¡Qué falta nos hace!
A comienzos de un gélido enero allá por 1920 los titulares del periódico El País comunicaban a los madrileños el fallecimiento de Benito Pérez Galdós: «Don Benito ha muerto. ¡Viva Galdós! Ha muerto el hombre, viva el escritor; vivirá en sus obras mientras viva el mundo». En este año 2020, digno de la realidad novelada de don Benito, conmemoramos el centenario de su muerte.
Muchos de los que hablamos y leemos en español descubrimos la magia de la novela con las obras de Galdós; como Luis Cernuda cruzamos con su obra «el umbral de un mundo mágico, la otra realidad que está tras esta». ¡Y qué realidad! La realidad de la España que veía morir el sigo XIX y nacer el XX, con toda su «confusión y nerviosas inquietudes», contada en nada menos que en 77 novelas. En ellas la Historia, esa que escribimos con mayúscula, en palabras de Galdós «comúnmente artificiosa y recompuesta», convive con la historia, esa que que escribimos con minúscula; como bien retrata Gullón, las pequeñas historias de amor, celos, traición y codicia trenzadas con los avatares históricos de una nación. María Zambrano nos invita a leer la inmensa galería de perspectivas sobre la condición humana que Galdós nos ha construido en sus relatos: «Recorrerlas todas una a una sería aleccionadora visión de cómo una humana vida, por ajena, exenta que pueda estar ante la historia, está enredada en ella».
Galdós estaba convencido de que la literatura debía «reflejar esta turbación honda, esta lucha incesante de principios y de hechos que constituyen un maravilloso drama de la vida actual». ¡Qué falta nos hace don Benito para que nos cuente este 2020 confuso y desconcertante!