Leer
Llega a su fin un año en el que, por raro que parezca, la lectura ha cobrado un protagonismo fugaz. En pleno verano emprendimos la lectura virtual del Quijote y llegado el otoño surgió la polémica propuesta de la lectura obligatoria de la Biblia en las escuelas. No hay un calificativo que peor le vaya la lectura que el de obligatoria.
Leer es fundamental para nuestra formación como seres humanos, de ahí que la enseñanza y la promoción de la lectura deba considerarse como uno de los objetivos fundamentales de la formación escolar. El Diccionario de la Lengua Española lo define como ‘pasar la vista por lo escrito o impreso comprendiendo la significación de los caracteres empleados’. Ojo, no podemos quedarnos en ‘pasar la vista’; lo esencial de la lectura es aquello de ‘comprendiendo la significación’. La verdadera pregunta es si la lectura es un objetivo fundamental en nuestras escuelas. Si enseñamos a nuestros niños a entender lo que leen; es más, si enseñamos a nuestros niños a asumir que la lectura es comprensión, que debemos entender lo que leemos.
Leer es un verbo transitivo, es decir, un verbo que se construye con un complemento directo: leer un libro, leer un poema, leer a Cervantes, leer a Neruda. Y la libertad de la lectura empieza precisamente aquí, en el complemento directo. Enseñar a leer debe ser también, y especialmente, enseñar a ejercer la libertad de pensamiento y de elección. La escuela tiene el papel fundamental de enseñar a leer y también a elegir lecturas, a conocer a nuestros grandes autores, y, sobre todo, a disfrutar de los libros. Leer un libro concreto, cualquiera que este sea, no nos hace mejores; mucho menos si es por imposición. La lectura nos hace mejores porque lleva aparejados dos ejercicios inherentes al ser humano: el pensamiento y la libertad. En la lista de propósitos para el año nuevo no olviden la lectura, elijan la que elijan.