Concisión y propiedad
Hay dos palabras especialmente relacionadas con mi idea, y, por supuesto, la de otros muchos, de escribir bien. Escribir bien no significa usar la palabra más larga y más rebuscada, engañosamente más culta; no significa decir con más palabras lo que se puede decir con menos. Escribir bien tiene mucho que ver con la concisión y la propiedad, aliadas indispensables ante una página en blanco.
No es baladí recordar que para una buena escritura es preciso tener algo que decir y saber qué es. ¡Cuántas veces un texto ininteligible nace de nuestras dudas sobre qué idea queremos transmitir! Suele servir un pequeño o gran esquema que establezca nuestras ideas principales y el orden en que las vamos a comunicar.
Tenemos el lápiz en la mano (pueden cambiarlo por su útil de escritura favorito), el esquema en la cabeza o garabateado en un papel, y ahora nos toca volver a aquello de la concisión y la propiedad. Ya sabemos lo que queremos decir y, por supuesto, lo queremos decir con exactitud. La concisión, según el Diccionario de la lengua española, consiste en hacerlo ‘con brevedad y economía de medios’. Húyanles como a la peste a los rodeos y circunloquios; si existe una forma más sencilla de decirlo, siempre debemos preferirla. Brevedad y economía sin sacrificar el significado; y aquí entra en juego nuestro principal recurso: la propiedad. Solo las palabras apropiadas nos brindan el sentido exacto de lo que queremos decir; van directas a la idea, son precisas y y adecuadas y cumplen con su misión: decir con exactitud y claridad o que queremos decir. «¿Y es fácil?», me dirán ustedes. Ya les digo yo que no, por eso me propongo compartir con ustedes algunos recursos en las próximas semanas.