Ondas electromagnéticas, el peligro cotidiano que nos acecha
Pasamos la mayor parte del tiempo entre casa y el trabajo, cuidamos la salud yendo al médico, del equilibrio mental con el psicólogo, posiblemente realizamos alguna actividad para relajarnos e, incluso, hacemos algún deporte y procuramos mantener una dieta sana y saludable para mantenernos con energía para abordar las tareas diarias, pero la mayoría de nosotros no concede importancia a las radiaciones electromagnéticas que nos rodean
Hay ciertos detalles que se nos escapan diariamente, pequeños, pero importantes para no perder la salud y vivir equilibradamente. Son aquellas energías que proceden de las radiaciones artificiales que recorren o se expanden a través de los aparatos eléctricos, luces y pantallas que se encuentran en nuestra casa o en la oficina.
La presencia cada vez mayor en nuestros entornos de tecnologías basadas en la electricidad han dado lugar, desde hace años, a un nuevo fenómeno sociosanitario, y algunos estudios señalan que el 10 por ciento de la población presenta hipersensibilidad a la contaminación eléctrica, que ya en algunos países nórdicos se considera como posible causa de incapacidad laboral.
Vivimos inmersos entre un gran número de fuentes electromagnéticas, a menudo en espacios muy deficientes desde el punto de vista biótico (espacio adecuado para un buen desarrollo de los seres vivos), y estas fuentes invisibles de energía, si no se encuentran debidamente instaladas y son convenientemente utilizadas, pueden generarnos depresión, insomnio, cansancio u otros males físicos de mayor envergadura.
La importancia para la salud de la buena instalación eléctrica
A nuestro alrededor están instalados infinidad de aparatos eléctricos que generan campos electromagnéticos más intensos, incluso, de los que proceden del exterior, la mayor parte por su cercanía con el ser humano. La propia instalación eléctrica, generalmente invisible tras las paredes, puede ser una fuente de problemas si no está bien aislada o si no dispone de tomas de tierra, necesarias para “descargar” la energía sobrante y que no se quede en el ambiente.
Los enchufes preparados para evitar estos perjuicios son los de mayor profundidad, que cuentan con unas pequeñas laminas metálicas que disponen de toma de tierra para que el posible campo eléctrico se disipe a través de las mismas. Estos enchufes son los más recomendables para instalar en toda la casa, aunque es difícil encontrar un hogar que esté provisto de ellos en todos sus puntos de toma eléctrica.
La ausencia o las deficiencias que puedan tener los enchufes en la toma de tierra son los causantes de los problemas que provocan los campos eléctricos en el interior de una casa o despacho, pero la mayor parte de la gente no presta atención a este aspecto fundamental de los enchufes que pueden evitar la expansión de la energía electromagnética. Como aconseja el geobiólogo y arquitecto Pere León, en su libro “La buena onda” (editorial Grijalbo), “si no lo has hecho nunca, verifica ahora la toma de tierra de tu casa u oficina”.
Desenchufar, una medida preventiva
Todos los aparatos conectados a una toma de corriente eléctrica, desde una lámpara, a los cargadores de aparatos como el móvil, la televisión, equipos de música, etc., y en la cocina, la cafetera, tostadora, exprimidor o un robot de cocina, emiten ondas electromagnéticas, por lo que cuando no se usen deberían estar desenchufados.
Los trasformadores son esos aparatos que, la mayor parte de las veces, pasan desapercibidos y, sin embargo, son habituales tanto en la casa como en la oficina. Muchos dispositivos, cargadores de baterías, impresoras, lámparas halógenas los tienen, tanto electrónicos como eléctricos y generan un campo electromagnético intenso que puede llegar a afectar al ser humano hasta a un metro de distancia.
Hay aparatos que se encuentran en la mesilla de noche, como una radio o radiodespertador, un teléfono inalámbrico, etc., que se encuentran muy cerca de la almohada mientras dormimos y que resultan los más perjudiciales, puesto que sus campos electromagnéticos permanecen a nuestro lado funcionando toda la noche, es decir, las horas que deberían estar dedicadas al descanso.
Para Pere León, “estos campos electromagnéticos impactan en nuestro cerebro. La solución para los radiodespertadores es emplear pilas, y para otros instrumentos, como lámparas, simplemente desconectarlos. No basta apagarlos desde el interruptor, pues si siguen enchufados emiten radiaciones, por lo que es preferible desenchufarlos”.
Tampoco recomienda Pere León que la instalación eléctrica pase por detrás del cabezal de la cama, habitual en las habitaciones dobles, o al menos se debe procurar un buen aislamiento de ésta. “Un cableado con pérdidas eléctricas en la cabecera de una cama puede, según la intensidad, alterar el ritmo cerebral y provocar trastornos como cansancio, insomnio, dolores de cabeza, etc. Igualmente, hay que mantener el cabezal de la cama alejado lo más posible de las cajas de empalmes y del cuadro de luces, o bien, como en el caso anterior, que éstos estén muy bien aislados”.
Además, hay que poner en entredicho las bombillas de bajo consumo, como son las lámparas fluorescentes, que pueden generar efectos perjudiciales si se está expuesto durante mucho tiempo a ellas porque, a pesar de ser más ecológicas, sin embargo, resultan más tóxicas por sus emisiones en vapores de mercurio y el componente azul de la luz que puede dar lugar a insomnio, debido a que inhibe la secreción de melatonina, la hormona del sueño. Por lo que Pere León recomienda sustituir esas bombillas por halógenas.
por Isabel Martínez Pita