Quisqueya Henríquez: “Me divierto experimentando”
Esta artista conceptual transforma lo cotidiano en una experiencia estética que provoca al público más preguntas que respuestas
Su obra preferida invita al público a probar un helado tan salado como el agua que nos rodea. Y es que para Quisqueya la creatividad no tiene límite. Esta artista conceptual, con su estilo tan diverso como inquieto, mezcla medios y técnicas con una intención: transformar lo cotidiano en una experiencia estética que provoque al público más preguntas que respuestas.
¿Quién se esconde detrás de Quisqueya Henríquez?
Ser artista es una práctica que lo abarca todo, no hay mucho espacio para otros Yo. Me gusta pensar que detrás de ese nombre no se esconde nadie más que yo misma.
¿Recuerdas cuándo pensaste por primera vez: quiero ser artista?
A los 5 años gané un concurso de pintura organizado por la UNESCO. Esa experiencia dejó su impronta, y ya ves hasta dónde fue su alcance. A pesar de lo que implica llevar una carrera de artista profesional, han sido muy pocos los momentos en que no he querido serlo.
¿Se hablaba mucho de arte en tu casa?
En mi hogar se hablaba sobre historia, casi siempre eran conversaciones marcadas por la energía y la pasión por la lucha política en contra de la dictadura de Trujillo, lucha a la que mi padre dedicó su vida. Sus anécdotas eran testimonios que no dejaban espacio para otros temas. Quizás de su indignación y su dolor surgió mi necesidad tan temprana de ser artista.
¿Cómo definirías ese estilo tan polifacético que te caracteriza?
Mi vocabulario es diverso e inquieto. No me acomodo, ni sigo fórmulas para repetir lo mismo. Me divierto experimentando.
¿Alguna obra a la que le tengas un cariño especial?
Helado de agua de Mar Caribe, del año 2002. Una obra performática que invita al público a probar un helado tan salado como el agua que nos rodea, es decir lo que nos delimita y define como isleños.
¿Qué quieres transmitir con tu obra?
Mi manera de transformar lo cotidiano en una experiencia estética, tomando prestados elementos de mi entorno sociocultural contemporáneo y de la inagotable riqueza del lenguaje visual que le es propio. Me interesa el diálogo constante entre lo que encuentro en la calle y las ideas que resultan de estos encuentros. Me gusta provocar que el público se encuentre en un lugar donde tenga más preguntas que respuestas. Respecto a mi obra prefiero las dudas a las certezas. Las dudas se desplazan y las certezas suelen ser inmóviles.
¿Cuál es para ti la mejor parte del proceso?
El proceso en sí es la parte que más disfruto. La relación entre la idea y las rutas que tomo para llegar a ella.
¿Y la técnica que más practicas?
Mi obra es una mezcla de medios y técnicas. Muchas de mis obras hablan desde un lenguaje utilizando otro lenguaje. Si abordo el medio pictórico, lo hago utilizando propiedades de lo escultórico. Si uso la fotografía le quito su carácter bidimensional. Soy una artista conceptual, es decir, que siempre estoy consciente de los lenguajes del arte, al mismo tiempo que cuestiono sus fronteras.
¿Qué herramienta o medio no podrías dejar de utilizar?
Uso todo tipo de herramientas y al mismo tiempo puedo prescindir de todas ellas, excepto de las ideas. El solo enunciado de una idea puede ser una obra, un instrumento, un medio, un mensaje, un material.
¿Qué artista ha tenido mayor influencia en tu proceso?
Imposible decir un solo nombre. Los conceptualistas, tanto los latinoamericanos, como los del norte. El acercamiento de mi obra a la materialidad también viene de una mirada caribeña a los movimientos artísticos de vanguardia y ruptura que surgieron a lo largo del siglo XX en Europa y Latinoamérica.
Cuando te encuentras en una rutina creativa, ¿cuál es tu manera de salir de ella?
Nunca me he visto en semejante situación. La naturaleza de mi trabajo no me permite una rutina creativa. Mi estudio tiene varias áreas, en las cuales voy trabajando en diferentes series. Me desplazo de un espacio a otro y los dispositivos mentales van cambiando inevitablemente.
¿Cuánto puedes tardar en completar una obra?
Los tiempos varían. Lo mismo puedo tardar un mes, que un año.
Cuando no estás en el estudio, ¿qué es lo más probable que te encontremos haciendo?
En Las Terrenas, donde junto a mi compañero Pedro Catrain, tengo una casa que amo y me inspira. Allá arriba, en la loma, siempre tengo una tarea inconclusa que me ilusiona terminar. Recientemente llegó Tino, un bóxer que me hace más humana.
Si tuvieras que retratarte a ti misma, ¿cómo lo harías?
Mi obra se inscribe en un lenguaje abstracto, así que podría acudir a cualquier combinación de formas, y como soy una artista conceptual, el solo gesto de decirte que soy yo, convierte la obra en un autorretrato.
Si pudieras pasar una tarde con cualquier artista dominicano, ¿quién sería?
Me interesa mucho el trabajo investigativo de Lizania Cruz, una artista de la diáspora dominicana de Nueva York. Me gustaría saber cómo va su proyecto sobre el imaginario racial de los dominicanos.
La vida sin arte sería…
Sería un estado de coma intelectual permanente, como dice Samuel Rodríguez en su artículo "Un mundo sin arte, el despertar de la mirada".