De doñas y dones
Descifrando las reglas de don y doña
En las últimas semanas me han hablado del uso de don y doña. Mi colega Guillermo Piña Contreras aludió a ello no hace mucho en estas páginas. Sus orígenes están en el latín dominus ‘señor’ y domina ‘señora’. En el español actual se consideran tratamientos de respeto que podemos elegir para dirigirnos a cualquier persona.
En la antigüedad, en cambio, el uso de don y doña estaba reservado a determinados estatus sociales, por lo que se afeaba a menudo a aquellos que lo usaban para sí mismos cuando se consideraba que no les correspondía. Así lo leemos en el Quijote cuando Sancho le refiere a su amo lo que se va contando de él por su pueblo: «[…] el vulgo tiene a vuestra merced por grandísimo loco, y a mí por no menos mentecato. Los hidalgos dicen que, no conteniéndose vuestra merced en los límites de la hidalguía, se ha puesto don y se ha arremetido a caballero con cuatro cepas y dos yugadas de tierra, y con un trapo atrás y otro adelante». O cuando al mismo Sancho le leen, porque él no sabe leer, su nombramiento como gobernador de la ínsula Barataria: «Hoy día, a tantos de tal mes y de tal año, tomó la posesión desta ínsula el señor don Sancho Panza, que muchos años la goce». Sancho replica de inmediato: «—¿Y a quién llaman don Sancho Panza? […] Pues advertid, hermano, que yo no tengo don, ni en todo mi linaje le ha habido: Sancho Panza me llaman a secas, y Sancho se llamó mi padre, y Sancho mi agüelo, y todos fueron Panzas, sin añadiduras de dones ni donas».
Como todas las palabras don y doña tienen su historia detrás y también sus normas para el uso correcto. No se las pierdan en la próxima Eñe.