Un temperamento especial
Los signos de puntuación tienen un temperamento muy especial; se rigen por sus propias reglas y, en ocasiones, muestran su carácter y nos permiten conseguir nuestro estilo personal. En todas las artes y oficios, para imprimir a lo que hacemos nuestra marca individual debemos empezar por dominar la técnica. En el caso de los signos de puntuación, si queremos redactar bien, debemos conocer y aplicar las normas que establecen cómo usarlos. Solo cuando las manejamos con soltura, casi sin pensarlo, podemos liberar la pluma y dejarnos llevar por usos no normativos, esos que nos permiten dotar de carácter propio a lo que escribimos. Para saltar, correr o danzar hay que aprender a caminar con seguridad.
Una buena forma de empezar a caminar con pie firme por la escritura es aprender cómo funcionan y para qué sirven los signos de puntuación y practicar su uso hasta perderles el miedo. También la lectura de textos bien escritos nos ayuda, casi sin notarlo, a interiorizar una adecuada organización del discurso. La Ortografía de la lengua española de las academias de la lengua es una herramienta útil y clara que puede servirnos de guía y apoyo.
Los signos de puntuación, que no son letras ni números, nos ayudan a estructurar lo que queremos decir y nos facilitan la lectura, es decir, la comprensión de lo que leemos. Cada uno de ellos, y son muchos –punto, coma, punto y coma, dos puntos, paréntesis, corchetes, raya, comillas, signos de interrogación y exclamación, puntos suspensivos– tiene una misión y se rige por unas normas particulares. Su personalidad y su temperamento nos pasan desapercibidos. Para ser conscientes del papel que representan basta con eliminarlos de cualquier texto. ¿Han probado a hacerlo alguna vez?