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Las tertulias de Natacha Sánchez, aquel tiempo sin prisas

En los años 80, Natacha Sánchez, gestora cultural y escritora, inició unas célebres tertulias en su casa de Santo Domingo que se mantuvieron durante más de dos décadas

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Las tertulias de Natacha Sánchez, aquel tiempo sin prisas
Las tertulias de Natacha Sánchez fueron un espacio para reflexionar y crear. (FUENTE EXTERNA)

Transcurrían los años ochenta y, en el corazón de Santo Domingo, un grupo de intelectuales con inquietudes comunes y sed de aprendizaje, empezaban a reunirse semanalmente. La cita era cada jueves y esas tertulias pronto se convirtieron en un referente del acervo cultural nacional.

El escenario era la casa de Natacha Sánchez. Allí, durante más de dos décadas, se celebraron unas tertulias donde, independientemente de los temas tratados, siempre imperó el respeto y la empatía. 

Natacha Sánchez es gestora cultural, diplomática y escritora. Es una fiel abanderada de la educación y la cultura como la base del desarrollo de un país. A pesar de ser consciente de que los efectos de la cultura son intangibles, Sánchez comprende perfectamente que sus beneficios colaterales son indudables.

Por ello, inspirada en los salones franceses del siglo XVII y XVIII, donde se propiciaba el ejercicio del pensamiento crítico, abrió su hogar para fomentar la conversación y el intercambio de impresiones. A medida que las tertulias se fueron llevando a cabo, cada integrante reconoció la importancia de su contribución al diálogo

Entre sus miembros figuraban Virgilio Díaz Grullón, Aida Bonnelly de Díaz, Juan Bosch, Carmen Quidiello de Bosch, Soucy de Pellerano, Ada Balcácer, León David, Pedro Vergés, Meche Diez, entre tantos otros. Era un entorno donde hombres y mujeres discutían abiertamente sobre arte, literatura, música, política y filosofía. 

Los temas iban surgiendo de manera espontánea, así, como cuando el poeta Pedro Mir una vez habló tendidamente sobre el amor, un asunto etéreo y tan rico en matices.

Las tertulias profundizan el contacto por medio de la palabra y ese vínculo puede ser capaz de suscitar interrogantes, dejar inquietudes y, consecuentemente, el deseo de encontrar respuestas.  

Fui solo una vez allí de la mano de mi padre y, a pesar de ser muy niña, recuerdo aquel tiempo sin prisas. Aunque no percibía del todo lo que allí sucedía, el efecto sosegador y de curiosidad, definitivamente dejó su estampa en mí.

Afortunadamente, desde entonces las tertulias se han ido multiplicando, gracias a tantos ejemplos valiosos como aquellas que se daban en casa de Natacha

Nos queda continuar tertuliando para fomentar así el diálogo sano y construir una mejor sociedad. Y como bien ella escribe en su libro Reflexiones: «solo así no habrá soledad, no habrá sumisión, no habrá destrucción... y sobre nuestros sentimientos negativos crecerá una flor». 

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Abogada especialista en derecho administrativo, entusiasta de la cultura y la palabra escrita.