Dioses y héroes
La mitología clásica está detrás de algunos sustantivos y adjetivos que atribuyen cualidades o comportamientos relacionados con los dioses o los héroes griegos y romanos. Como en tantos aspectos de nuestra cultura, la mitología funciona como punto de referencia, aunque las más de las veces nos pase desapercibida.
El nombre del dios olímpico Dioniso es la raíz de nuestro adjetivo dionisíaco (o dionisiaco), que atribuye a quien se le aplica la naturaleza impulsiva, vitalista y gozadora de Dioniso, dios del vino y la fertilidad. Dioniso tenía a Baco como su correlato latino y, a partir de su nombre, surge el adjetivo báquico, aplicado a aquello relacionado con la ebriedad. Por el contrario, el nombre de Apolo, uno de los dioses olímpicos más poderosos, considerado el dios de la belleza, de la armonía y del equilibrio, está en el origen del adjetivo apolíneo, que se aplica a todo aquello que posee estas cualidades. Si en un hombre queremos destacar la perfección de sus rasgos o de su cuerpo diremos de él que es apolíneo, o lo consideraremos directamente un apolo; incluso, un adonis, comparándolo a la eterna belleza y juventud del dios Adonis.
En cambio, si la cosa no va de belleza sino de fuerza, lo consideraremos un hércules, acordándonos de Hércules, héroe mitológico de extraordinaria fuerza y corpulencia que presta su nombre para construir el adjetivo hercúleo, referido a una persona musculosa y muy fuerte. Cuando, en cambio, lo que destaca es el carácter enamoradizo, lo consideramos un cupido, en referencia a Cupido, dios romano del amor, hijo de la diosa Venus.
Estos cuatro curiosos sustantivos (adonis, apolo, hércules, cupido) son comunes; no olviden que los sustantivos comunes, aunque en su origen tengan a dioses y a héroes, siempre se escriben con minúscula inicial.