El hilo de Ariadna
Guiada por el hilo de Ariadna sigo recorriendo el laberinto de las palabras con ecos mitológicos. Fue Dédalo el arquitecto más famoso por haber diseñado y construido, por orden de Minos, rey de Creta, el laberinto en cuyas encrucijadas se perdía Minotauro. A este arquitecto y a su obra alude el sustantivo dédalo con el que nos referimos a algo confuso o enredado.
Nada mal nos vendría un atlas para no perdernos en nuestro viaje por el mundo de las palabras mitológicas. Atlas, el titán castigado por el dios Zeus a cargar sobre sus hombros la bóveda celeste, le presta el nombre a este libro formado por una recopilación de mapas (los hay, incluso, de palabras). Imaginen los padecimientos del pobre titán Atlas con las cervicales; por eso la primera de estas vértebras también le rinde homenaje con su nombre. Los titanes, hijos de los dioses Gea y Urano, prestaron su nombre para designar a quien se le reconoce alguna cualidad extraordinaria; con él construimos el adjetivo titánico para describir lo que es desmesurado o excesivo; y el nombre del titanio, elemento químico metálico de gran dureza y resistencia.
Como alguna vez escribí, un recorrido por la lengua es una odisea de palabras; nos embarcamos, según la definición del DLE , en un ‘viaje largo, en el que abundan las aventuras adversas y favorables al viajero’. Las peripecias nos esperan en cada recodo del camino, como aquella de descubrir que el sustantivo odisea le debe su ser a la Odisea, el poema de Homero que narra el mítico viaje de regreso de Odiseos desde las costas de Troya a su anhelado hogar, Ítaca. Nuestra odisea con las palabras conduce casi siempre al diccionario, que, como el hilo de Ariadna, nos ayuda a regresar a casa.