El polvo del Sahara y la justicia climática
La invasión silenciosa del polvo del Sahara
¿Alguna vez te has preguntado lo que se sentiría dejar de ver un horizonte que una vez fue tan familiar? ¿O el que tus ojos ya no sean agraciados por los picos que te arropan dentro de lo que, día a día, llamas tu hogar?
Un día, aquellas montañas que han sido parte indeleble de mi vida desde el ocaso de mi niñez desaparecieron por completo, y hasta llegué a cuestionarme si ese horizonte era real, o un fragmento de la nostalgia.
El 19 de julio del 2023, desperté con una extraña sensación en mi garganta y me pregunté: ¿será la rinitis alérgica, el COVID-19 o la gripe? Al hacerme una prueba y la misma salir negativa, pensaba que la gripe veraniega iba a ser la responsable, hasta que leí las noticias. Ese día, la usual nube de polvo del Sahara llegó al país, excepto que su presencia eclipsaba nuestro pequeño estado insular - esa nimbus color desierto era cuarenta veces más grande que la República Dominicana, y aunque su impacto no se asemejaba a las catástrofes ocurriendo en Algeria, China, Japón, Marruecos, Italia, Grecia y otros países enfrentando temperaturas récord, la sutil invasión de estas supuestamente inocente partículas nos depara una crónica de infortunio contado en forma de analogía: alergias, enfermedades respiratorias, ojos afectados, exacerbamiento del calor y concentración de gases de efecto invernadero.
El horizonte desapareció, y me di cuenta de que todo había cambiado.
¿Qué es?
Cada año, más de 100 millones de toneladas de partículas provenientes del desierto más extenso del mundo transcurren distancias superiores a los 10,000 kilómetros, arropando los cielos en el vecino continente de Europa, e incluso llegando tan lejos como la costa sureste de México. Esto hace que el desierto del Sahara sea el principal origen del polvo que arropa nuestro planeta, especialmente entre los meses de junio y agosto. Esta concentración de polvo ocurre al culminar la primavera y se desplaza por el océano Atlántico cada tres o cinco días, situándose en la atmósfera en nubes de entre 3 y 5 kilómetros de espesor y a una altura de entre uno y dos kilómetros en la atmósfera, antes de esparcirse al pasar no más de una semana.
Beneficios para el Medioambiente
Es importante resaltar que no se trata de un fenómeno reciente. Según reporta National Geographic, este suceso trae beneficios a la selva Amazónica y al fitoplancton marino en la forma de minerales como el fósforo y el hierro, nutrientes que necesitan para desarrollarse. En el caso de la Amazonía, su riqueza biológica se puede considerar milagrosa cuando tomamos en cuenta que su suelo carece de minerales fundamentales, específicamente el fósforo, para mantener un balance ecológico apto. Esto ocurre como resultado de las lluvias que constantemente arrastran las diferentes capas del suelo, y ahí es donde entra el polvo del Sahara para compensar este déficit.
Esta dinámica es aún más impresionante cuando consideramos los hallazgos de un estudio del 2014, titulado: "Cuantificación de las fuentes de hierro disuelto en el Océano Atlántico Norte" (Conway y John), el cual encontró que este polvo aporta más del 70% del hierro que requieren los fotosintetizadores del océano Atlántico para desarrollarse.
Otro beneficio de estas nubes de polvo traídas por los vientos alisios es la supresión de la formación y el fortalecimiento de los fenómenos hidrometeorológicos comúnmente observados en nuestra región. Estas capas polvorientas secas chocan con las tormentas, que dependen de la humedad, las cuales son extinguidas antes de provocar cualquier daño considerable a los ecosistemas.
Impacto a la salud humana, y donde se han reportado nubes del polvo del Sahara
Sin embargo, el cambio climático provocado por la actividad antropogénica ha exacerbado negativamente la armonía que nuestro planeta ha mantenido durante millones de años. Según la química atmosférica Olga Mayol, del Instituto de Estudios de Ecosistemas Tropicales de la Universidad de Puerto Rico, las formaciones de los últimos cincuenta años han tenido concentraciones más altas de partículas de polvo que se alojan a menor altitud, exponiendo a una mayor cantidad de personas a sus componentes, que incluyen remanentes de contaminantes producto de la deforestación en los países subsaharianos.
Al alojarse a menor distancia de donde las personas desarrollan sus vidas cotidianas, se vuelve preocupante la frecuencia con que muchas personas, incluso aquellas sin un historial médico de enfermedades respiratorias, reportan episodios alérgicos y crisis asmáticas. Esto, combinado con el cuadro sintomático del COVID-19, expone a un mayor número de individuos a complicaciones de salud causadas por la inusual cantidad de alérgenos, virus, bacterias y sustancias nocivas, incluidas los pesticidas de hierro y el sílice, presentes en el aire arropado por el polvo del Sahara.
En el 2020, Sam Heft-Neal, Eran Bendavid, Marshall Burke, Jennifer Burney y Kara K. Voss (Sam Heft-Neal et al) publicaron un artículo en el diario científico titulado: "Contaminación por polvo del Sáhara y mortalidad infantil en África." En este estudio, Heft-Neal y un equipo de cuatro científicos examinaron registros de los últimos 15 años sobre la calidad de aire de la comunidad de Bodèle, en Chad, que se destaca por ser una de las principales fuentes de polvo del mundo, conteniendo tantas partículas que a los habitantes a veces se les dificulta la respiración. ¿La conclusión? "La densidad de polvo en el aire estaba íntimamente relacionada a si un bebé recién nacido podría sobrevivir un año." En África occidental, Heft-Neal et al encontraron que si este polvo componía un 25% del aire que se respiraba, la posibilidad de supervivencia del bebé disminuye en un 18%.
En el contexto Caribeño, esta realidad resulta más nociva al tomar en cuenta que esta nube de polvo del Sahara contiene un 50% menos humedad que el aire que estamos acostumbrados a inhalar.
El polvo y el cambio climático
Entonces, ¿qué relación existe entre este fenómeno atmosférico y el cambio climático? No es de conocimiento reciente que las comunidades más afectadas por el cambio climático son aquellas que menos contribuyen a él. Incluso, el nexo entre estas transformaciones antropológicamente provocadas y la salud es un área de estudio que está íntimamente relacionado a los debates sobre la justicia climática.
Por ejemplo, el exceso de nutrientes que han traído las nubes en los últimos 3-4 años ha tenido un impacto en el crecimiento de algas como el sargazo, uno de los retos regionales más urgentes a los que se enfrenta el Caribe. Según explica Natalie Mahowald, climatóloga de la Universidad de Cornell en Estados Unidos, "es probable que casi la mitad del aumento [de las nubes de polvo] se deba al cambio climático y que la otra mitad se vea influida por los cambios de los usos del suelo en el Sáhara, ya que han aumentado las presiones agrícolas y humanas."
Parte de lo que resulta fascinante y, a la vez, intimidante de estudiar el polvo es la incertidumbre sobre el rol de éste en el futuro del cambio climático, como expresa Mahowald: "a veces, el polvo crea nubes reflectantes que pueden desviar el calor adicional, pero otras veces crea nubes que atrapan el calor cerca de la superficie terrestre." Por ejemplo, cuando el polvo se encuentra sobre el mar, puede reflejar el calor del sol y enfriar el planeta. Por el otro, si se traslada a superficies reflectivas como el hielo o la nieve, tiene el efecto opuesto y acelera el proceso de fusión, o derretimiento, de éste.
En cuanto a los fotosintetizadores previamente mencionados ella observa que, en cantidades extremas, la capacidad de fertilización que tiene el polvo es tan fuerte, que pudo haber provocado el crecimiento masivo de seres vivientes que extraen dióxido de carbono de la atmósfera, pudiendo haber causado "al menos un cuarto del cambio en el CO2 atmosférico que condujo al planeta a la última era de hielo."
Comentarios finales
Muchos de los fenómenos naturales que observamos hoy en día son versiones inimaginables de lo que nuestro planeta hace para mantener un microcosmo perfectamente balanceado. Sin embargo, dada la naturaleza relativamente reciente de los efectos negativos de este polvo, es importante estudiarlo en conjunto con el área de la salud pública. Si realmente queremos justicia climática para el Caribe y el resto del mundo, es necesario reconocer las conexiones que existen entre las dinámicas en constante evolución de nuestro planeta y las transformaciones que imponemos sobre el mismo. No podemos hablar de cambio climático sin abarcar la salud, y tampoco podemos hablar de la creciente ola de enfermedades respiratorias y autoinmunes sin primero reconocer que todos y todas somos responsables de esta cadena de eventos. Aunque la República Dominicana tiene un grado significativamente menor de responsabilidad en las acciones que nos llevaron a donde estamos, eso no anula el compromiso que tiene con sus ciudadanos alrededor del mundo. Puede que no hayamos sido parte del problema, pero si algo he observado en los últimos años, es que cada día se suman más personas que dicen: "seré parte de la solución."
"Este reportaje se ha publicado con el apoyo de la Caribbean Climate Justice Journalism Fellowship, que es una iniciativa conjunta de Climate Tracker y Open Society Foundations".
Fuentes: