Tiempo, el mejor regalo
¿Por qué no regalar tiempo en esta Navidad?
Con los años me voy poniendo más melancólico y reservado. He aprendido mucho de los silencios, de las distancias, pero la gran lección de toda una vida ha sido el tiempo transcurrido y vivido a plenitud.
Ahora que voy casi a llegar a mis ochenta, el tiempo es mi más valioso tesoro.
Ya no soy aquel joven intenso que quería conquistar al mundo, aunque sigo siendo el mismo soñador, entiendo que mi meta del encuentro se acerca y que con tantas heridas y logros que llevo colgadas en mi alma, mi misión va llegando a su fin.
Ahora que volvemos una vez más a sentirnos arropados por la Navidad y según la tradición de tantos años se impone un intercambio de regalos, sé que el regalo más importante y valioso es el tiempo.
¿Y por qué no regalar tiempo? Tiempo a quien no visitamos, tiempo a los padres abandonados a quienes quizás por la prisa en que vivimos y con la excusa de mucho trabajo apenas visitamos.
Tiempo al hijo malcriado y rebelde que desafía nuestra autoridad y que evitamos para no violentarnos, tiempo al cónyuge que ya con los años hemos incluido en la rutina de la vida, tiempo al amigo olvidado, al enfermo que nadie visita, en fin tiempo, sí, tiempo para escuchar a aquel al que nadie pone atención.
Regalar tiempo es lo más importante y valioso.
Los años me van dictando lecciones, me van trazando el camino, orientando mis pensamientos y dándome un entendimiento de la vida que no podría encontrar en ningún libro.
Ahora, en este otoño bendito, en este tiempo que he podido vivir, quiero dar gracias por todo lo aprendido, por los abrazos y los besos, por las miradas de ternura, las caricias amorosas, las lágrimas y las risas desparramadas, dar gracias.
El tiempo perdido no se recupera, se desvanece en una neblina irrecuperable. Cuántas veces desperdicié mi tiempo en cosas vanas que no me aportaron nada, cuántas veces me dejé vencer por el cansancio y lo dejé pasar sin percatarme de que se me escapaba la vida.
Hoy valoro más que nunca ese tesoro. Un año que termina, ya no cuento las horas ni los días, los vivo con pasión y alegría, me voy desatando y echando al viento mis pesares para solo llevar conmigo una sonrisa que me acompañe los días que me queden por vivir.
A quienes amo daré todo el tiempo que pueda, multiplicaré mis abrazos y si a alguien he ofendido pediré perdón.
Definitivamente cuando mi alma tenga que regresar que pese lo menos posible y pueda encarar el misterio con su mejor semblante... entonces allí tendré bien ganada mi eternidad.