El costo invisible del maltrato
Todavía estamos lejos de superar condiciones que permanecen y que se expanden a través del tiempo, como la violencia infantil
En nuestra América y el resto del mundo se han logrado grandes progresos en la reducción de la morbilidad y mortalidad infantil y el diagnóstico y tratamiento de muchas enfermedades.
Y, aunque todavía tenemos grandes retos, no hay dudas de que hemos avanzado gracias a la tecnología y los nuevos conocimientos que tenemos a nuestro alcance. La neumonía, mala nutrición, enfermedades parasitarias y las prevenibles por las vacunas han disminuido significativamente.
Sin embargo, todavía estamos lejos de superar condiciones que permanecen y que se expanden a través del tiempo:
- el deterioro de la educación doméstica y pública, los intentos de suicidios y el embarazo en adolescentes, el consumo de drogas y el deterioro mental y emocional que están produciendo las guerras, las persecuciones y las migraciones forzosas y el poco valor que estamos dando a la vida y a la dignidad humanas.
Violencia y maltrato infantil
Me refiero también, a la violencia que abarca al maltrato físico, psicológico y emocional que se ejerce sobre los niños en nuestros países y en los que conocemos como países desarrollados o del primer mundo.
- En los EE.UU. cada 48 segundos se maltrata a un niño, Inglaterra reporta alrededor de 12 mil muertes por año en niños maltratados por sus padres, Alemania registra una mortalidad en menores de un año de 6 por cada 100 mil cada año, México 8 por cada 100 mil y la comunidad de Sao Paulo, Brasil, a final de la década de los años noventa en solo un año reportó 18, 778 casos de malos tratos de los que 4, 447 fueron por negligencia, otra forma de maltrato (cifras de hace unos 15 años).
Y seguimos maltratando a nuestros hijos y a los ajenos, al niño saludable y al más débil. A los que nacieron con alguna discapacidad, porque nos molestan y perturban.
¿Por qué los adultos maltratamos? Porque de alguna manera en nuestra niñez también fuimos maltratados, y así crecimos y aprendimos; y nos hemos ido sumando a ese andamiaje o cadena de generaciones maltratadas que ya hay que romper.
El niño nace y crece en la indefensión, pero con la vocación innata de ser una persona feliz. Y los adultos somos los llamados a protegerlo, a no torcer su destino. Porque más adelante ese niño será el adulto que formará familia que nos dará sus hijos.
¿Pero para qué sociedad? Para una sociedad en la que la gran mayoría de las personas no desearíamos vivir.