Zarzuela para un aniversario
Los personajes de la famosa zarzuela La verbena de la Paloma no se cansan de repetir que «hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad». Si así lo constataban el boticario don Hilarión y su amigo don Sebastián allá por el Madrid de 1894, imagínense lo que dirían si asomaran las narices por este siglo XXI.
El 12 de octubre celebramos cada año el aniversario de la fundación de nuestra Academia Dominicana de la Lengua. La conmemoración acoge una sesión plenaria de los miembros de número de la Academia. Y ayer, nuestro nonagésimo tercer aniversario, no iba a ser menos, a pesar de las circunstancias virales que nos asedian en este 2020. Tratamos, como siempre, de lo divino y lo humano en lo que se refiere a la situación de la lengua española en la República Dominicana y en el mundo. Revisamos lo realizado e hicimos planes para lo que nos falta por hacer.
La diferencia en este año tan particular es que la tecnología fue nuestra aliada esencial, la que hizo posible que la conmemoración académica pudiera llevarse a cabo en las condiciones adecuadas. Somos testigos de cómo cada día la tecnología, a la que tantas veces culpamos de nuestros errores o de nuestras carencias, se convierte en el asistente imprescindible para facilitar el trabajo académico y para lograr que sus resultados lleguen a los hablantes interesados en conocerlo.
Este año el aniversario llega preñado de proyectos y de pasión por llevarlos a buen puerto. No se equivocaba Manuel Alvar cuando, refiriéndose a lo que falta por investigar en la lengua de nuestra isla, afirmaba que «también la República Dominicana tiene un tajo –grande– abierto y pocos operarios».
La Academia Dominicana de la Lengua luce más juvenil que nunca en su noventa y tres aniversario; una juventud que se trasluce en ganas de trabajar y de adaptarse a los tiempos, «que cambian que es una barbaridad».