Seguir creyendo al poeta
Los diccionarios como puente entre el pasado y el futuro del español
Se nos va 2024. Cada quien lo despide según le fue l. Yo lo despido con nostalgia por la intensidad de los trazos finales de la segunda edición del Diccionario del español dominicano, pero también con el orgullo lexicográfico de verla en manos de todos los dominicanos. Para los que trabajamos en él desde su concepción allá por 2008 se ha convertido en una parte de nosotros. Verlo remozarse, crecer y ponerse al servicio de más gente representa la satisfacción del deber cumplido. En realidad, para los lexicógrafos, eso del deber cumplido es casi una entelequia. Mientras ponemos en circulación nuestros diccionarios los hablantes están creando nuevas palabras, usando las de siempre con nuevos significados o engavetando las que hasta ayer les eran imprescindibles. Quizás por eso, en el Instituto Guzmán Ariza de Lexicografía y en la Academia Dominicana de la Lengua estamos tan ufanos de haber convertido el Diccionario del español dominicano en una obra digital, que se completa cada día y camina al ritmo de las palabras.
Hoy es un día de despedidas y también de esperanza, de abrir puertas a nuevos proyectos, de levantar la mirada hacia nuevos horizontes. De eso también sabemos mucho los lexicógrafos. Vivimos con la convicción de que todo está por hacer, de que siempre hay un nuevo diccionario que nos puede ayudar a comprender cómo nombramos el mundo. En el equipo de la Academia Dominicana de la Lengua y del Igalex nos hemos embarcado en uno de los empeños más apasionantes emprendidos por los que hablamos español: construir el Diccionario histórico de la lengua española, el entramado que dibujan las biografías de las voces del español. Una a una nuestras queridas palabras, no siempre de buena gana, nos van contando sus secretos. El reto es estar ahí para escucharlas.
Personalmente, rodeada de palabras, de libros y diccionarios creo mi paraíso particular, siempre abierto a la vida y, al mismo tiempo, siempre a resguardo de ella. Este año que dejo atrás y el que estrenaré a medianoche ha estado lleno de obras inolvidables, muchas de las cuales he compartido con mis alumnos de los talleres de lectura. Leer y hablar de libros, sin duda, un placer para lectores apasionados, un placer que nunca nos falla y que nos seguirá haciendo felices en 2025. Los lectores tenemos la seguridad de que no nos faltará nunca un libro por leer o por releer, y, si no, siempre nos queda Cervantes; absolutamente imprescindible en este nuestro mundo, ese que nos ha tocado vivir, donde se desdibujan los límites entre ficción y realidad. Y pocas cosas tan reales como la ficción literaria. En su última novela nos recordó Paul Auster, uno de los escritores que nos ha robado 2024, que, cuando leemos, «si resulta que la historia es tan increíble y avasalladora que uno se queda boquiabierto y siente que ha cambiado, ampliado o profundizado su visión del mundo, ¿importa que la historia sea o no cierta?».
Cambiar, ampliar o profundizar nuestra visión del mundo con la lectura. ¿Propósito para 2025? Se preguntaba Auster: «¿Qué creer cuando no estás seguro de que un presunto hecho sea o no verdad?». Y se respondía: «A falta de cualquier información que confirme o desmienta la historia [...], he decidido creer al poeta». Yo, con Auster, he decidido en 2025 seguir creyendo al poeta.