de que tú también traes cosas, tú también pensaste que escapabas de la violencia y no. Simplemente la transformabas en una mecánica también violenta. Uno cree que el silencio es lo opuesto a la agresión, pero el silencio también conlleva violencias intrínsecas. También es un mecanismo de poder.
P: ¿En qué sentido?
R: En el sentido de que quien tiene la capacidad del silencio es quien ostenta el poder. Ese es uno de los micromachismos más clásicos. En una familia, casi hace algunas décadas, el papá exigía un reporte pormenorizado de en qué se gastaba el dinero, el tiempo, mientras que él no tenía que dar explicaciones a nadie. Al mismo tiempo el silencio es también un mecanismo del agredido para sobrevivir. Es un juego de poderes.
P: El movimiento feminista ha tratado de posicionar la idea de que lo personal es político. ¿Cree que este mensaje ha empezado a calar en países de América Latina donde la violencia machista está muy arraigada?
R: Definitivamente. Partir de que lo privado no es privado (si no que) es público y es político. Además de que todo viene de algún lado y lo reproduce y convierte en otra cosa también. Somos un eslabón y estamos predeterminadas, pero también tenemos una pequeña responsabilidad de cambio.
Sí creo que eso se lo debemos al movimiento feminista y al movimiento comunitario en el sentido de pertenencia y de resonancia, que es mirarte en el otro y decir "no somos tan diferentes”. Cuando los secretos dejan de ser secretos y comienzan a ser tendencias, entonces podemos hablar de fenómenos, de que algo está sucediendo, que hay que mirarlo y nombrarlo.
P: ¿Ha influido el contexto de México en su novela?
R: Claro, no habría manera de escribir sobre estas violencias en otro momento histórico, porque para empezar yo ni siquiera podía verlo. Ni siquiera histórico, biográfico. En otro momento de mi vida no habría podido escribir este libro porque estaba inserta en las mismas dinámicas.
Y tampoco es fortuito que se pueda hablar ahora de estas violencias y que ahora estas voces de mujeres se escuchen porque viene de un camino trazado muy lentamente por muchas voces que fueron silenciadas o a las que no se les prestó atención. O sea, hasta ahora estamos empezando a mirar a un montón de escritoras que estaban ahí, que ya habían contado cómo era el ámbito doméstico, de cómo eran las relaciones de pareja, con los hijos, con los padres y nadie las había vuelto a ver.
Hay que hacer una pausa en el camino y ver qué había antes, y qué no habíamos visto. Pensábamos que éramos únicas, pero no. Siempre venimos de atrás.