A pie y a mano
La lengua crea combinaciones de palabras que, con el uso, llegan a funcionar como una sola. A estos grupos de palabras los conocemos como locuciones y desarrollan un sentido propio que les da personalidad léxica y una forma fija que no admite muchas variaciones y que debemos conocer y respetar.
Hoy nos vamos a fijar en un grupo muy particular de locuciones. Tienen como núcleo las palabras pie y mano en singular, pero no son pocas las veces que, quizás porque tenemos dos pies y dos manos, que las encontramos usadas en plural.
Si damos un paseo caminando lo hacemos a pie, no *a pies, aunque nos sean necesarios ambos pies para andar. Si nos quedamos en un sitio y no nos apartamos de ahí, estaremos a pie firme, no *a pies firmes, aunque tengamos los dos pies bien afincados en el suelo. Si entramos en un sitio o en una actividad con buen pie o con el pie derecho nos guiará la buena suerte; en cambio, cuidémonos de entrar con mal pie o con el pie izquierdo porque nos perseguirá la mala fortuna. En todo caso nunca lo haremos *con buenos pies o *con malos pies. Si nos paramos nos ponemos en pie, nunca *en pies, aunque sean ambos pies los que nos sostengan.
Si tenemos algo cerca o lo consideramos fácil de entender o de hacer, decimos que los tenemos a la mano, no *a las manos. Si realizamos algo manualmente decimos que lo hemos hecho a mano, y no *a manos, aunque seguramente hayamos usado las dos. Cuando somos generosos y también cuando estamos dispuestos a recibir dádivas decimos que abrimos la mano; cuando insistimos en algo o somos excesivamente rigurosos cargamos la mano.
El Diccionario de la lengua española registra muchas de ellas y nos puede ser útil para confirmar su forma adecuada y el sentido exacto en el que se usan. Aprevochémoslo.