Los niños y el polvo del Sahara
El polvo del Sahara y los niños
Los meses de junio, julio y agosto, es el tiempo más crítico respecto al polvo del Sahara y la salud de nuestros niños. El polvo del Sáhara es una masa de aire seco cargada de polvo proveniente de África que trae consigo, partículas que contienen bacterias, virus, esporas y pesticidas que pueden afectar principalmente la salud de los niños y los envejecientes. A los niños, porque tienen un sistema inmunológico débil, a los envejecientes, porque, además, muchos padecen enfermedades crónicas.
Si bien es cierto que podemos tomar algunas medidas para proteger a nuestros niños, a las demás personas y a los animales frente a este este fenómeno, la realidad es, que el polvo del Sáhara, que es una columna de más de 100 millones de toneladas de polvo, en la actualidad es la más intensa de los últimos 50 años; debido al cambio climático y al calentamiento global cuya causa principal está en la actividad humana.
El polvo del Sáhara irrita e inflama las vías respiratorias superiores e inferiores del niño, irrita sus ojos produciéndole picor y lagrimeo, y en su piel, dermatitis que antes no veíamos. Los niños asmáticos o con predisposición al broncoespasmo exacerban los síntomas y es notorio en estos días, ver a muchos niños con dificultad respiratoria o que presentan una tos persistente sin ningún otro síntoma que nos haga pensar en alguna enfermedad conocida. Y, ¿qué decir de los envejecientes con alguna enfermedad cardiovascular o enfermedad pulmonar obstructiva crónica, que no responden adecuadamente al tratamiento, y los pacientes con secuelas de la enfermedad COVID-19? En ellos, el polvo del Sahara, es un factor de complicación.
Por esas razones, debemos continuar con la mascarilla en los locales cerrados evitando el contagio de una pandemia que no ha terminado, y en los lugares abiertos cuando veamos un cielo gris-amarillento característico del polvo contaminante, cerrar las casas en esos momentos, mantener una buena hidratación e higiene corporal, enseñar a nuestros niños a no frotarse los ojos y la nariz, tener siempre a mano la medicación del paciente asmático y avisar al médico si la respuesta al tratamiento no es la esperada.
No olvidar, que la solución definitiva a este y otros problemas similares en el mundo, solo será posible, cuando aprendamos a amar y respetar nuestro planeta. Y, que nunca es tarde para empezar.