Columbarios Blandino: rediseñar los espacios del último adiós
Para Jorge Brown, los espacios funerarios tradicionales suelen colocar un sello traumático al adiós. Su trabajo en Columbarios Blandino es una prueba de concepto de una despedida distinta
Para muchos dominicanos, la muerte no es un proceso natural con el que todavía hemos hecho las paces. Para el interiorista Jorge Brown, aparte de esta preocupación colectiva él sentía una preocupación personal: tradicionalmente, los espacios funerarios y sus insumos no siempre comunican la tranquilidad que los familiares necesitan en esos momentos. “El diseño tiene la capacidad de modular nuestras emociones y cambiar nuestra energía,” afirmó. “Por eso me pregunté: ¿Qué pasaría si trabajamos los materiales, el mobiliario y los objetos funcionales de forma que le transmitan calma a las familias y amistades cercanas que están pasando por un momento difícil?”. Aunque comenzó haciendo experimentos en los funerales de familiares de sus allegados —por ejemplo, transformaba las coronas con cintas escarchadas en elegantes pucheros en cristal, llegó a cambiar la iluminación blanca por otra más amable y creó una pared de plantas para buscar que el espacio de velatorio no se sintiera tan cerrado—, pronto tuvo la oportunidad de responder a esa pregunta a gran escala: Funeraria Blandino le pidió encargarse del diseño de su local de columbarios, ubicado en la avenida Luperón.
Esta nueva propuesta de Blandino está enfocada en el proceso de cremación. Culturalmente, si mucho nos cuesta aceptar la desaparición de nuestros seres queridos, más todavía nos cuesta aceptar su desintegración física a manos del fuego. Pero viendo que hay un nicho creciente que la prefiere, la familia Arredondo decidió convertir su antiguo hogar familiar en Columbarios Blandino. “Queríamos que los recuerdos felices y la paz que sintieron dos generaciones viviendo aquí se mantuvieran en este lugar, aunque cambiara de uso”, explicó Virginia Arredondo, vicepresidenta ejecutiva de la empresa. “Buscamos proveer un espacio que brindara sosiego ante el trauma de perder a una persona querida”.
Por eso, en paralelo a la remodelación y obra gris —dirigida por el ingeniero Leandro Mercedes y los arquitectos Jorge Vásquez y Carlos Galindez—, Brown buscó ofrecer ese sosiego con pautas visuales. Comenzó desde fuera hacia adentro: alrededor del enorme samán del patio, junto a Ingrid Báez de Plantas Tropicales concibió una propuesta paisajística que ofreciera un relajante lienzo verde como fondo para los espacios de reunión. Si bien el árbol es el punto focal innegable del área trasera, a su lado hay una creación propia del interiorista que lo complementa de forma sutil: una fuente de agua en latón revestido, con cuerpos rectangulares concatenados que hacen homenaje al moderno crudo de Carlo Scarpa.
Dentro, Brown hizo una destilación de los elementos necesarios en las capillas: desde los bancos en roble que evocan la silla Zig-Zag de Rietveld hasta los techos a dos aguas con terminación en microcemento y bloques tridimensionales de la misma madera de los asientos —hay un reflejo en el cielo de la tranquilidad que se percibe en la Tierra—. En vez de colocar piezas de arte con referencias religiosas, las fotografías elegidas comunican tranquilidad a través de tomas de elementos naturales como el agua. En el espacio sonoro —que también ha diseñado Brown— se escucha el cantar sutil y armonioso de una selección de aves. Finalmente, las vetas del Calacatta están presentes en las elegantes caras de los columbarios, algunos en el exterior, otros en el interior y otros más en el impresionante espacio liminal que se logró en un salón semi-cerrado con un techo de vidrio. “Puedo decir, por experiencia propia, que despedir a un ser querido lleva el sello de algo cruel, duro y gris”, explicó Brown. “A mí me apasiona el tema del poder emocional del diseño de interiores, y quería transformar esa experiencia en otro tono, para que en vez de trauma deje tranquilidad”.
La confirmación de la efectividad de su trabajo le llegaría pronto: estuvo al tanto de un caso de un clan que perdió a su figura materna. La retroalimentación de la familia fue invaluable: dijeron que no sintieron haber estado despidiendo a la fallecida, sino que en vez de eso percibieron que se trataba de una celebración de su vida. En vez de irse con pesar, sintieron paz.
Por eso, Arredondo ha visto en este lugar la posibilidad de generar un oasis emocional que no sirva solo para los momentos de despedida. Quizás, piensa, si poco a poco asociamos este tipo de espacios a la celebración de la vida compartida en vez del dolor de la pérdida, podría convertirse en un lugar de relajación, para presentar charlas y para agendar sesiones privadas de actividades meditativas como el yoga. “O quizás”, concluyó, “hasta un lugar para tener las conversaciones necesarias que no siempre tenemos oportunidad de tener, como el tema de nuestra relación con la muerte”.
Contenido original de Design Week RD.
Fotos: Ivana Rodríguez