Un cortometraje sobre el Carnaval de Santo Domingo va al MoMA de Nueva York
La obra experimental Rebeca, del director Ricardo Ariel Toribio, participará en el Doc Fortnight 2024, el Festival Internacional de Filmes y Medios de No-Ficción del Museo de Arte Moderno de Nueva York
Ricardo Ariel Toribio estaba sumergido en la edición de Un gavillero en la sierra, un complejo proyecto de ficción histórica que le llevó a filmar en la sierra de Yamasá, cuando reparó en que pronto se acercaba el Desfile Nacional de Carnaval de 2023.
En busca de un proyecto lateral que le ofreciera un respiro mental y creativo, decidió lanzarse al Malecón de Santo Domingo con el director de fotografía Jaime Guerra y Oscar Chabebe, su director de sonido.
Ahí, con el recurso de una entrevistadora interpretada por la actriz Mariela Guerrero Monegro, documentaron los pareceres de las personas que con la celebración disfrutan de la licencia de convertirse en personajes.
Los resultados son tan vistosos como graciosos, tanto debido a la divertida desfachatez de las preguntas de “Rebeca” como a la creatividad infinita del dominicano.
Ese proyecto experimental, de 11 minutos de duración, fue elegido para participar en el Doc Fortnight 2024, el Festival Internacional de Filmes y Medios de No-Ficción del Museo de Arte Moderno de Nueva York.
Este sábado 2 de marzo Toribio y parte de su equipo estarán en la institución estadounidense para, dentro de la sesión especial Arriba está el mar, conversar sobre la importancia de documentar la historia mientras sucede.
En lo que eso llega, hoy conversa con nosotros, los protagonistas directos e indirectos de su obra —y muchas veces los primeros en ignorar el valor de nuestras manifestaciones creativas cotidianas—.
¿Qué diferencias creativas hay entre un proyecto de alta precisión, guionado y en locaciones remotas, como Un gavillero en la sierra, y Rebeca?
Yo quería descansar un poco de esa forma de dirigir cine: liberarme un poco del guion, de la estructura narrativa. Pero también de la forma de producir cine: esos procesos de aplicar a fondos con tantos requisitos se toman un tiempo que va matando la vitalidad de la idea inicial.
Así que empecé a pensar en cómo hacer una película que no necesitara de esos elementos, y se me ocurrió ese dispositivo: hacer preguntas en el Carnaval —que, en términos de locación, hasta queda cerca de mi casa—. Por eso fue un experimento, un rodaje de cuatro horas sin mucha preparación.
Es llamativo ver que muchos sandominguenses tenemos un desfile de carnaval a poca distancia y, contrario a lo que sucede en varios puntos de Brasil o en ciudades como Cartagena, nos pasa por el lado sin pena ni gloria. ¿A qué crees que se debe eso?
Ya hemos proyectado la película dos veces en Santo Domingo, y en cada ocasión encontré gente que me decía que tenía muchos años sin ir, y hasta me agradecían por haberles “llevado” al Carnaval.
No va todo el mundo: la gente quizás siente miedo a las multitudes y no cree que lo vaya a disfrutar. Aparte, esta celebración se ha quedado delimitada para un nivel específico de clase social.
Creo que eso es lo lindo del Carnaval de Santo Domingo: es bien popular, porque el barrio se tira para allá y se distrae de los problemas del día a día.
Es tan libre que no solo está el desfile que transcurre dentro del perímetro, sino que hasta van espectadores disfrazados, de todas las edades. Eso es lo lindo.
Este es un documental que se vale de un personaje ficticio, una reportera amateur llamada Rebeca… cuyas preguntas no perdonan. ¿Qué les hizo irse por ese tipo de entrevista?
Queríamos generar, en algunos momentos, cierta incomodidad con las preguntas. El dispositivo para eso era algo muy sencillo: construir un personaje entre ficción y documental que se metiera a hacer preguntas con un micrófono.
Pero son temas muy presentes en el mismo Carnaval, desde los miedos hasta la sexualidad. Esa Rebeca es una versión experimental del Se me muere Rebeca, que es un hombre travestido que sale a la calle buscando dinero para medicina… cuando en realidad es para beber.
Esta es una Rebeca que sale de su casa buscando lo burdo y lo burlesco, que hace preguntas incómodas para terminar bailando con la muerte. Esa Rebeca fue una excusa para entrar la cámara al carnaval y captar todo eso que está pasando en el desfile.
Este carnaval no tiene comparsas organizadas, propuestas nuevas de trajes ni los enredos de la Sapucaí —aunque uno de los entrevistados diga que quien va al carnaval de Santo Domingo no tiene nada que buscar en Brasil—. ¿Por qué vale la pena captar todo eso, como dices?
Me parece súper atrevido y cómico cómo este señor vive este carnaval a esa intensidad, al punto de compararlo con uno de los mejores del mundo. Si ves el desfile de Río de Janeiro, te da más risa todavía la expresión del tipo.
Pero precisamente me interesa por eso: ese evento es el mayor potencial de la expresión de la belleza popular, no solo por cómo hablan y cómo se visten, sino también por los trajes y la música que hacen. Todo eso se cuela a través de la cámara y de los micrófonos, y es valioso.
Aparte, van surgiendo expresiones nuevas: los Ali Babá, que son relativamente recientes, nos hablan de nuestra inmigración árabe. Vimos a un tipo que andaba vestido con un muñeco gigante de El Alfa, con unos tenis Jordan hechos de papel maché y una máscara igualita al cantante.
Cuando le preguntamos, nos dijo que lo hizo por él, con el deseo de que El Alfa lo viera. Y así como ahora hay mucho dembow en el desfile, casi más que merengue, ese es un personaje nuevo de la evolución que se da dentro de nuestro Carnaval.
El valor de tener todo eso documentado en video es captar todo ese esfuerzo de quienes hacen los trajes, las máscaras y la música.
De alguna manera, cuando uno lo filma con cierto nivel de lenguaje cinematográfico queda un registro que hace honor a todos estos artesanos y a toda esta gente que mantiene viva la tradición. La idea es valorar todo ese esfuerzo e ir creando un archivo a través de los años.
¿O sea que comenzaron con Santo Domingo y esto puede convertirse en una colección de carnavales documentados?
Exacto: a partir de este corto me propuse hacer una serie, filmando todos los años. Si conseguimos fondos y las posibilidades son mejores, podemos documentar otras manifestaciones en otros lugares del país, como los carnavales cimarrones, el gagá y las cachúas de Cabral.
Me da mucha ilusión seguir filmando y ver todas las piezas juntas en 10 años, porque puede ser un barómetro para entender y medir hacia dónde va nuestro carnaval.
Para la edición 2024, por ejemplo, contamos con el apoyo logístico y financiero del Ministerio de Cultura, que nos permitirá hasta poder filmar dentro del desfile mismo.
Pero nos gustaría poder documentar una gran parte de los carnavales dominicanos y crear una plataforma digital en donde estén disponibles de forma gratuita. Nos conviene a todos mantener esta tradición protegida y cuidada.